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Teresa Sesé, La Vanguardiam Digital, España noviembre
26, 1998
El veterano pianista cubano actúa hoy en el Palau junto al
cantante Ibrahim Ferrer y una formación de siete instrumentistas
BARCELONA. -- Ry Cooder ha dicho de él que es el mejor pianista que
ha oído en su vida. Cada vez que actúa en Londres, las calles de
la City amanecen empapeladas con su nombre y su toque entre dulce y sabrosón,
pleno de ritmo y armonía --pura magia-- suscita auténticas
muestras de entusiasmo en escenarios de medio mundo, desde que hace un par de años
fuera invitado a salir de su retiro para formar parte de los Afro Cuban All
Stars (con los que grabó "A toda Cuba> le gusta"),
colaborara en el disco cubano del guitarrista Ry Cooder "Buena Vista Social
Club" y, en fin, tras una intensa carrera de más de sesenta años
viera la luz su primer disco como solista "Introducing... Rubén González"
(World Circuit). Vivaracho y guasón, Rubén González tiene
hoy 80 años y disfruta de su reciente éxito con la pasión
de un principiante. "Y no pienso moverme de aquí hasta los cien, así
que se preparen...", advierte. Esta noche, al frente de la formación
que encabeza junto al también veterano cantante Ibrahim Ferrer, será
el encargado de poner la nota cubana al Festival de Jazz de Barcelona, con un
concierto en el Palau de la Música (21.30 horas).
Miembro de las históricas formaciones de Arsenio Rodríguez,
Enrique Jorrín o Benny Moré, cuando Rubén González
se apartó de la música hacía años que el piano de su
casa había sido devorado por la carcoma --"los bichitos me dijeron
'tenemos que comer' y yo ¿qué iba hacer?", bromea-- y sus manos
estaban afectadas por una artritis galopante. "Pero ahora ya no me duele
nada, me siento como un niño", dice, y cuenta que aquel viejo
instrumento ha sido sustituido por un piano eléctrico de 800 dólares
"que tiene tal sonoridad que él solo parece una orquesta".
Satisfecho de su suerte, "tratando de ganar la batalla al tiempo", se
alimenta sólo de "leche, fruta y hierbas" --aunque luego dirá
que lo que más le gusta en el mundo es el chocolate y las mujeres--, dice
que por lo menos ahora tiene un respiro económico "aunque el dinero
huye de mí porque sabe que apenas lo agarro, lo suelto donde menos se lo
espera", y en su discurso sólo surge una sombra de resentimiento --"acepto
las cosas como son y no como quisiera que fueran"-- cuando habla de la
falta de respeto que, según él, suscitan los viejos soneros entre
las nuevas generaciones de músicos cubanos.
"Nos tienen envidia y hablan mal de nosotros, pero yo siempre les digo
lo mismo: llevo muchos años haciendo música tradicional y todo el
mundo se vuelve loco por escucharla, así que busquen la manera de hacer
algo que interese a la gente", explica. En este punto, el cantante Ibrahim
Ferrer, que a sus 72 años acaba de grabar su primer disco como solista
--una vez más producido por Ry Cooder, saldrá a la venta el próximo
mes de abril--, tercia en la conversación: "Ellos no pensaron nunca
que nosotros, los viejos, seríamos los que pondríamos el nombre de
<Cuba en el mundo. Durante muchos años hemos estado silenciados en
nuestro país, ni siquiera se nos radiaba en las emisoras de radio, sólo
los números del Médico de la Salsa o NG La Banda, así que
ahora se llevan las manos a la cabeza y hablan de nosotros con desprecio".
Pero, concluye, al final el que manda es el público y, no por inesperado,
puede rebajarse a la categoría de anécdota el creciente prestigio
del que goza la música popular cubana en el mundo. "Todo esto que
está sucediendo ahora hará historia, porque va más allá
de una moda: en algunos jóvenes de la isla está dejando poso." |