LA HABANA, Cuba. – El 19 de diciembre de 1930 el físico alemán Albert Einstein estuvo de paso por La Habana. El periplo, que debía concluir en la ciudad estadounidense de San Diego, había iniciado en Amberes, Bélgica, y se detuvo aproximadamente 30 horas en la capital cubana.
Acompañado por su esposa, Elsa, el padre de la bomba atómica descendió del vapor Belgenland con la urgencia de comprarse un sombrero para protegerse del intenso calor tropical. Fue conducido sin dilación a la exclusiva tienda El Encanto, cuyo gerente le obsequió el elegante jipijapa con que accedió a retratarse en el propio establecimiento, a modo de cortesía.
El fotógrafo Gonzalo Lobo fue el encargado de dejar constancia del paso por La Habana del eminente científico, quien visitó además la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, donde recibió un solemne homenaje y compartió con prestigiosos académicos, científicos e ingenieros del país.
La abultada agenda de Einstein incluyó un encuentro con la comunidad hebrea de Cuba, un almuerzo en el hotel Plaza, un recorrido que incluyó, entre otros sitios de interés, el Country Club, el Havana Yacht Club, la Escuela Técnica Industrial, el aeropuerto de Rancho Boyeros y las obras del Acueducto de Vento. La visita a la Universidad de La Habana no pudo concretarse debido a que la casa de altos estudios se había convertido en un nicho de rebeldía contra el Gobierno de Gerardo Machado; por ende, se encontraba clausurada por decreto presidencial.
La fatiga tras una jornada de intenso ajetreo no le permitió al creador de la Teoría de la Relatividad pasar la noche en el deslumbrante Hotel Nacional, que estaba a punto de inaugurarse. Habiendo rechazado amablemente la invitación oficial, Einstein prefirió dormir a bordo del Belgenland, atracado en el puerto habanero.
Al día siguiente, pidió conocer las zonas humildes de la ciudad. Fue una experiencia impactante para el físico, que dejó constancia de sus impresiones en su diario de notas: “Clubes lujosos al lado de una pobreza atroz, que afecta principalmente a las personas de color”.
Noventa y dos años han transcurrido desde aquella visita a La Habana. Si Albert Einstein pudiera regresar hoy, pensaría exactamente lo mismo; solo que en lugar de clubes, hablaría de “hoteles lujosos”.
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