LA HABANA, Cuba. – En junio de 2019 la dictadura racionó la venta de productos alimenticios y de aseo e higiene debido a la limitada capacidad de producción de la industria nacional y la falta de sostenibilidad económica de las importaciones. Según alegó la ministra Betsy Díaz Velázquez del Ministerio de Comercio Interior (MINCIN), el objetivo fundamental era evitar el acaparamiento. Sin embargo, son tan escasos los momentos en que aparecen pequeñas cantidades de estos productos en el mercado, que el desabastecimiento es casi total. Por eso no es raro que por la calle las personas, aun sin conocernos, nos preguntemos unos a otros dónde hay determinados productos de primera necesidad.
Me comenta una joven mamá: “Cuando escuché que la crisis de harina de trigo había terminado me alegré, porque así puedo hacer panetela para la merienda de mis hijas. Pero es que eso lo informaron en marzo y todavía no he podido localizarla”.
Esta situación crea desconcierto en la población, que durante 60 años ha sido engañada al estilo 1984 (la novela de George Orwell) con el discurso triunfalista de los gobernantes y la falsa propaganda de desarrollo económico divulgada por los medios, mientras Cuba va por un barranco hacia una catástrofe económica como la que comenzó en la década de los noventas y que muchos nos preguntamos si en realidad terminó.
Pero ya los tiempos no son los mismos. El pueblo está cansado de que le pidan sacrificios, a la vez que se cuestiona por qué los recursos se dilapidan en eventos, congresos y otras reuniones internacionales para propagar la revolución, que es propagar el comunismo, en lugar de invertirlos en desarrollar Cuba, que se hunde cada vez más en la miseria.
“Mira, los frijoles negros (que son los más socorridos) no se encuentran por ninguna parte, y los colorados, cuando aparecen, están a 20 pesos la libra. La comida se ha perdido, pero eso sí, el ron está ‘a la patada’”, me comenta Rafaela.
“Lo que no entiendo es que hablan de grandes inversiones en la industria, pero no se ven los resultados. Intervinieron las fábricas y los comercios y acabaron con este país”, comenta Roberto.
Roberto es un hombre entrado en años, que de joven trabajaba con su padre en una pequeña quincalla familiar. Aunque no eran ricos, a base de esfuerzo –como le gusta decir– logró fabricarse su casa y mantener decorosamente a su familia. Como cuidaban del negocio, este prosperaba. Pero con la ofensiva revolucionaria se lo intervinieron. Afirma que después de nacionalizada su quincalla, “aquello era un relajo, hasta que la cerraron”.
En la última reunión del Consejo de Ministros del año 2019, Gustavo Rodríguez Rollero, entre otros temas, expresó: “Se planificó en el Plan de la Economía para el 2020 la construcción y mantenimiento constructivo de numerosos mercados agropecuarios para el completamiento de la red minorista”. Sin embargo, hace más de un año que la gran mayoría de los mercados agropecuarios existentes no tienen mercancías para vender, y los pocos rubros que les llegan (en pequeñas cantidades) no cumplen los requisitos mínimos para el consumo.
El 26 de diciembre, en el agromercado de Dolores entre 14 y 15 (Lawton), después de muchos días, vendieron yuca. Una vecina compró y las tuvo que botar, porque cuando las peló estaban negras. Entonces me pregunto: ¿No sería mejor que, en lugar de hacer nuevos mercados agropecuarios, les dieran mantenimiento a los existentes y los abastecieran de mercancías?
Hoy, para ganar tiempo, en el discurso oficial se habla de “seguridad alimentaria” como voluntad política. Esta estratagema me hace recordar cómo en 1993 (en pleno período especial) se crearon las Unidades Básicas de Producción Cooperativa, que no lograron sacar a la agricultura de la crítica situación en que se encuentra.
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