AREQUIPA, Perú.- En Cuba fue donde surgió la figura del lector de tabaquería y se institucionalizó en 1865, siendo reconocida por estudiosos como una práctica que se extendió también a otras regiones.
Este papel se originó debido al trabajo manual sin maquinaria en las tabaquerías, donde el silencio facilitaba la lectura para todos. La tradición tuvo un rol destacado, incluso, en las luchas independentistas, y aunque el acceso a la letra impresa es hoy más generalizado, quienes trabajan en centros fabriles siguen vinculados a esta práctica.
El primer lector de tabaquería se vio en la fábrica de tabacos El Fígaro, y casi de inmediato enfrentó la oposición de patronos y autoridades coloniales debido a que estos preferían explotar a obreros ignorantes y temían la propagación de ideales independentistas. Llevaba apenas medio año con sus lecturas, cuando tuvo que retirarse.
Pasaron varios lustros antes de que volviera a resurgir la práctica, allá por 1880, momento en que también hacía entrada la propaganda anarquista.
No obstante, una segunda desaparición ocurriría en 1896 durante la Guerra de Independencia. En esa época, muchas tabaquerías se trasladaron al sur de la Florida, y los tabaqueros cubanos en Tampa y Cayo Hueso desempeñaron un papel vital en apoyo a la causa libertaria, con los lectores siendo una fuente constante de arengas y discursos patrióticos.
Así pues, los lectores de tabaquería enfrentaron amenazas y golpizas indistintamente en diferentes períodos, y la lectura fue objeto de censura y restricciones, ya que los dueños de las fábricas de habanos intentaron ejercer control sobre el contenido leído a los obreros.
Pero no todo lo que se leyó a lo largo de la historia poseía un contenido independentista. Inicialmente las obras de José María Carretero, conocido como El Caballero Audaz, también fueron populares.
Poco a poco se fueron incorporando textos más complejos de autores como Emile Zola, Víctor Hugo, Balzac y Cervantes. Entre los escritores cubanos, Carlos Loveira era especialmente preferido.
Personajes como el Conde de Montecristo y Romeo y Julieta dieron nombre a famosas marcas de puros en Cuba.
Los lectores de tabaquería recitaban obras literarias y periódicos del día. Algunos oradores se especializaban en narraciones, mientras que otros en noticias. La posición más codiciada era la de “lector completo”, capaz de abordar ambas vertientes con maestría.
La selección de los lectores se realizaba a través de concursos convocados por los propios tabaqueros, quienes actuaban como jurado. Hasta la década de 1960, los tabaqueros contribuían al salario del lector, ya fuera proporcionando una mayor cantidad de tabacos o aportando financieramente.
Actualmente, los tabaqueros mantienen viva la tradición con una amplia gama de lecturas, incluyendo obras de escritores latinoamericanos y cubanos, lo que no solo entretiene, sino que también instruye y amplía su perspectiva del mundo.
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