LA HABANA, Cuba. – Desde el centro penitenciario de máximo rigor de Valle Grande, el preso político Jorge Luis Boada Valdés denuncia que lleva más de un año encarcelado sin juicio ni petición fiscal como represalia por pintar carteles contra el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel en distintos lugares de su barrio de residencia.
Por medio de una llamada telefónica, Jorge Luis Boada Valdés dio a conocer que tiene 29 años de edad y es vecino del reparto Lawton, perteneciente al municipio capitalino Diez de Octubre. Asimismo, relató que el 10 de febrero de 2022 pintó carteles contra Miguel Díaz-Canel Bermúdez en el parque de 21 y Concepción, en su reparto de residencia.
Ese mismo día, en horas de la noche, se dirigió a la calle Pocito, entre 16 y 17, en el propio barrio, donde pintó otros carteles, también contra el dirigente. El joven continuó relatando que en represalia por estas acciones ese mismo día fue apresado y conducido a la Unidad de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) de Aguilera y al día siguiente fue trasladado a Villa Marista.
Igualmente, señaló que en ese centro de detención también pintó carteles contestatarios en la celda donde se encontraba en aislamiento con la ayuda de un pedazo de la propia pared rota. Como represalia por esta nueva protesta, contó, los militares lo esposaron con chaquiras.
El preso político indicó además que en ese centro de detención lo mantuvieron tres meses bajo investigación, proceso conducido por los oficiales identificados como teniente coronel Luis Miguel, teniente Smith, teniente Ernesto y teniente coronel Kenia, jefa de Propaganda Enemiga a nivel nacional. Transcurrido ese lapso de tiempo lo trasladaron a la prisión de Valle Grande, donde se encuentra actualmente.
Jorge Luis Boada Valdés hizo énfasis en que lleva más de un año y dos meses encerrado sin haber sido condenado aún, sin que se le haya celebrado juicio, incluso sin que hasta el momento se le haya notificado petición fiscal alguna.
Del mismo modo, agregó que las condiciones en el centro penitenciario son deplorables: el trato de los militares hacia los prisioneros es pésimo, a lo cual se le añade que no disponen de medicamentos y la comida es escasa y está mal elaborada. Esto último ha sido denunciado en ocasiones anteriores por numerosos reclusos, tanto de Valle Grande como de otras instalaciones carcelarias a lo largo de la Isla.