LA HABANA, Cuba. – Este lunes, 2 de septiembre, quedó inaugurado en Cuba el nuevo curso escolar, ese que transcurrirá durante todo lo que queda de 2019 y una buena parte de 2020. Para la fiesta de apertura se escogió, como era de esperar, a uno de los municipios que más sufrió el paso de ese tornado que vapuleó a la capital hace unos meses. 10 de octubre fue el escogido, y dentro de él la escuela José María Heredia.
Los comunistas no pierden ni la más mínima oportunidad para hacerse alabanzas, y esta vez, ante las cámaras de la televisión nacional, hicieron notar la reparación de un viejo inmueble escolar que en nada recordaba a los construidos tras el “triunfo” de 1959, ningún detalle del edificio hacía pensar en las infortunadas construcciones Girón. La escuela, de elegante arquitectura, hacía pensar en los lejanos tiempos prerrevolucionarios, en las aptitudes “revolucionarias” a la hora de restaurar.
Y con la ceremonia quedaba a la zaga aquel retraso en la confección de uniformes escolares, la reparación de los inmuebles. A la zaga esa agitación que provocó el temor de que no se completara en su totalidad la plantilla de maestros. Habilidosos, y de antemano, hicieron los comunistas su jugarreta, mañosos hablaron de aumentos salariales y, con mucha astucia, dejaron entrever la posibilidad de que los viejos maestros jubilados podrían volver a las aulas y cobrar sus retiros, sus salarios “aumentados”.
Y consiguieron lo que se habían propuesto; y celebraron el acto de inauguración en una vieja escuela de joven apariencia, con maestros novatos e inexpertos, con maestros viejos, y en algo más distinguidos. El acto fue idéntico al de cada año; presidido por autoridades del Partido, del gobierno, y también por funcionarios de los ministerios de educación y construcción, con maestros, con alumnos, con muchos vítores a la revolución “protectora”, a la “gran mecenas”.
Los discursos fueron, como siempre, laudatorios, idénticos a los anteriores, y luego vendría el circo, quise decir la música, esa que puso a bailar los esqueletos; los de los estudiantes y los maestros, los de los constructores “tan sacrificados”; y, también como siempre, el gran poder, es decir los “benefactores”, se quedaron quietos, sin que se dejaran provocar por ritmos contagiosos.
Luis Antonio Torres Iribar, el secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) en la capital, se vio con cara de pocos amigos, como cada vez, y una actitud parecida escogió Roberto Morales Ojeda, un vicepresidente de los consejos de estado y de ministros a quien le asignaron mostrar allí su cara. Sin dudas el poder cubano es muy estático, tanto que no se deja conmover por ritmos contagiosos, ni siquiera en la inauguración de un nuevo curso escolar y en una escuela por ellos maquillada con destreza.
Y ahora transcurrirán los días y los meses, tiempos más reales que esos que la televisión “revolucionaria” se empeña en mostrar. En los días que están por llegar los padres se verán obligados a hacer magias para conseguir algún dinero que pueda pagar a esos otros maestros retirados que no volvieron a las aulas, esos que repasan desde sus casas y que intentan reparar los estropicios que los asalariados del gobierno provocan en las salas de clases. Esos seguirán siendo los verdaderos héroes, aunque jamás se les nombre.
Y ahora… ¿qué viene ahora? Ahora volverán las alabanzas, el discurso perpetuo, ese en el que el verdadero protagonista, el “gran benefactor” es el gobierno, el Partido Comunista de Cuba. Y también en breve llegará la desmotivación de alumnos y maestros, aparecerá el fraude aunque la prensa alabe a los escolares abnegados, aunque ponga solo en el centro a los que triunfan en olimpiadas de matemáticas y otras ciencias, esos que sirven a la retórica del poder.
Están por llegar las tan acostumbradas comparaciones, esas que intentan visibilizar las diferencias, que supuestamente existen entre la educación cubana y la que se verifica en otros sitios del orbe cruel y capitalista. En unos meses se hará evidente el finalismo, se destapará el fraude, la mala calidad de las clases y el silencio de la prensa oficial.
Hoy mismo, mañana, podría concretarse la primera escapada del aula, una fuga que contradiga a ese discurso que alaba las bondades del sistema educativo de la “revolución”, una huida que concrete el encuentro con algún “yuma” en una esquina, un “yuma” que aporte unos billetes, unas monedas que no se hacen acompañar de conocimientos pero que son necesarias para la economía familiar, para la sobrevida. Mañana mismo podría concretarse, para algún alumno, una posibilidad de exilio, una escapada que recuerde la de José María Heredia.
Ya comenzó el nuevo curso. Ya los “palabristas”, que así llamaba el gran escritor checo Bohumil Hrabal a los discurseros, soltaron sus monsergas iniciales. Veremos qué sucederá en los meses que están por llegar. Yo seguiré pensando en ese checo maravilloso, ese que me hizo notar lo que advierten ciertos recibos de lavandería: “Algunas manchas son imposibles de sacar sin dañar el tejido”.
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