www.cubanet.org
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente y su autor.
 

Imitador del rey del pop

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Vladimir Fernández es un  guantanamero que emigró a La Habana a principios de los años noventa, lleno de sueños y  alentado por sus condiciones artísticas  y su singular parecido con Michael Jackson, que auguraba un promisorio futuro como imitador del rey del pop.

Vino a la capital enrolado en las tropas de obreros de la UNECA (Unión de Empresas Constructoras del Caribe), encargada de construir hoteles para el turismo. Vladimir, “el Maykel”, fue ubicado como ayudante de albañil de la Brigada 1 Santiago. Sus coreografías le granjearon rápidamente el cariño del personal ingeniero, que lo mantuvo alejado del cemento para que animara la tediosa vida de la oficina.

“El Maykel” intentó penetrar  una y otra vez en el mundo de la farándula habanera con sus números de imitación, pero siempre lo rechazaron. Fueron los años más duros del período especial. La economía cubana tocaba fondo, las casas de culturas estaban prácticamente cerradas, los espectáculos artísticos  se redujeron a la mitad, los productores no contaban con presupuesto para  aventurarse con principiantes. Una y otra vez el guantanamero chocó con la postergación de sus sueños.

También apareció un  problema: del otro lado del mar el verdadero Maykel sufría una marcada transformación. Su cabello se volvió lacio, la piel blanqueaba, sus facciones se refinaban. Cada día el negrito de San Justo  se parecía menos al rey del pop. Para él era imposible la cirugía plástica. Una vez se desrizó  y casi pierde el cráneo.

La alimentación del contingente era pésima, y con los años el imitador comenzó a engordar. Dejó de ser gracioso a los directivos de la Brigada 1 Santiago y  lo enviaron con el resto de los obreros a dar pico y pala al hotel Copacabana.

Una profunda depresión lo invadió. Se marchó furtivamente de la UNECA y nadie volvió a verlo. Años después la brigada se desintegró, los trabajadores tomamos rumbos disímiles.

Hace unos días visité el acuario. Mientras hacía la cola para entrar reconocí en el parqueo a “Maykel”, viejo, gordo, gastado. Hablaba raro, su comportamiento era el de un trastornado mental. Tal vez la muerte repentina de su ídolo lo haya trastocado, o la frustración por no haber podido realizarse en el mundo del arte. Mascullaba frases en inglés. Pedía limosnas a los visitantes a cambio de pasillos de baile. Lo saludé. Nos retratamos juntos. 

Mientras posaba regresó a Vladimir la vitalidad de aquellos años, cuando su parecido con el rey del pop era asombroso y los obreros de la UNECA lo  vitoreábamos. Con el flash su cara se iluminó, como si sus sueños de ser reconocido en público al fin se realizaran.

Después  del destello su rostro se apagó. Cabizbajo, con la mano abierta y pidiendo, se alejó, murmurando frases en inglés.