LA HABANA.- Muchas veces escuché ese cuento que resalta el ingenio del gran escritor argentino Jorge Luis Borges: un joven alumno le hizo saber al poeta que, como él, hilvanaba versos y que acababa de concluir la escritura de un libro al que había dado como título Con la patria adentro, a lo que respondió el poeta: “¡Que incomodidad joven, que incomodidad!”
Creo que el “tierno” poeta se refería a sus esencias, a una Argentina que recorría sus venas. Aquel estudiante hablaba de una nación que ennoblecía su espíritu y lo hacía escribir; pero para Borges, un espíritu más universal y a quien el peronismo había hecho tanto daño, la patria podía resultar excesiva y devastadora si se instalaba en su interior.
Y es que realmente resulta incómodo vivir con un país ocupando el lugar del estómago y los riñones, un país que inspeccione los pulmones o meta las narices en los intestinos para averiguar, para juzgar luego. Es triste, es catastrófico, vivir con la patria adentro, juzgando, reprimiendo, y en esta isla bien sabemos de eso. Aquí conocimos “la ventana indiscreta” de los CDR y las narices de la FMC, a los espías del MININT, a las MTT y a las FAR, y a un etcétera muy largo.
Eso volví a comprobar en estos días, y también lo catastróficos que pueden resultar algunos “patriotas”. Resulta que publiqué un texto en CubaNet que suscitó adversos comentarios, y en el que relataba la manera en que la “patria cubana” trata a algunos de sus hijos “descarriados”, a los homosexuales esencialmente, y la manera en las que estos se ven obligados a defenderse por su cuenta, prescindiendo del país que llevan dentro, ese país que los rodea por todas partes pero no sabe abrazarlos.
A estos comentaristas les pareció excesiva mi preocupación por la suerte que podían correr los homosexuales, y exigieron que me ocupara más de otros asuntos, como los graves problemas raciales que arruinan a la nación cubana. A ellos les confieso que aunque ya lo hice muchas veces, no entraré en enumeraciones; si realmente están interesados que usen los buscadores de este sitio y que lean luego. Comprobarán que no es poco lo que hasta hoy escribí sobre ese tema… y desde Cuba, donde estoy, y estaré.
Y son realmente vergonzantes los comentarios. Al leerlos recordé aquellas famosas brigadas de respuesta rápida que reprimieron a tantos en las calles, y que hoy lo siguen haciendo sin ninguna sutileza. Quienes reprimen a los homosexuales son los mismos que hacen que la población penal en Cuba siga exhibiendo mucho más lo negro de la piel, que las mujeres de la raza negra encuentren las peores oportunidades de trabajo, aunque fueran a la universidad. Fue conveniente para el Gobierno cubano, y supongo que planificado, que un periodista con mucha melanina denigrara el presidente Obama en el “Tribuna de La Habana”, y al que también enfrenté desde CubaNet.
Duele Cuba, duele mucho cuando sus hijos se dejan dividir, cuando cubanos de acá juzguen a los de allá, o lo contrario. A esos a quienes tanto molestó que me preocupara la desprotección de los gais, les cuento que jamás estuve, como suponen, en una de esas congas “contra la homofobia”, porque no creo en tal discurso, porque quienes crearon las UMAP son los mismos que hoy propician esas farsas, porque tengo la certeza de que algunos de los que mueve en la conga la cintura, puede aparecer muerto alguna mañana sin que se encuentre alguna vez al asesino, como sucedió con Ángel, aquel librero de piel negra que trabajaba en la Fayad Jamís, y con muchos otros.
Mortifican esas torpes distracciones, esas que denigran a unos para defender a otros, cuando todos sabemos que el Gobierno usa como peones a los unos y a los otros, que ellos precisan de hombres y mujeres negras en el “parlamento”, y hasta algún homosexual, para la “puesta en escena”, para representar una igualdad que es falsa, para que cuando alguien tilde a Cuba de racista, Esteban Lazo, el presidente de la “Asamblea Nacional” se yerga mostrando el color de su piel desde el sitio más “privilegiado” de un parlamento de mentira, sonriendo socarronamente. “La brujita”, aquel homosexual mambí del que escribió Serafín Sánchez, era negro, y resulta vergonzante que ahora alguien convulsione cuando destaco yo la atención que le prestó un patricio blanco en el siglo XIX, sin que note que ahora la “revolución” lo habría convertido en un “Monstruo de dos cabezas” y lo habría puesto en las UMAP.
Estas distracciones no son en nada convenientes. Que los marginados se disputen la mayor cuota de desprecio me parece ridículo. Que los preteridos hagan riñas, elevándose cada cual en el sitial más “desgraciado” es, aunque muchos no lo crean, conveniente al Gobierno, al Partido Comunista, a los propiciadores de esas marginaciones. Yo, que estoy de este lado del “charco”, y estaré, no deposité ninguna boleta en la urna, como seguro hicieron hombres y mujeres negras, homosexuales de cualquier coloración en la piel, para “decidir los parlamentarios”. Yo me quedé en casa con mi madre, que tampoco votó, pero hace unos pocos días encontré por debajo de la puerta un pedazo de algún ejemplar del Granma en el que escribieron: “Maricón, gusano, no votastes”. Así, con s al final.
No sé quién fue, ni cómo se enteró de mi “no asistencia”, pero apareció el papel a los pies de mi escalera advirtiendo que sabían que no estuve en las urnas ese “sagrado día de la patria”. Pudo ser alguien muy torpe y despechado, pudo ser un odioso con rencillas que estuvo en la mesa de escrutinio y quiso molestarme, pudo ser alguien que me vio el día entero en la casa, sin salir, y no me quiere, pudo ser cualquier subalterno, algún vasallo con mala ortografía.
Alguien fue, pero no culparé a un hombre blanco graduado en la universidad ni a una mujer negra, o a un “bretero” homosexual. A fin de cuentas Cuba es de hombres y mujeres de cualquier raza, de cualquier orientación sexual. El perpetrador del papelito pudo ser algún homosexual blanco que se creyó reivindicado por las congas de los últimos diecisietes de mayo o una joven negra que estudia derecho o medicina en la universidad y hoy es miembro de aquella delegación que representa, en Perú, a la “sociedad civil cubana”, y no me importa. Tengo la certeza de que quien lo hizo no fue un cubano digno, porque el decoro tiene más que ver con el respeto, y eso es lo que la Cuba de todos necesita. Jamás las tan convenientes pugnas entre preteridos, tan parecidas a las congas que preside Mariela Castro cada 17 de mayo. Y yo, parafraseando al poeta mexicano José Emilio Pacheco, escribiría: “Amo a mi patria aunque su fulgor abstracto sea inasible”, y como él, daría la vida por diez lugares suyos, por cierta gente…