LA HABANA, Cuba. – Hace apenas unos días, el Consejo Nacional de Inteligencia estadounidense apuntó en su informe “Amenazas extranjeras a las elecciones de EE. UU. de 2020” que el gobierno castrista había intentado interferir en las elecciones presidenciales del pasado año en EE. UU.
Nadie que conozca bien el castrismo dudó en absoluto de esta información. Hoy los periodistas oficialistas cubanos, para realizar esa labor de intromisión en los gobiernos extranjeros, se esmeran en las páginas gastadas de la prensa nacional (ténganse en cuenta Juana Carrasco, Elson Pérez, Raúl Capote y otros). Encargados de escribir contra Donald Trump durante su mandato, utilizaron información del Ministerio del Interior y del propio Partido Comunista, según los intereses de la cúpula dictatorial.
De más está decir que la maquinaria de manipulación perfectamente engrasada, aprendida del socialismo soviético, sigue contando hoy con medios de propaganda que sirven al régimen para afectar la conciencia de los seres humanos, tanto los de Cuba, como los del mundo entero.
Así, vemos cómo una parte del pueblo de la Isla continúa engañado, sin poder reflexionar ante la avalancha de información contra Estados Unidos y su empeño de promover la democracia y los Derechos Humanos. Sencillamente, el enemigo es lo peor y el régimen, por supuesto, el adalid de todas las nobles causas.
Tengamos por ejemplo cómo la ideología comunista-cubana ha manipulado la política latinoamericana, combatiendo a gobiernos democráticos electos en las urnas y financiando guerrillas en su contra, ya fracasadas. Asimismo, no se olvide el fuerte apoyo a gobiernos y regímenes afines al castrismo, como los de Luis Inacio Lula da Silva, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y otros.
Se trata, ni más ni menos, de una guerra ideológica que, hasta el momento, no la ha podido ganar el llamado socialismo del siglo XXI, perdido para siempre en el mismo saco de la URSS.
Hoy, otro mapa se expande en la región de Latinoamérica. El socialismo no es un modelo económico que fortalezca la vida económica de un país. Así lo expresó el propio Fidel Castro en 2010, en entrevista con la revista The Atlantic: “No sirve ni siquiera para nosotros”, dijo.
Sin que la CIA haya tenido que mover un dedo, hoy la inmensa mayoría de los cubanos no apoya el socialismo. El desencanto y la insatisfacción, debidos al malestar económico y las dificultades materiales surgidas desde el comienzo del régimen de los hermanos Castro hacen mella en la vida cotidiana de la nación.
Como no puede resolver sus propios problemas, el régimen castrista se preocupa más por los problemas de otros gobiernos. Fuera Donald Trump de la Casa Blanca desde hace más de dos meses, el periódico Granma lo sigue acusando de difundir informaciones falsas, mientras que el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel miente a sus anchas en Twitter.
En primer lugar, no es Trump quien acusa al gobierno cubano de injerencia en las elecciones, sino los resultados de una evaluación de 15 páginas del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos.
El informe, del 16 de marzo de 2021, señala que “Cuba trató de socavar las perspectivas electorales de Trump, impulsando narrativas antirrepublicanas en la comunidad latinoamericana” y apunta que “la inteligencia cubana probablemente realizó algunas acciones de bajo perfil en apoyo de este esfuerzo”, mientras que Venezuela tuvo la intención, pero no la capacidad, de influir en la opinión pública de EE. UU.
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