BELEM, Brasil, febrero, 173.203.82.38 -El viernes 3 de febrero de 2012 culminó una infamia más en la larga lista de afrentas que la Nación Cubana ha tenido que soportar de parte de los cómplices de la dictadura castrista, la más larga, cruel y sangrienta, de todas las que han caído sobre las espaldas latinoamericanas, –la única, dígase de paso– que ha conseguido sobrevivir al Siglo XXI en Nuestra América: La negativa del viaje de Yaoni Sánchez a Brasil (Raúl negó el viaje de Yoani y se fue de viaje a Venezuela). Con este desplante la impoluta presidenta brasileña, empañó su historia y empeñó su legado, al abrazar con complicidad la corrupta dinastía comunista de los hermanos Castro, émulos cubanos de los militares brasileños que la torturaron cuando todavía era revolucionaria.
El pasaje de Dilma Rousseff por Cuba también ha dejado en la sociedad brasileña un sabor amargo. No es una parte insignificante de sus compatriotas los que condenan el proceder de la presidenta, innecesariamente plegada a intereses de una dictadura caribeña. El rechazo a su proceder en Cuba se constituye en una especie de unanimidad de todo el pueblo brasileño.
En una encuesta informal de la versión digital en Internet del diario de mayor circulación en Brasil, ‘A FOLHA DE SÃO PAULO’, se recogen resultados aplastantes. Ante la pregunta, “En su visita a Cuba, la presidenta Dilma Rousseff no habló de Derechos Humanos. ¿Ud. concuerda con la posición brasileña?” la respuesta fue un NO rotundo, que alcanzó el 76%, frente a un débil SI, que sólo llegó a un 24%. Es decir, el sentimiento cubano de rechazo al proceder inexplicable de la presidenta brasileña, coincide con el sentimiento de condena de su propio pueblo. La encuesta puede consultarse en http://polls.folha.com.br/poll/1203202/results
Anteriores visitas de Lula da Silva a Cuba –en su condición de presidente– ya habían provocado una profunda herida en el sentimiento demócrata cubano. La población de la isla no esperaba de la actual presidenta una re-edición de la genuflexión escenificada –innecesaria ante déspotas caribeños en pleno naufragio– de parte de la mandataria del mayor país de Nuestra América, que aspira por mérito propio a inserirse en el concierto de las Naciones poderosas.
Dilma Rousseff no fue a Cuba a una misión política de la izquierda brasileña (aunque su visita terminó siendo más izquierdista de lo planificado) como antes sí lo hacía Lula da Silva sin el menor recato. La actual presidenta brasileña fue a la isla a negociar su inserción económico-comercial en el panorama americano, al planear establecer en la Cuba de los hermanos Castro una plataforma productivo-comercial, para vender con ventajas sus producciones a EUA.
Para ello se hizo acompañar por los representantes (nada izquierdistas) de una de las mayores empresas del gigante sudamericano –la Odebrecht– presente en casi todos los segmentos productivos del gigante sudamericano y en muchos otros países del mundo. Para esa empresa Rousseff consiguió de los hermanos dictadores la entrada en la antes poderosa industria azucarera cubana, mediante la venta (amañada) de uno de los mayores centrales, entre los más modernos de la isla, cuya construcción sólo data de los años 80. Los brasileños producirán allí la azúcar que los Castro no saben producir y etanol cuando Fidel finalmente muera.
La mencionada empresa ya encabezaba en la isla un emprendimiento gigante de alto costo: la modernización del puerto de Mariel, en la parte de la costa cubana más cerca a los Estados Unidos. Esta posición geográfica delata los objetivos brasileños en Cuba. Siendo el punto más distante geográficamente de Brasil, ¿para qué modernizar un puerto en las cercanía del mayor mercado comprador del mundo, EUA, con el cual Cuba no mantiene relaciones comerciales?
Hay dos respuestas a esa importante pregunta. La primera es la ofrecida por el gobierno brasileño: “Se moderniza el puerto de Mariel para cuando EUA levante el embargo comercial que pesa actualmente sobre la isla y Cuba esté en condiciones de comerciar”. La segunda respuesta, más realista pero que Brasil no puede admitir pública ni oficialmente es: “Se prepara el puerto de Mariel para cuando la dictadura de los hermanos Castro finalmente haga mutis, el gigante sudamericano estar instalado en la isla en su ‘plataforma’, produciendo lo que mejor sabe, para vender a EUA productos brasileños “hechos en Cuba” y disfrutar así de las ventajas que entonces EUA daría a las producciones de una Cuba democrática en el futuro post-Castro que se avecina aceleradamente con el agotamiento del fracasado ‘modelo’ cubano actual”.
Algo similar a lo hecho años antes por los españoles en el sector turístico, a la espera de la llegada de los anhelados turistas norteamericanos, cuando los hermanos Castro finalmente ya no existan más. Con este paso de Brasil ahora, se completa la repartición de la isla por parte de los hermanos Castro. Es lógico imaginar que se apresuran a vender el país al mejor postor (si es posible, a un postor de izquierdas, como Brasil). Así, incorporan a la “piñata Raulista” los sectores productivos y comerciales de la isla, con los cuales el castrismo fracasó en su intento de hacerlos productivos. A las empresas españolas, se suman ahora las empresas brasileñas.
Con relación al nuevo negocio de Raúl vendiendo la industria azucarera al Brasil, cabe la siguiente pregunta: ¿qué necesidad tiene Cuba de vender su industria azucarera a empresarios extranjeros, si los empresarios azucareros cubanos ya habían situado la isla como siendo el mayor productor mundial del dulce durante una buena parte (la mayor parte) del siglo XX? La respuesta de esa pregunta nos lleva de la mano a la compresión de la naturaleza de la llamada “revolución cubana”. Una revolución que ha sido una estrepitosa y fracasada “involución”.
Hay dos razones básicas para la venta del país por parte de Raúl y sus generales: la primera y más importante, levantar las finanzas familiares de la cúpula castrista en el exterior (sería bueno saber que transacciones –legales e ilegales– se han hecho a partir de los negocios con el puerto de Mariel y con la venta de la industria azucarera cubana). Preparan así la posible fuga de sus familias con jugosos depósitos en el extranjero. La segunda razón está asociada con los planes del grupo de Raúl para abrazar –a la muerte de Fidel– el llamado “modelo chino”, es decir, capitalismo (del peor) en la economía cubana. y dictadura unipartidaria (comunista) en la política, anunciado hace menos de una semana por el propio Raúl ante la asamblea del PCC.
La visita de Dilma Rousseff a la isla caribeña representa un triunfo innegable y rotundo para los planes raulistas, sea cual fuera la razón (entre las dos anteriores) que finalmente se verifique. Si la dictadura se desploma a la muerte de