LA HABANA, Cuba.- Algunos periodistas independientes, animados por las mejores intenciones, se pronuncian por que la oposición prodemocracia apoye a los emprendedores privados en su pulseo con el Estado por expandirse y consolidarse.
En verdad, no la tienen fácil los “cuentapropistas”, como son llamados oficialmente.
En el VII Congreso del Partido Comunista, el general Raúl Castro y el ministro de Economía Marino Murillo concedieron a los trabajadores del sector no estatal el beneficio de no considerarlos enemigos contrarrevolucionarios, pero advirtieron que no les permitirán la concentración de riquezas y propiedades, para evitar, no tanto las diferencias sociales, como arguyen, sino su empoderamiento, para que no puedan ser “utilizados por el imperialismo yanqui en sus planes para destruir la revolución y el socialismo”.
Es decir, que los cuentapropistas están condenados a seguir ganado solo un poco más del diario en la economía del timbiriche y la venduta. Tienen permiso para nadar en aguas bajitas, sin internarse en lo hondo. “¡Guajacones, a la orilla! ¡Y ya!”, como diría el general presidente.
Los cuentapropistas, además de con el Estado socialista-mercantilista que hace de retranquero perro del hortelano con sus medidas asfixiantes y sus prohibiciones, también tienen que lidiar con la codicia de los inspectores corruptos, con sus extorsiones y abusos, y las trabas debidas a la envidia y el mal disimulado rencor de los burócratas y los administradores de las empresas estatales, que a pesar de su proverbial ineficiencia, seguirán siendo las que lleven el protagonismo en la economía, según advirtieron los jefes en el congreso del inmovilismo.
Sobre si la oposición debe apoyar a los cuentapropistas hay bastante tela por dónde cortar.
Los principales líderes opositores, enfrascados en redactar extensos documentos, no deben disponer de mucho tiempo para ocuparse de negocios ajenos. Los que pudieran solidarizarse con los cuentapropistas abusados son los activistas opositores “de a pie”.
Pero me temo que ellos, que están en la calle como Jesús en la mar, cada domingo, en #Todosmarchamos, junto a las Damas de Blanco, forcejeando por el derecho a la protesta pacífica sin que sea criminalizada, estarán demasiado ocupados en capear la represión y exigir la libertad de sus compañeros encarcelados, para con tanto abuso de todo tipo como hay bajo este régimen, dedicarse a cuidar que no timen y expriman a los dueños de vendutas y timbiriches.
Para la mayoría de los opositores de a pie los razonamientos acerca de la propiedad sobre los medios de producción, la sociedad civil y su incidencia en la transición a la democracia, resultan demasiado abstractos.
Además, ¿por qué la prioridad de la solidaridad de los opositores tendría que ser los cuentapropistas? Está bien apoyarlos como ciudadanos abusados, pero no para que se enriquezcan: eso va por ellos.
La solidaridad opositora la precisan mucho más los trabajadores “disponibles” —un eufemismo, para no llamarlos desempleados— los ancianos y los enfermos a quienes retiran la ayuda de la seguridad social, las familias desalojadas, los albergados, los moradores de los llega y pon, los orientales que destierra la policía por estar ilegales, indocumentados, en “la capital de todos los cubanos”…
Los cuentapropistas deben aprender, además de las técnicas y mañas del marketing, también a defender sus derechos. Si sólo se van a emplear en buscar el mejor y más rápido modo de acumular dinero, cuando sean nuevos ricos, si los dejan llegar a serlo, terminarán como oportunistas aliados del régimen. Quiero decir, los emprendedores de verdad. Qué decir de los que arrancaron con ventaja en la carrera, los paniaguados del régimen…
Los emprendedores privados, como tendrán que perder mucho más que el resto de sus compatriotas que apenas tienen qué comer, serán agentes del inmovilismo, del no cambio, mantenedores del status quo. Capaz que organicen sindicatos a las órdenes de la CTC (Central de Trabajadores Cubanos), núcleos del Partido Comunista de cuentapropistas o brigadas de respuesta rápida…
¿No vio a algunos de ellos este 1ro de mayo, en la Plaza de la Revolución, con el rebaño de carneros que desfiló, no para reclamar sus derechos, pedir aumentos salariales o mejores condiciones de trabajo, que va, sino para apoyar las decisiones adoptadas por el VII Congreso que ni siquiera todavía les han sido informadas?
¿Qué disidente no conoce a cuentapropistas que los odian porque dicen que debido a que la policía política invade el vecindario para vigilarlos y reprimirlos, “les ponen malo el barrio” para sus negocios y trapicheos?
Más que los dueños de los timbiriches, muchos de los cuales todavía dicen “estar con la revolución”, preocupan sus empleados, los que el Estado dejó “disponibles” cuando desinfló las plantillas. ¡Ay de la que les espera en las tarimas de agromercados, las paladares, las poncheras, y brigadas de construcción, con los nuevos aspirantes a empresarios capitalistas!
No olvidar que los nuevos empresarios, que traen como bagaje las experiencias aprendidas del Estado patrón y empleador único, ahora intentan copiar lo peor del capitalismo e imponerles a los contratados la falta de derechos del socialismo a lo soviético, exprimirlos y sacarles el kilo sin que puedan no digamos hacer huelga, decir ni pío, porque los despiden y va a haber cola para escoger quien los sustituya.
De esta mezcla de lo peor del socialismo real y del capitalismo salvaje, nada bueno podrá salir para la futura democracia.
Perdonen la franqueza: si los emprendedores privados quieren que la oposición les apoye, que se lo ganen. Al menos, que reclamen sus derechos.