LA HABANA, Cuba.- Cuando Fidel Castro bajó de la Sierra Maestra y mandó a parar, los antiguos barrios que pertenecían a la clase adinerada, casi todos con nombres en inglés, fueron rebautizados con denominaciones del pasado aborigen insular. Tal fue el caso de Siboney, otrora Biltmore, un exclusivo reparto en el municipio Playa que, de la noche a la mañana, se vio transformado por “la obra social” de la Revolución.
La distinguida urbanización fue impulsada por el magnate hotelero John McEntee Bowman y su socio Charles Flynn. Además de lujosas residencias, Biltmore tenía su propio cuerpo policial. Para mejorar el acceso y la cualificación del espacio urbano, fue ampliada la 5ta. Avenida, se dispuso un sistema hidráulico conectado a los manantiales de la finca El Naranjo y se implementó un nuevo método para la rotulación de las calles.
Tras los sucesos de 1959, los propietarios que residían en Biltmore abandonaron el país. Muchas de sus viviendas inicialmente fueron convertidas en albergues para los becarios traídos desde otras provincias. Un reducido número fue entregado a familias de bajos recursos, que más pronto que tarde se dieron cuenta de que no dispondrían de los medios necesarios para mantener aquellas edificaciones que incluían varias recámaras, patio, garaje, piscina y jardines bien atendidos.
El deterioro avanzó rápidamente. Las piscinas se convirtieron en depósitos de agua putrefacta y los jardines en matorrales. Se agrietaron las paredes y los techos, la pintura se hinchó y se desprendió. El propósito de destruir los símbolos del pasado republicano había llegado demasiado lejos, así que la Revolución intervino nuevamente para frenar la destrucción y reubicar a “los pobres”; pero esta vez entregó las mansiones a sus propios funcionarios y algunos diplomáticos para que residieran en ellas durante el tiempo que duraran sus servicios en la Isla.
Luego se sumaron músicos afamados y empresarios poderosos admitidos por Fidel Castro. La élite revolucionaria, deseosa de vivir como los burgueses que tanto había criticado, devolvió a Biltmore un lujo parecido al de la etapa republicana. De lo nativo y autóctono solo quedó el nombre Siboney. Hoy, como en los años cincuenta, sigue siendo el barrio más exclusivo de Cuba, ejemplo perfecto de la diferencia de clases que ha pervivido, a despecho de la Revolución.