LA HABANA, Cuba.- Lo encuentro en el parque de Jaimanitas lanzando una broma al aire: “Nadie en la calle ni en la casa; todos a la Plaza, que yo los veré por el televisor”.
Conversamos sobre la situación actual y de cómo “evoluciona la cosa”; y me dice que mal, porque se están cometiendo muchas infamias con los ciudadanos. Por eso ya no va a la Plaza los primeros de mayo.
Me cuenta que hace poco fue víctima de una injusticia, cuando le quitaron su escopeta de caza que le pertenecía y llevó con él más de cuarenta años. A pesar de tener licencia para portarla y el carnet del Club de Caza y Pesca Deportiva.
“En 2012, cuando se ordenó el nuevo registro de armas, fui a renovar mi licencia de la escopeta. Pero la encargada me dijo que el arma estaba circulada en Camagüey y debía entregarla en la estación de policía de Playa”.
“Me olí que querían quitármela para dársela a otro, vaya usted a saber quién. Le pregunté: ¿Circulada por qué, y por quién? No supo responderme. Dijo que no estaba autorizada a dar esa información. Entonces llamé al coronel jefe de la arrocera en Camagüey, donde tenemos el coto de caza. Que es Jefe del Club Provincial, y me contestó que sí, la escopeta estaba circulada, pero no sabía por quién”.
Este hombre tiene 75 años y cuenta con una larga historia revolucionaria. Comienza desde niño, cuando ayudaba a su padre de mensajero en el Ejército Rebelde. Luego participó en la toma del cuartel de Levisa, en Holguín, y al triunfo de la revolución lo trajeron en un camión para La Habana, con cien jóvenes holguineros, colaboradores de una forma o de otra en el triunfo de la revolución.
Fundaron la compañía 30 de artillería, que luego se convirtió en la gran unidad 1280. El día de su cumpleaños, el 9 abril de 1961, se encontraba desplegado en una loma de Pinar del Río, pocos días antes de que a su unidad la llamaran para la batalla de Girón, “donde tiré tiros como un caballo”.
Luego fue seleccionado para entrenarse como “hombre rana” y cumplió diferentes misiones, sobre todo “la de Jamaica”, pero no quiere dar detalles. Más tarde fue ejecutivo provincial de la extinta “Sociedad de Educación Patriótico Militar” (SEPMI), alternando las clases de tiro con la supervisión en Camagüey de la zona arrocera y su desempeño en el Club de caza provincial, al que representó en torneos nacionales.
“Es mucho lo que puedo contarte de mi trayectoria revolucionaria. Pero la verdad es que estoy desalentado. No fue para esto que peleamos. Mi padre quería otra cosa, murió decepcionado, aunque en aquel tiempo no lo comprendí. Antes de morir me regaló la escopeta, que me ha acompañado toda la vida. Y ahora resulta que está circulada; no se sabe por quién, ni porqué. Además, no me renovaron la licencia para portar armas”, relata.
Le pregunto qué pasó con la escopeta y me dice que la perdió. Tuvo que entregarla en la estación de policía.
“Es una escopeta buena. Nunca ha fallado. Participó con mi padre en varios combates y fue decisiva en la toma del cuartel de Levisa. Fue a Girón y a otros lugares y era como de la familia. Ahora no sé en manos de quién andará”.
Le pido su testimonio para hacerlo público, pero duda que tenga algún resultado. “Si sirviera para que no cometan la misma injusticia con otra persona, vale. Pero no pongas mi nombre. Llámame Torañito, mi antiguo nombre de guerra. Diminutivo de Toraño, seudónimo de mi padre. Ellos lo recordarán: un ‘caballo’ con la escopeta”.