LA HABANA, Cuba. – Las lluvias del huracán Ian desbordaron una vez más el río Orengo, en Arroyo Naranjo. En zonas bajas de las barriadas La Palma, Poey, Párraga y Fraternidad, las aguas contaminadas penetraron en las viviendas, dejando una estela de putrefacción y pestilencia.
Según los vecinos, tres horas de lluvias intensas son suficientes para que el río se salga del cauce e invada las viviendas aledañas. Sin embargo, los eventos meteorológicos no son el único factor que agita a la principal corriente fluvial del municipio. Las deficientes políticas medioambientales del régimen, refieren, tendrían una importante cuota de culpas en el asunto.
“Por aquí no vino nadie a evaluar los daños o por lo menos mostrar solidaridad. Pero eso no sorprende a ninguno de nosotros”, cuenta Lionia Arce Mederos, quien reside en la calle Fernando de Párraga, a pocos metros del río. Las autoridades esquivan la visita, explica, para evitar el debate sobre la higienización del río y sus márgenes, una responsabilidad que continúa cayendo al suelo.
A lo largo de más de dos décadas, las denuncias sobre la situación tocaron las puertas de los gobiernos municipal y provincial, de las empresas de Comunales y Aguas de La Habana. En todo ese tiempo más de 10 misivas quedaron sin respuesta, y los remitentes dudan que algún dirigente las hubiera leído.
En 2017 las copiosas lluvias del huracán Irma provocaron “una de las inundaciones más grandes que se recuerden”. Las aguas contaminadas del Orengo subieron un metro dentro de las viviendas, cubriendo los depósitos soterrados de agua potable.
“Creo que fue el brote más complejo en el que he trabajado. Más de 30 personas, una detrás de otra, fueron llegando con cólera, giardiasis y otras enfermedades diarreicas. Todo en cuestión de tres días a una semana”, reportó una antigua enfermera del Policlínico Docente “Orlando Matos Mosqueda”, de Párraga, quien pidió anonimato por temor a sufrir represalias laborales.
En su reporte, la fuente citada señala que las pruebas de laboratorio efectuadas a estanques de agua de consumo humano detectaron la presencia del bacilo Vibrio cholerae, causante del cólera, así como Escherichia coli, Salmonella, Shigella y amebas.
“El río era la fuente contaminante, fue fácil localizarla, y de una u otra manera siempre lo ha sido. Recuerdo los brotes de dengue y los casos de leptospirosis, por los mosquitos y las ratas que se crían en los vertederos de su orilla”, destacó.
Martín Pérez, una amenaza para sus vecinos
El río Martín Pérez nace en el reparto El Moro, de Arroyo Naranjo. Cruza San Miguel del Padrón, atraviesa las pobladas comunidades de Lawton y Luyanó para bordear La Habana Vieja por el este, hasta desembocar en la bahía.
Los inquilinos de las orillas del río sufren estrés por las amenazas de inundación, la invasión de vectores y el mal olor permanente que surca los domicilios. El cauce, intermitente y repleto de desechos sólidos, con el paso del tiempo ha escarbado la tierra y en diferentes puntos le arrebata espacios a la urbanización.
En época de sequía, el tramo que va de la Calzada de Luyanó a la Carretera Central son cuatro kilómetros de charcos aislados e islotes de basura, que emergen de las aguas contaminadas por los residuos químicos de las industrias y las aguas albañales.
“La situación en esta zona es muy desfavorable, cuando no es el agua es la basura, pero el río divide la ciudad y no se puede cruzar sin entrar en contacto con toda esa pudrición”, dijo Juan Carlos Yera Saldívar, un vecino de la Virgen del Camino que, junto a otras 26 personas, es firmante de una carta presentada en 2016 al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), al Gobierno y al Partido del municipio y la provincia.
En el documento, argumenta Yera, los vecinos reclaman la limpieza y dragado del río, y una mejor organización del sistema de colecta y recogida de basura para que las personas no se vean forzadas a arrojar los desperdicios en áreas del afluente.
Las autoridades de San Miguel fueron las únicas en atender los reclamos. Sin embargo, lejos de ser positiva, la respuesta avivó más la controversia al responsabilizar a la comunidad de ocasionar el problema y negar la existencia de recursos para su solución.
“Si la gente bota basura y escombros en el río es porque no tiene dónde más hacerlo. Además, la acumulación de basura no se produce de la noche a la mañana, lleva tiempo. ¿Qué han hecho para impedirlo? Se hacen los chivos con tontera, no resuelven ni apoyan en nada”, relató Damaris León Díaz, otra de las firmantes.
Nuevas cartas, escritas de manera individual, continuaron llegando a los buzones del Gobierno en sus organismos centrales. La constancia pareció dar resultados en 2018, cuando la Asamblea Municipal del Poder Popular de San Miguel del Padrón puso la mirada en el problema.
“Limpiaron algunas cunetas del río y con el buldócer sacaron un poco de basura, pero el origen del problema no lo tocaron, sigue ahí. El resto todo fueron amenazas por botar basura y dañar el medio ambiente”, dijo León.
La Ley 81 “Del Medio Ambiente”, aprobada el 11 de julio de 1997, establece las responsabilidades de los actores estatales en materia medio ambiental, al igual que los derechos y obligaciones de la sociedad en general.
Anabel Domínguez Pérez, inspectora de la Unidad de Medio Ambiente de La Habana, acotó que el monto de las multas por verter desechos a los ríos oscila entre los 200 y 3000 pesos. No obstante, puntualizó que “por conciencia” no se aplica el mayor rigor, “atendiendo al contexto en que se dan los hechos”.
El Almendares es el río más grande de la capital y el más dañado por la contaminación, acción perjudicial en la que, además de la sociedad, participan las industrias estatales.
“Es cuestión de prioridad, saben que tienen el poder en la punta de la piragua. Entonces pienso que se concentran en cosas que para ellos son más importantes; de todos modos, nadie puede multarlos o sancionarlos por el daño medioambiental que causan. La naturaleza puede morir y las personas a su alrededor sufrir las consecuencias, eso no les apura”, expresó Daylis Escalona Mendoza, residente del reparto El Náutico, en las cercanías de la desembocadura del Almendares.
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