LA HABANA, Cuba. – Un tal Nelson Concepción Pérez, analista de temas internacionales del periódico Granma de la dictadura castrista, hace unos días llamó “personajillo” a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional venezolana, valiente opositor en lucha para que Venezuela retorne a la democracia.
Dice este vocero del comunismo más rancio que Guaidó “armó un show para pedir nuevos comicios, porque los de 2018 son ilegales”.
En primer lugar, este “personajillo”, es un joven de 36 años, graduado de ingeniero industrial, con un posgrado en Administración Pública, líder estudiantil y con ocho años en la política, miembro del Partido Voluntad Popular de Venezuela.
Aún así, el periodista castrense le dice “improvisado personajillo, mal asesorado y ávido de protagonismo y dinero”. Porque Guaidó es el hombre que ha podido desafiar al empecinado dictador Maduro, por la intrepidez del apoyado por una gran parte del pueblo y por más de cincuenta países de Latinoamérica, Unión Europea y Estados Unidos.
¿Qué quiere en realidad Juan Guaidó?
Ha pedido desde el 5 de enero el cese de la usurpación, un gobierno de transición y posteriormente elecciones libres. Y si algo importante posee este joven a su beneficio es su carácter transparente y su respeto por el peso de la institucionalidad.
Luego de que en 2015 la oposición venezolana obtuviera la mayoría absoluta de la Asamblea Nacional, Guaidó echó mano de la Constitución venezolana para demostrar la ilegitimidad de Maduro. Este, impotente, lo llamó “títere y agente de Estados Unidos”. Luego, cuando Guaidó se dirigía a un mitin político, fue detenido durante una semana por agentes del régimen.
Si algo lo motiva a quien viene de una familia humilde, de padres trabajadores, es ver a Venezuela sumida en la pobreza a causa de un dictador que ha saqueado los recursos naturales y ha violado los Derechos Humanos. Una nación que antes era próspera. Maduro es el culpable de la crisis humanitaria que viven millones de familias venezolanas.
Si Guaidó no quiere elecciones ahora es porque Maduro fácilmente las inclinaría a su favor.
En 2015, los partidos opositores, en busca de la democracia para Venezuela, derrotaron a Maduro en las elecciones legislativas. En 2016, cuando la Asamblea Nacional procedió a colocar a tres diputados elegidos, Maduro declaró a la Asamblea en desacato y ordenó que el Consejo Nacional Electoral -CNE- lo declarara ganador.
En 2017, la CNE por órdenes del dictador, organizó unas elecciones ampliamente cuestionadas, con el objetivo de crear una Asamblea Nacional Constituyente y redactar una nueva Constitución.
De esa forma, Maduro usó la Constituyente para usurpar los poderes de la Asamblea Nacional legítima. Bajo este sistema electoral falso se realizaron elecciones presidenciales el 20 de mayo de 2018, fueron encarcelados la mayoría de los opositores y Maduro ganó unas elecciones, hoy vistas como fraudulentas.
El resultado fue peor para el dictador: Muy pocos reconocieron su legitimidad como presidente, se conoce a fondo la corrupción de su régimen, el blanqueo de dinero y el hecho de ostentar una amplia autoridad en la explotación de recursos del Arco Minero del Orinoco, todo para su beneficio personal
Maduro es hoy uno de los hombres más ricos de Venezuela, apoyado por Raúl Castro, quien lo ha aconsejado en cuestiones económicas en varias ocasiones, gracias a que Cuba ha recibido como regalo en petróleo y efectivo cuarenta mil millones de dólares en los últimos 17 años -cifra mucho mayor que la prestada por la desmerengada URSS-. Todo por contribuir con médicos despojados de sus verdaderos salarios y agentes cubanos expertos en controlar y desaparecer opositores.
El final de esta historia será el que se merece Nicolás Maduro: responderá ante la justicia por usurpar un cargo que no le corresponde y provocará una intervención de Estados Unidos, como única solución para dar orden y democracia al país.