LA HABANA, Cuba.- En la ciudad de Matanzas, entre el 25 y el 27 de mayo y como parte de las tardas (y reverentes) celebraciones circunscritas al recién pasado 17, por segunda ocasión se encontraron algunos artistas y grupos teatrales que en el país desenrollan soflamas/propuestas audaces sobre el plató, enfilados en conjunto a la defensa/representatividad de las minorías sexuales LGBTI, quienes continúan relegados en sus derechos más rumiables, y adormilados con un exasperante ensueño de modorra de proporciones mefistofélicas.
Muchos coinciden en afirmar que no son tan exiguas las supuestas “minorías” nacionales, porque entre la arcaica invisibilización impuesta y la real conseguida, convergen a punto de caramelo las deseables eclosiones individuales, amalgamadas con discursos de resistencia frente a las masividades ridículas que han hecho catarsis en la actual “actualización” del modelo… ¿Ru-Paul?
La Iglesia Metropolitana, apéndice bautista/protestante de la segunda reforma calvinista que tiene aquí su única sede abierta —y visitada— desde hace dos años en Cuba, aún aguarda por el reconocimiento jurídico para agenciarse un estatus legal, pero corrió en ambas ocasiones con el financiamiento de estos encuentros, los que sirven para dar cabida a diversos, versados e indivisos del país todavía discriminador.
Tal vez el origen de esos dineros foráneos —y el de contribuyentes nacionales también— haya sido óbice para que el Consejo de las Artes Escénicas “no acompañara” el suceso cultural en casi nada durante los dos momentos anuales concluidos, pero mucho menos permitirse el uso de sus instalaciones con sufragios dudosos que la superioridad desaprobaría, mostrándose pacato e indiferente al extremo de permitir que el Gobierno —es decir, el Partido— al cual tributa baúles de pleitesía y le soporta en el andamiaje, irritado por tanta pajarería, se inmiscuyera y desviara actividades programadas como la marcha pública de redención del pasacalle, hacia un parque menos concurrido y perimetral como lo es el Ramón Fraga, y no al de La Libertad (frente al Gobierno mismo) camino trazado y puesto en el programa desde el Teatro Sauto y la Plaza de La Vigía —sitios desbordados de paseantes y turistas—, con nombres demasiado sediciosos.
Con anterioridad, la famosa conga provincial que tocaba este año para proseguir con la musicalidad-espectrografía del CENESEX e iniciada en 2007 de forma arrolladora (primada en 2016 cual sede nacional), fue suspendida.
Por otro lado, en materia de rebajarle importancia, se organizó a la par un evento danzario abracabrador en plazas homologables, y así aparecieron justificantes para los recortes de apoyatura.
No obstante estas astucias inducidas desde las tinieblas (porque jamás se ven las caras, mucho menos el corazón), el haber oficiado un culto abiertamente luterano en plena escena por vez primera en la isla, hecho la exposición de obras relevantes de artistas de la gráfica y la plástica sobre el tema “transformismos” vivos, discutido con la psicóloga cubano-americana Déborah Rodríguez, o la puesta de piezas provocadoras y medularmente críticas al hoy-hoy como “#elpoetaazul…” (Rogelio Orizondo & Martica Minipunto), fueron éxitos que se pasearon entre salas apretadas o en patios abiertos, con ejercicios artísticos performáticos como “Baquestritbois” (de Osikan P—E—E), el que incluyó desnudos estridentes del cuerpo humano, esos que no suelen abundar en tablitas de provincia y escandaliza a brutales beatones.
De modo que, independientemente de algunos medios locales —valientes que desoyeron a ordenanzas a quienes disgustan mínimas libertades—, de oreja en boca corrió la voz sobre tan singular jornada, y se consiguió convocar a un público “útil y necesario” tal cual reza en el misal bíblico.
El Patio Colonial de la Asociación Hermanos Saíz hospedó otras propuestas colaterales al Mirón Cubano, alternando con el Cine Teatro Velazco, el Antiguo Hotel Yara y la Sede de Danza Espiral que dirige la bailarina y coreógrafa Liliam Padrón.
Entrevistadas por este corresponsal, Elaine Saralegui —pastora de la Iglesia de la Comunidad— y Rocío Rodríguez —directora del grupo teatral en su sede—, ahondaron en las humanas motivaciones que las asocian para conseguir llevar a cabo sus memorables menesteres como reivindicadoras serenas.
Paradojalmente, la TV local/nacional sí cubrió —con efusión y efervescencia— la presencia en el territorio del grupo sueco Teatre Sesam, no por su acogida o trascendencia, sino porque en sus benditas representaciones de luces y sombras (incuestionablemente sugerentes al formarse el temible haz que todo traspasa) no se puede poner la mirada en más que un rayito a la vez. ¿Habrían preferido una hoz?
Y en términos del correlato febril arte-religión: si ya han transcurrido dos ediciones y la autoridad no se da por enterada mientras se blasona a tutiplén con raro enojo, ¿cuántas más harán falta para que se desperece o desaparezca?