MIAMI, Estados Unidos. – Tony Pérez es una gloria del béisbol mundial que tiene su nombre grabado en el Salón de la Fama en Cooperstown junto a sus compatriotas Martín Dihigo, José Méndez y Cristóbal Torriente; pero su historia le ha sido negada a varias generaciones de cubanos por parte de las autoridades deportivas y la prensa del régimen castrista.
Ni en diarios, ni en revistas, ni en radio y televisión; el nombre de esta leyenda del deporte de las bolas y los strikes no ha sido recordado ni su historia divulgada. ¿Delito? Abandonar el país en busca de jugar con libertad en la pelota de Grandes Ligas.
Nosotros, en este diario, recordamos su historia y honramos su nombre por ser uno de los más grandes peloteros cubanos de todos los tiempos.
Atanasio Pérez Rigal nació el 14 de mayo de 1942, en Ciego de Avila, Camaguey, Cuba. Sus padres fueron José Manuel Pérez y Teodora Rigal.
Siendo niño, Tony ayudó a su padre en el trabajo del ingenio azucarero en el Central Violeta donde se inició como pelotero, siendo firmado en 1960 con 17 años de edad por el buscador de talento Tony Pacheco para la franquicia de los Rojos de Cincinnati.
Pérez fue asignado a un equipo de Liga Instruccional de los Rojos, los Havana Sugar Kings. Entre 1961 y parte de 1964 actuó en las Ligas Menores y debutó en Grandes Ligas con Cincinnati el 26 de julio de este último año.
En sus primeras temporadas actuó como antesalista, y en 1972 pasó a la inicial donde tuvo su mejor desempeño. La mayor parte de su carrera fue con Cincinnati (1964-1976, 1984-1986) cuando a este equipo le decían “La Maquinaria Roja’’ donde brillaron otras figuras como Pete Rose, Johnny Bench, Joe Morgan, David Concepción y Ken Griffey (padre).
El camagüeyano también vistió las franelas de los Expos de Montreal (1977-79), Medias Rojas de Boston (1980-82) y Filis de Filadelfia (1983).
Tony fue uno de los grandes impulsores de carreras de su generación, remolcando más de 100 en siete ocasiones. Entre 1967 y 1977 (once temporadas consecutivas), el cubano superó las 90 impulsadas con un máximo de 129 en 1970. Durante la década de los setenta, fue el segundo mejor remolcador de ambos circuitos con 954, sólo superado por su compañero de equipo Johnny Bench.
Su mejor temporada fue en 1970 cuando además de impulsar 129, bateó para .317 de promedio con 40 jonrones, 107 anotadas, slugging de .589 (#2) y un war ofensivo de 7.2 (#1), terminando tercero en la votación para el premio de Jugador Más Valioso, sólo superado por Johnny Bench y Billy Williams.
Los Rojos jugaron cuatro Series Mundiales en la década del setenta, ganando dos de ellas en 1975 y 1976 ante los Medias Rojas de Boston y los Yankees de Nueva York, teniendo a Pérez como una de las figuras claves de un equipo que está considerado entre los mejores de todos los tiempos.
Después de ganar la Serie Mundial de 1976 frente a los neoyorquinos, los Rojos se disolvieron y nunca más jugaron en el clásico de octubre.
A la edad de 38, Pérez tuvo una excelente temporada en 1980 con los Medias Rojas al terminar con 25 jonrones y 105 remolques, ganando el premio Lou Gehrig; finalizando su carrera en 1983 como jugador reserva de los Filis de Filadelfia, equipo con el que estuvo en su quinta Serie Mundial.
Tony fue elegido siete veces al Juego de Estrellas y en el de 1967 celebrado el 11 de julio en el Anaheim Stadium fue seleccionado el Jugador Más Valioso al pegar un jonrón que le dio la victoria a la Liga Nacional en la decimoquinta entrada frente al hoy miembro de Cooperstown, Catfish Hunter.
Terminó su carrera con average de .279, sumó 379 jonrones (#73), 2,732 imparables (#60), 505 dobles (#59), 4,532 en total de bases (#48) y 1,652 impulsadas que lo ubica en el lugar 32 de todos los tiempos en este importante renglón ofensivo. En Grandes Ligas se le apodó ‘’Big Dog’’ y ‘’Doggie’’.
Fue elegido al Salón de la Fama en Cooperstown en 2002, siendo inducido en julio de este año junto a Sparky Anderson, Carlton Fish, Bid McPhee y Turkey Stearnes. El número 24 que utilizó con Cincinnati fue retirado del equipo el 27 de mayo del 2000.
En 1998, fue seleccionado al Salón de la Fama del Caribe, en el 2001 al Museo de la Herencia Hispana, en el 2010 al Salón de la Fama del Béisbol Latino y al Salón de la Fama del Deporte Cubano, en Miami.
Su ídolo fue el matancero Orestes Miñoso, a quien siempre lo ha considerado con méritos para estar en el Templo de los Inmortales en Cooperstown. “Miñoso fue una estrella en las Ligas Negras de Estados Unidos y luego en Grandes Ligas, que sirvió de inspiración para los jugadores latinoamericanos al ser el primer negro en vestir un uniforme en las Ligas Mayores’’, nos dijo en una ocasión Tony Pérez.
Después de su retiro como jugador activo, Tony fue mánager de Cincinnati y los Florida Marlins, para luego ocupar por varios años el cargo de Asistente Especial del Director General de la franquicia miamense.
Durante su estancia como jugador y dirigente de Grandes Ligas, Atanasio se mantuvo ayudando de manera constante a sus padres y hermanas que se habían quedado viviendo en sus casas del Central Violeta, en Camaguey.
Jugando en la Liga Invernal de Puerto Rico conoció a la que ha sido su esposa desde 1965, Juana (Pituka) de la Cantera. La pareja tuvo dos hijos, Víctor y Eduardo Pérez.
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