DESDE
LA CARCEL
"Los derechos se ejercen pese a todo y por sobre
todo": Oscar Mario González
LA HABANA, Cuba - 21 de febrero (Roberto Santana
Rodríguez / www.cubanet.org) - "Yo
no era ajeno al inminente peligro que se cernía
sobre mí, y esperaba cualquier represalia
por parte de las autoridades policíacas
de mi país. Así me lo había
hecho saber la Seguridad del Estado cuando en
múltiples ocasiones me habían conminado
a abandonar el periodismo independiente",
señala el periodista independiente Oscar
Mario González, en carta a su esposa, Mirtha
Wong.
Oscar Mario González es miembro del Grupo
de Trabajo Decoro. Fue detenido el 22 de julio
de 2005 mientras compraba pan en un establecimiento
del municipio Playa, donde reside. Se encuentra
en limbo penal, pues no se le han formulado cargos
ni se le ha celebrado juicio. Se ha distinguido
en sus años de trabajo en la prensa independiente
cubana por escribir interesantes crónicas
que reflejan la realidad de lo que sucede a diario
en Cuba.
A continuación el texto íntegro
de la carta:
"Lunes, 6 de febrero de 2006
"Prisión 1580, La Habana
"Vida mía:
"Parece que ha pasado mucho tiempo desde
que se inició esta larga ausencia que ya
sobrepasa los seis meses. Entonces ninguno de
los dos pensábamos que pudiera ser tan
angustiosa y prolongada. El tiempo tiene una enorme
relatividad cuando pasa en la subjetividad humana;
y así, veinte años pueden no ser
nada mientras que seis meses nos pueden resultar
largos y agobiantes.
"Yo no era ajeno al inminente peligro que
se cernía sobre mí, y esperaba cualquier
represalia por parte de las autoridades policíacas
de mi país. Así me lo había
hecho saber la Seguridad del Estado cuando en
múltiples ocasiones me habían conminado
a abandonar el periodismo independiente.
"Yo, en cambio, persistía en mis
propósitos, tal y como lo han venido haciendo
mis colegas periodistas durante largos años,
haciendo propio aquello de que los derechos se
ejercen pese a todo y por sobre todo.
"Mas nunca pensé que la crueldad
del régimen se ensañara de tal modo
en mi persona como para confinarme en los principales
calabozos de la capital del país durante
180 días; sumiéndome con ello en
el terrible mundo de las mazmorras inhóspitas,
saturadas de humedad y en medio de letrinas desbordadas
donde se incuban moscas y cucarachas. Porque la
prisión donde ahora me encuentro tiene
la precaria ventaja de algún movimiento
corporal, permitiendo además ver el sol
y contemplar con todos sus tonos de azul.
"El calabozo, sin embargo encadena el cuerpo
como preludio de un estrangulamiento espiritual
que quiebra la voluntad y anula las esperanzas
hasta convertir al hombre en un objeto inanimado.
Por todo ello y por otras mil razones, tan ciertas
como inefables, no pensé que el régimen
pudiera confinarme en las fétidas mazmorras
durante seis meses, teniendo en cuenta mi edad
y mi frágil salud. Pero lo hizo, convenciéndome
una vez más de que en lo tocante a crueldad
el totalitarismo sobrepasa toda expectativa y
todo pronóstico.
"Pero aún en los peores momentos,
desde lo profundo y oscuro de la celda; cuando
la noche parecía eternizarse y en los escasos
minutos de la visita semanal, siempre conté
con tu presencia. Tu figura ocultaba la acritud
de una existencia calamitosa y al contemplarte
se disipaba mi angustia.
"Entonces supe del valor del tiempo. Conocí
de su fugacidad y de lo inútil que resulta
para el hombre retenerlo o retardarlo cuando se
erige en portador de dicha y felicidad. Frente
a ti se extinguían las cadenas del sufrimiento
y parecía como si el solo goce de tu encuentro
justificara la agonía del cautiverio.
"Nunca me faltó la luz de tu mirada
como faro conductor de puerto seguro; siempre
me sentí cobijado bajo el cielo amoroso
de tus ojos. Tu amor, la convicción de
mi inocencia, la bondad de mis ideas y el decisivo
favor de Dios hicieron inútiles las intenciones
evidentes de doblegarme y reducirme a un adefesio
desprovisto de voluntad. Los adversarios no pudieron
danzar jubilosos sobre mis despojos. En ello tuvo
que ver tu perseverancia y tu resolución.
"Hoy la realidad que envuelve mi existencia
tiene un acento menos dramático. Mis nuevos
carceleros son tan déspotas como los de
siempre, las rejas que me atan tienen igual rigidez
e indiferencia. Convivo con los mismos microbios
e insectos como inseparables compañeros
en este triste bregar. Pero hoy el espacio en
que me muevo no se reduce a dos metros cuadrados
de una celda y sobre mi cuerpo bate la brisa mañanera
y resplandece el brillo dorado de los crepúsculos.
Ello ensancha el aroma de tu recuerdo potenciado
en cada uno de nuestros breves encuentros. Tu
imagen permanece en mí sin necesidad de
evocación. Como fragancia de esas flores
del campo en cuya humildad y sencillez se esconde
el secreto de la dicha.
"No sé cuándo volveremos a
estar juntos, pero ninguna separación hará
menos real tu presencia en mi espíritu.
Algún día nos encontraremos con
la mutua alegría ensanchada por esta triste
ausencia. Mientras tanto sigamos queriéndonos
con la añoranza de la distancia, que Dios
siempre tiene reservado un lugar especial en su
corazón para los seres que se aman de verdad.
"Tuyo por siempre: Mario".
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