LA HABANA, Cuba. – Transcurridos 62 años del triunfo del castrismo, los gobernantes de turno, como Miguel Díaz-Canel y Esteban Lazo, más los viejos militares vitalicios, no han sido capaces de descubrir el daño que le hicieron Fidel Castro y su hermano Raúl a la Isla.
Bajo la consigna de crear el “hombre nuevo”, el 13 de marzo de 1968 el “máximo líder” tomó la decisión de nacionalizar más de 50 000 pequeños comercios, más todos los servicios privados: un disparate que él mismo llamó “Gran Ofensiva Revolucionaria”.
¿Para qué? Sencillamente para que mermaran de inmediato los alimentos y los servicios a la población, desaparecieran del mapa los propietarios privados y el nuevo Estado se echara a la espalda una carga tan pesada que nunca ha podido sostener.
Recuerdo perfectamente que los únicos intelectuales que le salieron al paso a todo lo que ocurría en Cuba fueron los escritores Heberto Padilla y Guillermo Cabrera Infante, quienes publicaron sus primeros ataques frontales al régimen y fueron expulsados de la UNEAC.
La “Gran Ofensiva Revolucionaria” fue un verdadero fracaso impuesto por los pantalones de Fidel. Hoy, a los 63 años de la Revolución, una noticia en la prensa oficial asegura que Cuba ya tiene las primeras 35 MIPYMES (micro, pequeñas y medianas empresas), distribuidas en 11 provincias. O sea, que el socialismo castrista da luz verde a las muy conocidas leyes capitalistas, porque las suyas no han dado resultado alguno.
Y la prensa del régimen ha destacado que 13 de estas MIPYMES se dedicarán a la producción de alimentos, porque las fábricas no producen, las tiendas del Estado mantienen sus mostradores vacíos o exhiben colas que comienzan de madrugada y terminan con un permanente “ya se acabó”.
Mientras tanto, la población se hace la misma pregunta: ¿Serán los trabajadores por cuenta propia quienes resolverán los graves problemas de un país con una economía colapsada? ¿Volverán los cubanos a confiar en un Estado socialista, como confiaron durante los primeros años de la Revolución, cuando Fidel no había impuesto la política del garrote contra la empresa privada?
¿Podrán los campesinos de hoy confiar ciento por ciento en la Revolución Cubana, si recuerdan el año 1982, cuando inició la Operación “Pitirre en el alambre”, con su contundente represión contra los mercados libres y el procesamiento penal de los productores por supuesto “enriquecimiento ilícito”?
Incluso a partir de aquella fecha, hasta los artesanos de la Plaza de la Catedral de La Habana, bajo la Operación “Adoquín” dirigida por la Policía nacional, fueron hechos talco.
¿Acaso se puede confiar en un régimen que nos ha llevado a la crisis económica permanente y que sigue siendo fiel al castrismo?
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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