VILLA CLARA, Cuba. — Muchos años antes de que los santaclareños entendieran el significado de la curiosa fuente de “El niño de la bota” dispuesta hacia 1925 en su parque central, en varias regiones norteamericanas la figurilla era venerada y considerada como un símbolo local.
“The Boy with the Leaky Boot” o “The boy with the boot” se encuentra en cerca de 24 ciudades solo en los Estados Unidos, aunque existen estatuas similares en Alemania, Canadá, Venezuela o en Inglaterra (en el memorial de la Princesa Diana). La imagen del niño con la bota fue creada originalmente por la compañía neoyorkina J.L. Mott Iron Works, que se dedicaba a la fabricación de piezas y accesorios de plomería a finales de 1800.
Se cree que la fuente obtuvo popularidad inmediata desde que fue incorporada al catálogo de esta empresa con treinta y tres copias identificadas en el país, en estados como Nueva York, Wisconsin, Nueva Orleans, Maine, Texas o California, entre otros, aunque algunas de ellas sufrieron daños o robo a lo largo de la historia. Quince de las fundiciones originales siguen en pie en todo el mundo.
Una de las primeras emplazadas en Estados Unidos fue la de Sandusky, Ohio, a orillas del lago Erie, que guarda muchísimas similitudes con la traída a Cuba en los años veinte y que constituye un símbolo oficial de esta localidad. En Ellenville, por ejemplo, existen tres estatuas gemelas del niño y una de ellas representa la pieza central e identificativa del poblado, a tal punto que el diario Shawangunk Journal lo adoptó como insignia.
Reseñas en diarios de estas ciudades atestiguan que las figurillas fueron concebidas para rendir homenaje a un niño llevaba agua a los soldados moribundos durante la guerra civil norteamericana. Esta leyenda popular cuenta que el menor andaba en busca de su hermano perdido entre las víctimas cuando se percató de que podía usar su bota para trasladar el líquido desde un arroyo cercano. Otras publicaciones aseveran que constituyen una referencia a los drummer boys, o sea, los niños tamborileros que acompañaban a las tropas.
En general, gran parte de los monolitos fueron fabricados con calamina y representan al chico descalzo en similar pose: porta una gorra y pantalones a la rodilla sostenidos con tirantes, tiene una de las manos en su bolsillo y sostiene la bota a la altura de su rostro, cuya suela agujereada desprende varios hilos de agua.
Las publicaciones sobre estas fuentes en Estados Unidos coinciden en que la posición de la bota varía, ya que a veces el dedo del pie apunta hacia la izquierda y otras hacia adelante, como resultado de reparaciones por daños o goteo defectuoso. En algunas de estas zonas, la estatua se conoce como “El niño de la bota infortunada”, el mismo título que recibió la de Santa Clara, que fue trasladada a Cuba gracias a la gestión del general Francisco López Leiva.
Sin embargo, alrededor de la figura existen algunos misterios inexplicables. Por ejemplo, en la primera imagen que aparece de la fuente en 1925 la bota está orientada con la punta hacia el frente y en una portada de la revista Villaclara del siguiente año se muestra hacia el centro, por lo que los historiadores suponen que sufrió algún percance a solo meses de instalada.
Por muchos años, la estatua fue motivo de orgullo y punto de encuentro para los santaclareños, hasta que a finales de los treinta se retira del lugar para colocar un busto de Martí en el mismo espacio que ocupaba. Según se describe en el artículo Los cinco niños de la bota del parque Vidal, pasarían varios años hasta que en 1951 las autoridades municipales tomaran el acuerdo de reponer al Niño, que estuvo resguardado en el Ayuntamiento de la ciudad. Nuevamente la bota aparece con la punta hacia el frente, por lo que, al parecer, el epíteto de infortunada le vendría como anillo al dedo.
A finales de los cincuenta la fuente cambia de lugar y la posicionan justo frente al Teatro La Caridad, hasta que en 1969 le destruyeron los pies en un acto vandálico y sus restos fueran trasladados al museo provincial. La estatua actual, que muchas veces ni siquiera arroja agua, fue una obra en bronce del artista plástico José Delarra.
Resulta curioso que otros monumentos del Niño en Estados Unidos corrieran suerte similar: los cambiaron de sitio, los almacenaron por años y hasta los decapitaron, aunque la presión popular influyó en el rescate del ícono, tal y como sucedió en Santa Clara cuando quisieron deshacerse de él.
En las más de 20 locaciones donde existen actualmente estas fuentes es usada la imagen a modo de amuleto popular que se vende en joyerías locales, como souvenirs o para distinguir a personalidades. En Villa Clara se emplea este símbolo de la guerra civil norteamericana en la medalla “por la colaboración cultural con la ciudad”.
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