LA HABANA, Cuba. – El señor Bruno Rodríguez Parrilla solicita para la práctica internacional lo que su gobierno les niega a los cubanos.
Los gobernantes cubanos nos tienen acostumbrados a un doble rasero en la evaluación de los más variados temas económicos, políticos y sociales. Así, mientras que solicitan libertades y conductas contrahegemónicas en el plano internacional, le niegan esas bondades al pueblo de la isla.
Semejante práctica la hemos constatado, una vez más, en la reciente intervención del canciller Bruno Rodríguez Parrilla durante el 74 debate general de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
En su acostumbrado ataque al sistema capitalista, el señor Parrilla afirmó que allí “prolifera la corrupción de los sistemas políticos y de los modelos electorales y su creciente distancia de la voluntad de los pueblos. Poderosas y exclusivas minorías, en particular los grupos corporativos, deciden la naturaleza y composición de gobiernos, parlamentos e instituciones de impartición de justicia y la aplicación de la ley”.
Resulta risible que esa aseveración haya partido del representante de un sistema totalitario donde una minoría mucho más exclusiva —la cúpula del gobernante Partido Comunista— decide acerca de todo lo que acontece en la sociedad, y la existencia de parlamento, instituciones y leyes no son más que fachadas para encubrir la omnipresencia de ese único partido político permitido.
Precisamente, el venidero 10 de octubre los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular elegirán, entre otros cargos, al Presidente y Vicepresidente de la república. De esa manera, a espaldas de una consulta popular, esos diputados —que a su vez están en esa Asamblea tras pasar por un filtro que determinó su fidelidad al régimen— seleccionarán a los dos máximos representantes del Estado cubano. Y por supuesto que todos creen conocer de antemano que el señor Miguel Díaz-Canel Bermúdez será el presidente de Cuba.
Pero el señor Rodríguez Parrilla no quedó ahí. También incursionó en el terreno de la cultura. Al respecto expresó que “Debemos impedir que se imponga un modelo cultural único, totalitario y avasallador que destroce las culturas nacionales, las identidades, la historia, la memoria, los símbolos, la individualidad, y que silencie los problemas estructurales del capitalismo que provoca una desigualdad lacerante que aumenta sin cesar”.
Y mientras el Canciller decía esas cosas en la ONU, Díaz-Canel se reunía en La Habana con los dirigentes de la oficialista Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) para “sistematizar y promover los principios de la política cultural de la Revolución”. Es decir, que la política cultural del país seguirá siendo única, la fijada por la máxima instancia gubernamental y partidista, la cual no permitirá la existencia de individualidades que se aparten del canon oficial, al tiempo que adecuará la interpretación histórica con vistas a que la visión del pasado justifique el presente que hoy padecen los cubanos.
No hay dudas de que esa especie de doble moral exhibida por el Ministro de Relaciones Exteriores en la ONU no hace más que mermar la credibilidad de un gobierno totalitario que se obstina en marchar a contracorriente de los tiempos que corren.
Recibe la información de Cubanet en tu teléfono a través de Telegram o WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 498 0236 y suscríbete a nuestro Boletín dando click aquí.