LAS TUNAS, Cuba. — La semana pasada, tres coroneles del Ministerio del Interior (MININT) comparecieron en la televisión en el programa Hacemos Cuba. Fueron ante las cámaras como parte de la campaña propagandística dirigida por el régimen tratando de elevar la agotada estima de la población —aún entre de los que se dicen revolucionarios— hacia los empleados públicos, y no sólo los policías, sino también los comisarios del Partido Comunista (PCC).
La campaña de marras también persigue subir la autoestima de las fuerzas policiales y de investigación, que, mermadas en recursos humanos y técnicos, enfrentan una criminalidad alarmante, más que por sus cifras, por los delitos de peligro producidos —fueren de peligro concreto o presunto—, lo que ya dice del alto grado de malignidad de las personas involucradas en esos hechos, que, en no pocos casos, quedan impunes, dando lugar a que, por la irresolución del esclarecimiento, el mismo delincuente produzca una retahíla de delitos, dándonos la sensación de inseguridad que, en no pocas ocasiones, padecemos.
Asombrosamente, aquel trío de coroneles —de los que uno llegó en representación de la jefatura nacional de la policía (patrullas), el otro representando a la dirección de investigación criminal y operaciones (instrucción penal), y el tercero a la dirección técnica de investigaciones (trabajo operativo secreto)— y el conductor de Hacemos Cuba, Humberto López, concluyeron el programa afirmando que en Cuba “no hay impunidad”.
El hecho de Humberto López hacer en la televisión afirmaciones calumniosas, tergiversadas o sencillamente ridículas no es nuevo. Pero el hecho de que tres coroneles —no sólo uno— tergiversen el panorama penal cubano afirmando públicamente que en Cuba no hay impunidad dice mucho de las instituciones que representan. Si así obran los jefes, ¿cuál será el comportamiento de sus subordinados? ¿Habrá delitos de prevaricación a la hora de recibir de la población denuncias, investigarlas y calificar los delitos? Y nos estamos refiriendo a primeros oficiales que, por razones de sus cargos, muy frecuentemente deben entrevistarse con ciudadanos cubanos y extranjeros que resultan víctimas de delitos, o con testigos de hechos delictivos, con fiscales, abogados, jueces de tribunales de todas las instancias, o archiveros, donde se amontonan años tras años expedientes de delitos graves en sobreseimiento, por no ser habidos los autores de esos hechos, entonces, cabe preguntarse: Señores coroneles… ¿Qué entienden ustedes por impunidad?
El concepto básico de impunidad aparece en el diccionario Pequeño Larousse Ilustrado, y dice: “Falta de castigo: la impunidad hace cada vez más atrevido al criminal”.
La Organización de Naciones Unidas (ONU), que recién la semana pasada cumplió 78 años y de cuya Carta constitutiva Cuba fue signataria junto a otros 49 países en la ciudad de San Francisco, el 26 de junio de 1945, hace especificaciones muy concretas sobre la impunidad cuando expresa que es la “inexistencia de hecho o de derecho, de responsabilidad penal por parte de los autores de violaciones, así como de responsabilidad civil, administrativa o disciplinaria porque escapan a toda investigación con miras a su inculpación, detención, procesamiento y en caso de ser reconocidos culpables, condenas a penas apropiadas y a la indemnización del daño causado a sus víctimas”.
Por sólo citar un ejemplo, cualquiera sabe que en Cuba la producción ganadera está severamente afectada y en muchas ocasiones desanimada y frenada por la impunidad del delito de hurto de ganado; abigeato que es incentivado por políticas públicas y leyes que prohíben el comercio libre de carne de res, que debía ser sin más intervenciones estatales que las destinadas a defender al propietario y a los consumidores de productos vacunos, ya sean cárnicos o lácteos. ¿Puede el conductor Humberto López o los coroneles que en el programa televisivo respondieron a sus preguntas negar que en Cuba exista impunidad en el delito de ganado mayor?
Los coroneles entrevistados por Humberto López, si como es de suponer son graduados de nivel superior en Dirección Operativa, bien saben que cualquier estrategia dirigida a la disminución del delito y al esclarecimiento de los hechos producidos pasa por tres etapas que son:
- Identificar el tipo de responsabilidad donde ocurren los hechos sin esclarecer, entiéndase, impunes.
- Delimitar los órganos estatales, sociales y los lugares y personas donde se pretende incidir contra el delito impune.
- Esclarecer de forma objetiva —no dogmáticas— cuáles son las causas (humanas, materiales, técnicas, de aptitudes, disciplina u otras entre las que intervienen las de índole sociológico) de la impunidad que afectan a un órgano operativo, una localidad, provincia o la nación toda.
Se sabe: la cronología del delito para llegar a que se produzca el hecho delictivo, a su esclarecimiento o la impunidad, son conexos con acontecimientos de índole político, económico, históricos, culturales, educativos, de familia, nacionales en tanto raza y medio, y, entonces, nos encontramos que detrás de los que consideramos meros delincuentes cometiendo crímenes en sucesión hay un medio sociopolítico, socioeconómico, sociocultural adverso, con familias disfuncionales, quebradas por los avatares de una existencia inhóspita, humanamente hablando, porque el ser humano carece hasta de lo mínimo, y esa carencia básica comienza por la falta de moral, que conlleva al daño de la buena fe.
Y en atención a ese universo que da lugar al delito y a la impunidad, el pasado febrero y durante la Conferencia de Seguridad de Múnich, fue presentado el primer Atlas de Impunidad Mundial, que conceptúa la impunidad como “el ejercicio del poder sin controles ni equilibrios”, rastreando esa investigación el abuso de poder en cinco claves sociales que son: gobernanza sin rendición de cuentas, abuso de los derechos humanos, conflictos, explotación económica y degradación medioambiental.
En base a una escala de 0 a 5, donde la puntuación más alta significa mayor impunidad, fueron evaluados 197 países, encabezando la lista con más impunidad Afganistán, Siria y Yemen, mientras los países de mejor calificación resultan Finlandia, Dinamarca y Suecia. Entre los países con mayor impunidad y en el puesto 11, se encuentra Venezuela. Respecto a Cuba, regida por un solo partido, el Partido Comunista, elevado así mismo como “fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”, no resulta raro entonces que, pese a los esfuerzos propagandísticos como el del mencionado programa de televisión citado al inicio de este artículo, para enmascarar el régimen totalitario, Cuba ocupe en el Atlas de Impunidad Mundial el puesto 87 entre los 197 países evaluados. Luego, sí, hay impunidad en Cuba.