LA HABANA, Cuba. — En una época donde no había mucho espacio para la mujer en el campo de las artes y la intelectualidad, la pianista María Cervantes alcanzó notoriedad y respeto gracias a su talento para desenvolverse tanto en los predios de la música de concierto como en la música popular.
Nacida en el año 1885, inició sus estudios de piano con su padre, el inigualable Ignacio Cervantes, uno de los grandes precursores del nacionalismo en la música de concierto. De él adquirió la sensibilidad, el estilo elegante a la hora de interpretar y el gusto por los ritmos populares. Desde muy pequeña se interesó por la música, el baile y el canto, desarrollando dotes extraordinarias en su ejecución.
Al morir su padre en 1905, María se hundió en tal tristeza que se alejó de la música. Tenía entonces diez años y solo recobró la alegría al interpretar, en el piano, una romanza compuesta para ella por su padre, poco antes de morir. La pieza, que había quedado inconclusa, fue terminada por ella misma y bautizada por el poeta matancero Juan B. Ubago con el título Fusión de almas. Desde entonces María Cervantes abrió sus recitales con esa breve y hermosa obra, mientras ampliaba el espectro de sus intereses y conocimientos.
En 1929 hizo su debut en el teatro Campoamor y grabó sus primeros discos en los Estados Unidos. Compartió escenario con figuras de primer nivel como Adolfo Guzmán y Enrique González Mántici.
Conocida por su virtuosismo, simpatía personal y consagración al estudio de la música, su prestigio no hizo más que crecer. De vuelta a La Habana, su nombre fue incluido en las carteleras más exclusivas, junto a artistas de renombre como Ignacio Villa (Bola de Nieve) y Rita Montaner.
Su vida estuvo dedicada a la música, con momentos de retiro a causa de pérdidas personales que imponían cierta distancia de los escenarios. No obstante, siempre regresaba, y a sus concurridas presentaciones se sumó su labor docente, giras por toda Cuba y el tributo a la música popular desde la sensibilidad de una concertista consumada.
María Cervantes murió en La Habana el 30 de noviembre de 1981, a la edad de 95 años.
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