LA HABANA, Cuba.- Los tambores de la discordia volverán a escucharse, entre los días 16 y 18 de septiembre, en Isla de la Juventud, la pequeña isla perteneciente al territorio de la mayor de las Antillas.
Allí, el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) montará otro espectáculo, sin variaciones en el guión y con un relevo del elenco, contra el embargo norteamericano y la devolución de la Base Naval de Guantánamo.
Será un homenaje a la confrontación. Una nueva añadidura al proyecto que la élite de poder tiene para mantenerse en las trincheras y desde esos nichos, acribillar la esperanza de que pueda haber avances sustanciales en el entendimiento entre ambos gobiernos.
Maximizar las exigencias sin comprometerse a entablar una negociación que incluya compromisos ineludibles en temas que le resultan incómodos es un ardid de la gerontocracia, inmune a los cambios de perspectivas y abierta a todo tipo de reciclajes.
El espacio para las alternativas a un diseño que va contra los intereses de la mayoría, se encoge en la medida de que se refuerzan los pilares de la ortodoxia ideológica.
Está visto y comprobado que a los jerarcas del Partido único no les interesa el abrazo del Tío Sam. Para camuflar los desaires, los políticos del patio cuentan con un amplio surtido de sonrisas y frases que parecen auténticas.
Al margen de esas poses de compromiso, no pierden auge las coreografías que incitan a las ojerizas ante cualquier acción de Washington.
En los paneles que el ICAP tiene previsto celebrar durante el encuentro, resaltan los plañidos por los daños reales e inventados a causa del embargo que hace tiempo, gracias a una socorrida necesidad se convirtió en bloqueo, y el coro que proclama el carácter irreversible de un socialismo que marcha a hurtadillas, disfrazado y en cámara lenta hacia un “feliz tropiezo” con los descendientes y cófrades de Wall Street.
El asunto es disponer de soportes de óptima calidad para apuntalar el modelo económico que se construye bajo la supervisión de generales y civiles de larga trayectoria en el Partido único.
Aunque la prensa oficial no lo refleje, se sabe que los empresarios del Norte que no se atrevan a cuestionar el modelo político vigente en Cuba tienen asegurada la absolución de los mandamases y en un futuro cercano hasta un ticket que acuñaría las preferencias en un mercado casi virgen y con mano de obra barata.
Los enemigos que hay que vilipendiar sin descanso están en la Casa Blanca y en algunos escaños de la Cámara y el Senado. Hacia estos lares, los organizadores e invitados a los cuatro días de reuniones en la Isla de la Juventud, dirigirán las baterías del odio.
Será un nuevo ejercicio de intransigencia revolucionaria. Una manera de recalcar que la apuesta es por la articulación de un capitalismo de Estado. Otra evidencia de que un sistema democrático en Cuba, si es que algún día llega a estructurarse, no será bajo el gobierno presidido por Raúl Castro.