MIAMI, Estados Unidos.- Dos soldados birmanos confesaron por primera vez los crímenes que, siguiendo las instrucciones del gobierno, cometieron contra los musulmanes rohinyás en su país: ejecuciones, entierros en masa, destrucción de pueblos y violaciones.
En un reportaje publicado este 8 de septiembre por The New York Times, Myo Win Tun contó que en 2017 solo obedeció la orden de su comandante: “Disparen a todo lo que vean y a todo lo que escuchen”.
Lo hizo, participando así “en la masacre de 30 musulmanes rohinyás” a quienes enterró en una fosa común cerca de una torre celular y una base militar, contó.
De acuerdo al texto, el soldado Zaw Naing Tun, en otro municipio del país, hizo lo mismo al recibir una orden similar: “Maten a todos los que vean, sean niños o adultos”.
Los soldados han sido los primeros miembros del ejército de Birmania en admitir abiertamente haber participado en lo que los funcionarios de las Naciones Unidas llaman una campaña genocida contra la minoría musulmana rohinyá del país. “Acabamos con unas 20 aldeas”, confesó Naing Tun.
Luego de haber huido de Birmania el pasado mes de agosto, este lunes 7 de septiembre ambos fueron llevados ante La Haya, la Corte Penal Internacional.
“Las atrocidades descritas por los dos hombres se hacen eco de las pruebas de graves abusos a los derechos humanos que se han recogido entre los más de un millón de rohinyás que ahora se refugian en el vecino Bangladés. Lo que distingue su testimonio es que proviene de los perpetradores, no de las víctimas”, reza el texto.
A pesar de que Birmania ha negado repetidamente la existencia, por ejemplo, de las fosas comunes en toda la región, donde fueron lanzados los masacrados, “estos hombres podrían ser los primeros perpetradores de Birmania juzgados en la Corte Penal Internacional, y los primeros testigos internos bajo custodia del tribunal”, celebró Matthew Smith, director ejecutivo de Fortify Rights, un organismo de vigilancia de derechos humanos.
Según el reportaje del diario estadounidense, los relatos de ambos soldados “se ajustan a las descripciones proporcionadas por decenas de testigos y observadores, incluidos los refugiados rohinyás, los residentes de Rakhine, los soldados del Tatmadaw y los políticos locales”.
Los soldados narraron que los crímenes fueron perpetrados por sus batallones de infantería y otras fuerzas de seguridad, con un saldo de unos 150 civiles muertos y docenas de aldeas destruidas. Sin embargo, esto es solo una pequeña parte de la campaña que ha llevado a cabo el gobierno de Birmania para exterminar a un solo grupo étnico minoritario.
“Las masacres de los rohinyás que culminaron en 2017 fueron catalizadoras de una de las huidas más rápidas de refugiados del mundo. En cuestión de semanas, tres cuartos de millón de apátridas fueron desarraigados de sus hogares en el estado occidental de Rakhine, en Birmania, mientras las fuerzas de seguridad atacaban sus aldeas con rifles, machetes y lanzallamas”.
Los testigos y sobrevivientes del genocidio han contado que los ancianos fueron decapitados y las chicas jóvenes violadas, “les arrancaban los pañuelos de la cabeza para vendarles los ojos”.
“Médicos sin Fronteras calcula que por lo menos 6700 rohinyás, entre ellos 730 niños, sufrieron muertes violentas desde fines de agosto hasta fines de septiembre de 2017. Aproximadamente 200 asentamientos rohinyás fueron completamente arrasados entre 2017 y 2019, según las Naciones Unidas”, dijo el Times.
Ahora, mientras los militares del país dicen que los eventos narrados fueron solo casos aislados en un par de aldeas, los funcionarios birmanos sugieren que los rohinyás quemaron sus propias aldeas para obtener simpatía internacional, e incluso el gobierno de Myanmar niega cualquier campaña orquestada contra los rohinyás, las confesiones de los protagonistas de las masacres tira por la borda el empeño del gobierno de esa nación asiática por ocultar el genocidio.
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