PUERTO PADRE, Cuba -. Decenas de madres tienen hoy a sus hijos presos y decenas de hijos hoy tienen a sus padres encarcelados, con prolongadas condenas de privación de libertad, por sedición y, en suma, por delitos conceptuados para proteger los poderes del Estado totalitario y la autoridad dictatorial de los gobernantes y dirigentes castrocomunistas, de sus empleados y de sus símbolos. Por esa misma razón, la de servidumbre a un partido político monopolista, tal legislación penal coarta los derechos civiles y los derechos universales todos. Así llegamos al tercer aniversario del 11J, las protestas populares que a partir del 11 de julio de 2021 estremecieron a los cubanos y, por su criminalización brutal, escandalizaron al mundo civilizado, acostumbrado a las manifestaciones cívicas. Pero un devenir de esta naturaleza no es improbable en Cuba, y, hace más de 60 años, sucesos así ya habían sido evaluados y pronosticados por los servicios de inteligencia de los Estados Unidos.
Concretamente, antes de nacer Miguel Díaz-Canel o razonablemente contemporánea con él, ya había sido evaluada en Washington, la posibilidad de cumplimiento, real, de la “orden de combate” permanente que, tanto Fidel Castro como su hermano Raúl, habían dado a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), al Ministerio del Interior (MININT), a los integrantes del más tarde llamado Partido Comunista de Cuba (PCC) y a todos sus seguidores, y que, en definitiva, sería Díaz-Canel el 11 de julio de 2021, en La Habana, el encargado de cumplirla. Los servicios de inteligencia estadounidenses habían estimado el 1ro de agosto de 1962, que, por sí solo, sin la intervención militar de Estados Unidos, un levantamiento popular no lograría el derrocamiento del régimen, pues las Fuerzas Armadas cubanas eran leales a la dirección personal de los hermanos Castro, y tenían condiciones suficientes para intimidar a la población en general y suprimir cualquier insurrección popular, con el apoyo, con partidarios castrocomunistas –como vimos el 11J en toda Cuba, movilizarse a los comisarios del PCC.
Ya en una evaluación anterior, del 4 de mayo de 1961, los oficiales operativos de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos, que consta de diversas agencias y no sólo de la CIA, habían estimado que el régimen castrocomunista había construido un muy abarcador sistema de seguridad que le permitía controlar, virtualmente, cada faceta de la vida en Cuba, por lo que no habría cambio en las condiciones políticas del país, y que a largo plazo, toda la oposición efectiva al régimen probablemente sería eliminada, y, obsérvese este punto detenidamente pues ya hace más de 60 años los analistas estadounidenses habían evaluado que, la eliminación de Castro de la escena (política) causaría serios problemas, pero la burocracia y el aparato (policial) están tan firmemente entrelazados que ellos podrían continuar operando sin él, por lo que, hundidos los cubanos en sí mismos, cabe preguntar:
¿Muerto Raúl, el último de los hermanos Castro ya nonagenario, proseguirá el totalitarismo comunista en Cuba?
¿Proseguirán los cubanos matándose y robándose entre sí mientras callan y bajan la cabeza ante la dictadura que los oprime?
Para quienes creen que un agravamiento de la ya pésima situación económica producirá un cambio de régimen en Cuba, les traigo una mala noticia. Aunque en lo económico el régimen es vulnerable por su intercambio foráneo, por la falta de piezas de repuestos, de materias primas, por la deficiente dirección de la economía, la decadencia del ingreso per cápita, la escasez de consumo y el mercado negro creciente, esto no implica que, por factores económicos, se arriesgará su estabilidad política. Luego, salvo por un milagro, el futuro de Cuba y de los cubanos parece negro, y personalmente, yo no creo en más prodigios que en aquellos hechos por las personas con sus propias cabezas y sus manos.
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