LA HABANA, Cuba. -En los últimos tiempos las autoridades cubanas, al parecer conscientes y temerosas de los niveles de violencia que agobian a la sociedad en sus más disímiles espacios, tratan de impulsar toda suerte de campañas e iniciativas con el objetivo de atenuar los efectos de un fenómeno que complica la vida social e incluso familiar. A pesar de que en Cuba no contamos con información fluida ni con la llamada crónica roja, las recurrentes manifestaciones de violencia y sus graves efectos llegan a estremecer nuestra ya compleja cotidianidad.
En días pasados los espacios informativos de la Televisión cubana (completamente estatal) dio cuenta de las conclusiones parciales de la reunión de chequeo de los resultados del primer año de trabajo del sistema de atención a las problemáticas de la violencia dentro del programa nacional de educación y salud sexual.
En la información se habla, como casi siempre, de “resultados que demuestran avances significativos” avances significativos que muy rara vez se reflejan en la vida diaria o en las verdaderas necesidades de los ciudadanos. También se hace referencia a la supuesta interrelación entre el Estado y la “sociedad civil”. Este concepto resulta relativamente nuevo para los gobernantes cubanos, quienes con proverbial oportunismo lo utilizan para confundir a los observadores, los interlocutores y sobre todo a los donantes internacionales y con el cual denominan a la abultada carpeta de instituciones totalmente dependientes de su poder totalitario.
En la información apareció la señora Mariela Castro Espín, la infanta y malograda educadora de círculos infantiles, quien gracias al diseño nepotista del poder en Cuba ha asumido el liderazgo de cosas para las que evidentemente no está preparada. La directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) expresó en primera instancia:
“Se hizo un vínculo mucho más estrecho con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Se han impartido seminarios, se han realizado cursos muy importantes con la PNR en las tres regiones del país que vamos a continuar este año para garantizar su preparación respecto a la atenciónde la población en las diferentes y amplias y complejas problemáticas de la violencia.”
La infanta y compañía, son a todas luces incapaces de entender que, por muchos seminarios que impartan, la violencia institucional y las violaciones a la integridad y la dignidad de los ciudadanos no se eliminaran mientras prevalezcan conceptos machistas y racistas en las concepciones institucionales de los organismos de orden público. Si además no se establecen mecanismos de prevención y castigo a la impunidad y la arbitrariedad de las autoridades, si la opinión pública no puede señalar por su nombre los cotidianos desmanes y atropellos, no se detendrá la lamentable saga de abusos e injusticias que sufren cada día en las calles cubanas muchos ciudadanos simplemente por su color de piel, por su edad, por su imagen física, su preferencia sexual o su identidad de género.
Mientras los agentes del orden público estén seguros que no van a sufrir consecuencia alguna por extorsionar o abusar física o sexualmente de prostitutas u homosexuales, la señora Castro Espín puede cansarse de impartir seminarios sin obtener resultado alguno.
La información da cuenta que en la citada reunión se calificó como mercancías a las personas que ejercen la prostitución, sobre lo cual terció la señora Castro Espín:
“Las mercancías no tienen derechos, si te dedicas a la prostitución tus derechos van a ser mucho más vulnerados que en otras circunstancias, por tanto la sociedad debe proteger a sus ciudadanas y sus ciudadanos en este tipo de circunstancias y hacer un trabajo más directo, más comunitario con la familia, con las personas directamente apoyándonos en muchos de nuestros componentes de estructura social comunitaria que son tan útiles como se hicieron en los primeros años de la revolución.”
Tal parece que esta señora habla sin pensar. ¿Cómo esperar obtener resultados en la lucha contra la violencia y la injusticia si se despersonaliza a las posibles víctimas? Si no se asume la condición humana y sus derechos inherentes como anteriores a cualquier otra condición, convencionalismo, norma o poder, todos seremos posibles víctimas indefensas de esas impunes injusticias.
Como siempre sucede las autoridades cubanas y su “sociedad civil” solo se dedican a describir los problemas o atender a sus consecuencias, pero nunca buscan las causas estructurales ni a los responsables institucionales de los traumas que padecemos. Tanto retraso económico, las crecientes desigualdades que polarizan la sociedad, la impunidad institucional, la ausencia de garantías jurídicas a los derechos fundamentales de los individuos y los componentes de estructura social comunitaria más dispuestos para delatar y reprimir que para educar, son el natural caldo de cultivo de esa violencia generalizada y hace inútiles las campañas y los seminarios.
Para esta señora las prostitutas en Holanda son personas con todos los derechos y consideraciones mientras las cubanas descienden a la categoría de mercancías siempre prestas a ser victimizadas. Resulta impresionante apreciar como a pesar de su discurso demagógico la mentalidad colonial, racista y anti nacional de esta familia gallega permanece intacta tantos años después de que su patriarca fundador fuera derrotado en el 98 del siglo ante pasado.
¿Qué sentido tiene hacer estériles reuniones e impulsar campañas publicitarias si además de la recurrente e impune violencia policial se siguen alimentando los diseños del más deplorable terrorismo de Estado? Poco efecto tendrán las campañas por la no violencia mientras subsistan los actos de repudio y las agresiones físicas a pacíficos opositores.
Al parecer para la líder oficialista de la lucha contra la violencia de género con sus visiones distorsionadas de la realidad, considera a las damas de Blanco como alguna especie de objeto inanimado, en tanto proyecta sus campañas mientras estas valerosas cubanas, modelos de civismo, pacifismo y compromiso con los derechos humanos, son cada semana víctimas de escarnios, atropellos y golpizas.
Más allá de sus declarados compromisos verbales, la alineación de las autoridades cubanas con los valores de la no violencia resulta ser falsa e hipócrita, los prejuicios y condicionamientos políticos siguen prevaleciendo sobre el humanismo, la justicia y el respeto a la legalidad. Para los gobernantes cubanos ésta especie de no violencia selectiva constituye de ante mano una nueva batalla perdida.