LA HABANA, Cuba.- Este fin de semana, Danza Contemporánea de Cuba regresó a las tablas de la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, con la puesta en escena de tres obras muy diversas en cuanto a temática y composición. “DCCrama”, “Reversible” y “Las paredes se van” conformaron un tríptico de impecable factura, ejecutado por jóvenes bailarines cuyo talento y rigor técnico apaciguaron el espíritu de quienes hace un par de meses quedaron muy alarmados por la mudanza de varios intérpretes de Danza Contemporánea hacia la compañía Acosta Danza, recién fundada por Carlos Acosta, primerísima figura del ballet clásico.
La obra “DCCrama”, creada por el bailarín Norge Cedeño, es un prodigio de expresión corporal. Dinámica y muy bien sincronizada, se apoya en la expresividad de una música cargada de disonancias, la sencillez del vestuario y la poderosa ejecución de los bailarines. La unidad coreográfica se fragmenta en escena con el fin de individualizar varios cuadros en acciones diferentes, que mantienen en jaque el intelecto de los espectadores. “DCCrama” es justo lo que se espera de la danza contemporánea, donde tensión y (des) equilibrio son premisas.
De la coreógrafa colombiano-belga Annabelle López Ochoa es la pieza titulada “Reversible”, excelente intermezzo pletórico de juego y sensualidad que ampara todas las variantes posibles del amor. Una obra diferente por la música que la acompaña, el modo en que a través de la danza se recrean los códigos de seducción que a diario despliegan hombres y mujeres, el intenso dramatismo implícito en las relaciones humanas, y el casto lirismo que, desde el discurso de género y la singular expresividad de la danza contemporánea, aporta el desnudo de las bailarinas.
Para cerrar la noche del viernes, un estreno mundial. “Las paredes se van”, coreografía de Julio César Iglesias, representa la más sólida acepción de lo contemporáneo como instante vital; no solo por el lenguaje danzario que propone la obra; sino por el contenido plegado, casi en su totalidad, a la caótica realidad que atraviesa el género humano. Todo en esta composición tributa al sobrecogimiento, la soledad, la violencia. Tras haber ejecutado dos piezas de elevada exigencia, los bailarines de Danza Contemporánea llevaron sus cuerpos al límite del agotamiento físico y psicológico en esta última trama donde cada uno parecía estar defendiendo su vida y su espacio. Un brillante despliegue técnico para una obra cerebral, pendiente del pálpito de la muerte. Tal vez fuera demasiada tragedia para el cierre; tal vez justo lo que se necesita para refrendar, desde el contexto global, el nombre de esta compañía que posee una maravillosa reserva de talento artístico.
Exagerados fueron los nefastos augurios y lutos prematuros. No es menos cierto que a Acosta Danza se fueron bailarines de excelencia; pero a juzgar por lo apreciado la noche del viernes, el elenco dirigido por Miguel Iglesias tiene el potencial necesario para brillar dentro y fuera de Cuba. La impecable técnica de estos jóvenes intérpretes, unida a una mayor expresividad que solo se adquiere con el oficio, los conducirá inexorablemente por el sendero de la perfección.