MADRID, España.- Durante el siglo XIX la viruela era una de las epidemias que más afectaba a la población mundial, incluida la cubana. Los contagios ocurrían en la Isla fundamentalmente por la llegada de viajeros europeos.
En 1798 una vacuna contra la viruela fue descubierta por el científico inglés Edward Jenner. Unos años después, el 12 de febrero de 1804, el doctor cubano Tomás Romay Chacón 1764-1849) la aplicó por primera vez en Cuba.
Tomás Romay, tras varios estudios a partir de los descubrimientos europeos, vacunó a sus dos hijos y luego en una demostración pública les inoculó el pus de un paciente afectado por la viruela para demostrar a quienes no confiaban en la vacuna que una persona vacunada no padecería la enfermedad.
El 26 de mayo de 1804 llegó a La Habana la expedición española enviada para introducir la vacuna en varias colonias hispanas, que quedó sorprendida al comprobar que ya la vacuna se había propagado en el país, gracias a Romay, quien la estaba aplicando con éxito desde el 12 de febrero.
Tras comenzar las inoculaciones en febrero de 1804, Romay se convirtió en secretario facultativo de la Junta Central de Vacuna, creada el 13 de julio de 1804, y que se encargó de sistematizar estos procedimientos.
Su quehacer resultó fundamental para que, desde finales del siglo XIX, la viruela fuera considerada como una enfermedad poco común en Cuba.
Romay ha sido catalogado como el primer higienista cubano y modernizador de la medicina clínica en la Universidad de San Jerónimo de La Habana, donde estudió, se graduó y fungió como Decano.
Entre muchas otras labores, Tomás Romay colaboró con el Obispo de La Habana para eliminar los enterramientos dentro de las iglesias de la ciudad. Con ello, influyó en que el 2 de febrero de 1806 se inaugurara el Cementerio de Espada, el primero que funcionó en la capital cubana.