LAS TUNAS, Cuba.- “En la televisión (cubana) lo único que puede verse es la telenovela brasileña, y los lunes, el programa (humorístico) de Pánfilo”, es vox populi en cualquier sitio de Cuba.
Y si usted pregunta por un buen libro y en las librerías no quieren timarlo con un panfleto, las libreras suelen encogerse de hombros. “Nada”, dicen.
“Demasiados actores cubanos sobreactúan, o carecen del encanto de la naturalidad o no pueden desprenderse de lo cotidiano”, me dijo hace poco un cinéfilo.
El ministerio de Cultura promociona a los cuatro vientos la cultura comunitaria, pero cabe preguntarse: ¿Cuánto cala la creación autóctona en el cubano que no puede competir con los contenidos del llamado “paquete”? ¿Son los cubanos tan estúpidos que no pueden discernir entre lo que entretiene y lo que aburre?
La maestra Digna Guerra dijo esta semana en el programa Mesa Redonda de la televisión cubana que “ese famoso paquete que anda rodando por ahí está haciendo un daño de espanto”.
“A la revolución socialista debemos el privilegio de ser una organización abierta, inclusiva y democrática”, dijo el pasado martes a medios oficiales Miguel Barnet, presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) con motivo de los 55 años que esa organización cumple este lunes.
Ideada por Fidel Castro y en ejecución de su sentencia “dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada, ningún derecho”, la UNEAC fue fundada el 22 de agosto de 1961. Bajo el arbitraje del Comandante, el gremio dio cabida no sólo a intelectuales comunistas, sino también a creadores que al decir de Fidel Castro, aunque “no sean escritores o artistas revolucionarios, tengan oportunidad y libertad para expresarse dentro de la revolución”.
Pero Fidel Castro acordonó hasta dónde debía llegar la expresión de esos creadores. El Comandante había dicho a escritores y artistas en junio de 1961, dos meses antes de fundarse la UNEAC que, “por cuanto la revolución comprende los intereses de la nación entera, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella”.
Decía su S.S. Juan Pablo II que el totalitarismo de tipo marxista-leninista sufre de arrogancia intelectual, dado que ciertos individuos suponen conocer con absoluta certidumbre las leyes de desarrollo social, al extremo, de aplicarlas cuales sentencias inequívocas.
En su encíclica Centesimus Annus (1991), Juan Pablo II dijo: “El Estado, o bien el partido que cree poder realizar en la historia el bien absoluto, erigiéndose por encima de todos los valores, no puede tolerar que se sostenga un criterio objetivo del bien y del mal por encima de los gobernantes y que, en determinadas circunstancias, pueda servir para juzgar su comportamiento. (…) El Estado totalitario tiende a absorber en sí mismo la nación, la sociedad, la familia, las comunidades religiosas y las mismas personas.”
Con censura de corte policial, el totalitarismo castrista tempranamente atajó filmes con secuencias como las de PM, poemarios al estilo de Fuera del juego y novelas aparentemente apolíticas con el discurso de Celestino antes del alba.
Tras las talanqueras del más tarde llamado “quinquenio gris”, los comisarios metieron escritores que, creyendo en la “oportunidad y libertad para expresarse dentro de la revolución”, concluyeron como amanuenses del “realismo socialista”, o rumiantes de sus propias castraciones.
Si sólo a 90 millas de la Isla las nuevas generaciones de escritores estadounidenses tuvieron un Salinger a quien mirar, no fue raro que los jóvenes escritores cubanos miraran con una sonrisa escéptica a quienes debieron ser sus bitácoras.
Pero la emasculación sufrida por la nación cubana que la hace importar productos culturales en lugar de recrearse con lo autóctono, no sólo obedece a la censura, sino también a la autocensura generada por el mecenazgo.
“Hay la idea de organizar algún sitio de descanso y de trabajo para los artistas y los escritores” (…) Estábamos pensando en establecer algún tipo de premio para los mejores escritores y artistas progresistas del mundo”, dijo Fidel Castro en fecha tan temprana como es junio de 1961.
Ya lo había dicho José Martí: “Por casa con coche y bolsa para querida vende la lengua o la pluma mucho bribón inteligente.”
Y se multiplicaron las casas, los coches, las bolsas, las queridas, los viajes y los viáticos. Faltaron, eso sí, obras de arte que hicieran a los cubanos reír y llorar.
En Sociología de la literatura Robert Escarpit dice: “El mecenazgo es el mantenimiento del escritor por una persona o una institución que lo protegen y que, en recompensa, esperan de él la satisfacción de necesidades culturales”.
“Las relaciones entre cliente y patrón no son del todo ajenas a las relaciones entre siervo y señor”.
“A lo largo del tiempo el mecenazgo de Estado se ha manifestado en el otorgamiento de pensiones más o menos regulares o en la atribución de funciones oficiales”.
En opinión del escritor egipcio Taha Hussein, “resulta inquietante que el mecenazgo coincida casi siempre con una tiranía, con un despotismo, con una dictadura”.
Hace apenas una década, al inaugurar la Plaza Emiliano Salvador en Puerto Padre, el director de Cultura dijo que Emiliano había integrado el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC junto a músicos del talento de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Arturo Sandoval y Paquito D´ Rivera.
Descendiendo la escalinata de la plaza, Jorge Cuevas, integrante del Comité Central del Partido Comunista (PCC), a la sazón primer secretario en Las Tunas, comentó: “El director de Cultura mencionó a los traidores en su discurso”. Huelga decir que, aunque luego restituido, el director de Cultura fue echado de su puesto.
Existen ejemplos de censura rayanos en lo ridículo. En el municipio Puerto Padre, donde existe un comité de la UNEAC y se han debatido estos temas, ha prevalecido la censura. Censurados han sido desde las carabelas de Colón hasta el Quijote. De las tres velas que en 1492 el Gran Almirante debió ordenar arriar aquí, a un grupo de artistas sólo se permitió levantar dos a la entrada de la ciudad, de las que una fue arrancada por el huracán Ike en 2008 sin todavía hoy ser restituida.
“Han llegado los bárbaros”, debió decir el censurador. El proyecto del artista simbolizaba La Niña, La Pinta y La Santa María, el primigenio acto del descubrimiento en Puerto Padre.
Pero el censurado más reciente fue el Quijote. Hace sólo uno o dos meses en un programa de radio Libertad, otrora Radio Puerto Padre, el historiador de la ciudad debió explicar a un periodista ¿por qué el Quijote mirando al mar…, por qué con el escudo descolgado…, y por qué con una lanza caída…?
Cierto. Cada vez más en lugar de ver programas culturales nacionales, los cubanos encienden sus televisores para reproducir el contenido del “paquete” importado. La respuesta a ese desencuentro de identidad pareció dárnosla el escritor español Max Aub, cuando, invitado al Congreso Cultural de La Habana en enero de 1968 se preguntó en su diario Enero en Cuba: “Alfabetizar. Bien. ¿Para qué? Para leer. ¿Para leer qué? ¿Granma, Bohemia? ¿Cuentos, pies de dibujos? ¿Algunos a Marx y Lenin? Todos a Fidel. Pero… ¿Garcilaso?