Foto-galería cortesía de Leonardo Rodríguez Alonso
TAGUAYABÓN, Cuba.- Dos de agosto: otro amanecer lúgubre en la calle Egido, en el barrio Pueblo Nuevo, en Camajuaní, Villa Clara. Las viviendas con los números 8 y 9 amanecen esta vez con restos de clarias y tencas, algo con lo que los cubanos estamos bien familiarizados.
Esta vez a mi vivienda, habitada por seis personas, se sumó la de Marino Andrades y su esposa. El matrimonio Andrades y quien escribe poseemos una marca: decimos la verdad, pertenecemos a la oposición pacífica dentro de esta Isla y no tememos a la mano larga del Gran Hermano, el que está en todas las vallas de las carreteras, oficinas, escuelas…
La materia orgánica en descomposición y el fuerte olor a putrefacción sobrepasó los límites. Si tuviera alguna influencia invitaría a algún laboratorio importante del mundo para que descubriera la presencia de una sustancia nueva en este compuesto que ha dejado a una cuadra (calle) entera con náuseas.
En este pedazo de calle viven 15 niños y numerosos ancianos, además, recientemente hemos tenido dos eventos de cólera en las cercanías y otras enfermedades contagiosas; las redes de aguas están llenas de agujeros, por lo que este suceso “le pone la tapa al pomo”.
¿Quién garantiza que no pudieran estar contaminados con el cólera estos desechos? ¿Por qué no traen los perros del programa de la Televisión Cubana Tras la huella donde la policía resuelve todos los entuertos?
Esto es un sabotaje a la salud. ¿Qué dirían los burócratas de la UNICEF? ¿Qué diría Margaret Chang, secretaria general de la Organización Mundial de la Salud (OMS)?
Nada, se dejarían llevar del cabestro como corderitos para oír lo que quieren escuchar, o más bien, lo que les conviene. En definitiva, si no obtienen los logros en su gestión, sus puestos peligran y quién mejor que Cuba que es un especialista en mentirología.