LA HABANA, Cuba. – La XXXI Edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana fue inaugurada este jueves en la sala Nicolás Gillen de la Fortaleza San Carlos de la Cabaña. La primera jornada fue a puertas cerradas, a pesar de que la propaganda publicitaria invitaba al público a participar desde la apertura del evento.
La Feria Internacional del Libro de La Habana es la principal cita con el libro y la literatura en Cuba. El evento, que cada año se celebra entre los meses de febrero y marzo, se extiende por varias subsedes de la capital y el país. El año pasado recibió 2 238 000 visitantes, según las cifras divulgadas en los medios oficiales.
“Durante todo el día hemos tenido que virar a muchas personas que vinieron confundidas. La información realmente ha sido muy mala, y eso siembra un mal precedente, genera molestias y comentarios negativos que se pudieron evitar. Los organizadores debieron explicar que el primer día era solo para invitados”, comentó a CubaNet Yolanda Cárdenas Sayas, trabajadora de la Feria.
La Fortaleza de San Carlos de la Cabaña pertenece al complejo militar Morro-Cabaña, enclavado sobre la rocosa altura que se erige a la entrada de la bahía habanera, por su lado este. La vía más rápida, a través del túnel submarino que atraviesa la bahía, cubre en pocos minutos los tres kilómetros aproximados que separan a la ciudad del sitio histórico.
Sin embargo, el escaso transporte público que circula por estos días complejiza el traslado de público hasta el recinto que, además de material de lectura, ofrece actividades recreativas y venta de alimentos y bebidas no alcohólicas.
“No calculan el trabajo que se pasa. Hay hasta que venir atrabancado contra la puerta de una guagua. Por la televisión dijeron que era a partir del día 9, pero ahora llegas y lo único que hay es mucha policía, por todos lados. Los muchachos venían ilusionados y ni siquiera un refresco pudieron tomarse”, lamentó Israel Ramírez Herranz, quien intentó acudir al evento, en vano, con sus dos hijas.
Dedicada a Colombia, bajo la temática de “una lectura inclusiva”, la cita literaria dispone de más de 4,2 millones de ejemplares impresos, 4200 títulos y más de 1000 libros digitales. Las novedades serán alrededor de 300 nuevas obras.
Mercedes Torriente La Hoz, miembro de una de las casas editoriales que representan a la Isla en el evento, explicó que “se realizó un excelente trabajo organizativo” que garantiza “una feria con más calidad que la anterior”.
De manera negativa, Torriente resaltó que los precios sobrepasan “lo que pueden gastar muchos padres en un libro de literatura infantil, o un estudiante o un profesional en un material que pudieran necesitar para su crecimiento”.
Sin precios diferenciados
En los últimos 100 metros de la calle que conduce a la Fortaleza San Carlos de la Cabaña se ubica el área principal de venta de alimentos, a cargo de unidades básicas y establecimientos del sistema de Comercio Interior subordinadas a los órganos del Poder Popular; y otras que, en condición de arrendadas, recibieron una licencia del Gobierno provincial para estar presentes en el evento.
En cualquiera de los casos, los precios se establecen por el sistema de oferta y demanda a partir de los costos “de la compra por autogestión de las bebidas y los productos alimenticios frescos o elaborados”, según explicó Raicel Bermúdez Costa, administrativo de la empresa Monte Barreto.
La aplicación de la Resolución No. 99 de 2019, disposición del Ministerio de Comercio Interior (MINCIN) que flexibiliza las regulaciones para que las entidades puedan comprar a personas naturales o jurídicas, quienes sustituyen al Estado como surtidor mayorista, según argumenta Bermúdez, desembocó en un entramado comercial que encarece el precio final de los productos.
“Todo eso está controlado por las llamadas MIPYMES (micro, pequeñas y medianas empresas), que son quienes salen, compran barato y luego te venden caliente. Te venden por cantidad y los precios, igual, siguen siendo altos. Por ejemplo, una caja de refresco no se baja de los 2400. ¿A cuánto tienes que vender luego, cuando haces una inversión grandísima que demoras en recuperar?”, se preguntó.
De ese modo ―puntualiza Hermes Fleites Meriño, trabajador de la unidad básica Hansel y Gretel― quienes deseen comprar una botella de agua tendrán que pagar de 100 a 120 pesos, y entre 150 y 230 pesos por un refresco enlatado o una malta.
“Y la ganancia no es mucha, hay que contar que se paga el permiso para vender aquí, la licencia, empleados, transporte y otras cosas que van surgiendo por el camino”, acotó Fleites.
No obstante, siempre quedan opciones más baratas, aunque de menor calidad. “Refresco Coracán o granizados, eso es lo que le toca al cubano que no recibe remesas. Traer a los hijos es un dolor de cabeza: cuando empiecen a pedir cómo les explicas que no puedes comprarles lo que les gusta. Refresco de pipa y un librito de cuentos, es lo que les toca”, lamentó Juan Carlos Primelles Sáez.