LA HABANA, Cuba. – Maricelis Cámbara Suárez, madre de la abogada independiente y refugiada política, Laritza Diversent, sufre la misma desidia de los médicos que sus vecinos, pero ella es la única que no teme hacer la denuncia. Según su experiencia, el “peloteo” y la “indiferencia” son dos de los rasgos que caracterizan al Ministerio de Salud Pública de Cuba hoy día.
Cámbara Suárez no hace mucho tuvo un dolor abdominal muy fuerte. “La doctora en el policlínico del Reparto Eléctrico me puso una inyección y me sugirió que fuera a ver al Clínico.”
La mujer dice que estuvo esperando fuera de la consulta del especialista, que se encuentra en el mismo centro médico, casi tres horas.
“Cuando logré verlo me dijo que no me podía atender porque yo no era paciente de él, que fuera a la posta médica para que mi doctora me mandara a verlo”, explica.
Para la madre de la abogada resultó “inaudito” que no la atendiera, aun teniéndola delante.
“En mi posta médica la enfermera me dijo que la doctora tampoco me podía atender porque se tenía que ir a hacer guardia en el hospital y que, al día siguiente, como había estado de guardia, no trabajaría, que fuera a finales de semana para ver si la encontraba, y todo eso como si uno quisiera enfermarse.”
Cámbara Suárez creyó que todo estaría bien porque la “inyección” que le habían puesto en el policlínico había hecho su efecto.
Dos días después el dolor regresó de madrugada, pero “no fui a la posta médica, con dolor y todo –cuenta- me fui al departamento de Atención a la Población de la Plaza de la Revolución donde me dieron un papelito para que fuera a la dirección provincial de salud y allí me dieron otro papelito para que viera al director del policlínico”.
Cuando llegó al Reparto Eléctrico no solo tenía un dolor abdominal, sino “tremendo dolor de cabeza y la presión arterial por el cielo”.
“Cuando llego al policlínico, pese a que lo habían llamado de la provincia, me dijeron que el director no estaba. Cuando formé mi alboroto el administrador me dijo que no tenía que formar ese escándalo, entonces, el director salió de la nada y terminó indicándome un ultrasonido y unos análisis de sangre”. Parece una “comedia”, analiza Cámbara Suárez, quien señala que no es la primera vez que la vive, y que la diferencia es que ya se cansó.
“El vecino de al frente está todo jodido y tampoco ha podido dar con la médico del consultorio. A mi mamá, una mujer de más de 90 años, diabética, con varias isquemias y con cáncer, cuando le da algún dolor no le ponen ni una Duralgina siquiera.”
Cuando su madre comenzó con los dolores que le provoca el cáncer recorrieron tres hospitales y finalmente la atendieron en el Calixto García, uno de los hospitales históricos en Cuba.
“Nos hicieron el cuento de la buena pipa y no la ingresaron porque decían que decían que había muchas enfermedades y que lo que no tenía lo podía coger allí. Le indicaron cefalexina porque tenía neumonía, pero que la buscáramos nosotros por fuera porque estaba en falta hasta en el hospital. Nos dieron, además, una receta para un balón de oxígeno”, servicio que se ha convertido en “otra tragedia más”, asegura.
“Tengo que ir a asistencia social para que la trabajadora social, cuando aparezca, me lo firme y entonces ir a la farmacia del Capri y esperar a que me toque por escalafón”, dice la mujer mientras describe otro de los procedimientos burocráticos para “resolver o que te resuelvan” lo que no debiera ser tan complejo debido al estado de salud de la señora enferma.
“Si mi mamá se muere en ese tiempo no es problema de ellos, como tampoco es de la médico de la familia que cuando una vez se me puso muy malita la mandé a buscar y se apareció al día siguiente por la tarde, no sé si dando tiempo a que se muriera o porque no le importaba porque cuando llegó ni la examinó”, añade.
Cámbara Suárez ha tratado de explicarse el fenómeno y tiene la percepción de que “están haciendo huelga porque el comportamiento es general. Si vas al mismo consultorio y hay varios médicos, como los he visto yo que se reúnen allí, tampoco te atienden, así que no es un problema de una sola doctora”. Otra de sus hipótesis tiene que ver con la pobreza extrema que hay en el Reparto Eléctrico, “y más este barrio en el que somos tan pobres que no tenemos ni calles.
“¿Cómo es que pueden ir a esos montes fuera de Cuba y aquí les cuesta tanto atendernos?”, cuestiona.
A veces, Cámbara Suárez cree que sus vivencias con “la potencia médica” son una especie de castigo por el activismo de su hija, pero cuando mira a su alrededor se da cuenta de que “no soy la única víctima, que aquí lo mejor es no enfermarse porque si no te puedes encontrar con gente como las que me he tropezado yo, indiferentes al sufrimiento ajeno”.
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