MIAMI, Estados Unidos. — Entre calores agobiantes y escasez de agua potable, los cubanos se preparan para las altas temperaturas del mes de agosto. Los termómetros alcanzaron registros pavorosos en junio y julio, así que este segundo mes de vacaciones se espera una canícula severa, con peligro para todos, pero especialmente para los niños, los ancianos, las mascotas y los animales callejeros.
El problema sería más llevadero si las descargas eléctricas dejaran de impactar en los sistemas de bombeo que aseguran el abastecimiento del vital líquido a los capitalinos. Desde que comenzó a faltar el vital líquido, el régimen culpa a los fenómenos climatológicos, la sequía y, de forma tangencial, a la obsolescencia de la tecnología con que a duras penas funciona el sistema hidráulico en La Habana.
Durante junio y julio, medios estatales e independientes reportaron que cerca de doscientos mil residentes en la capital se encontraban afectados en el suministro de agua. Diez de los quince municipios de la ciudad sufrieron escasez, siendo los más perjudicados Marianao, La Lisa, Playa, Centro Habana y Habana Vieja. En menor medida también fueron afectadas varias comunidades de Boyeros y Arroyo Naranjo.
Corre el mes de agosto y los municipios más céntricos continúan reportando irregularidad en la frecuencia de abastecimiento, así como una reducción drástica en los horarios de bombeo. Donde antes se recibían diariamente seis horas de agua, ahora llegan, si acaso, cuatro, y en días alternos.
La respuesta invariable del gobierno es que están trabajando para solucionar el problema, mientras las pipas no cumplen con las asignaciones establecidas y miles de litros son desviados hacia restaurantes privados y mipymes, que pueden pagar entre 25 y 30 dólares por el servicio.
Así las cosas, agosto promete ser otro ciclo infernal en un país donde la crisis no amaina. Cada día se multiplican las colas, las privaciones, el agotamiento y la inflación, que sigue campeando a sus anchas por una economía distorsionada.