LAS TUNAS, Cuba. — El pasado viernes, el Periódico 26, órgano del Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba (PCC) en Las Tunas, publicó el artículo titulado Unidos en la prevención del delito contra la ganadería. El texto, que citaba cifras del Ministerio de la Agricultura (MINAG), señalaba en que en 2021 la provincia registró un aumento “del delito contra la ganadería” con respecto a 2020, una tendencia que se mantuvo en enero de 2022.
Según el citado artículo, sólo contabilizando los casos conocidos —pues, en ocasiones, las víctimas no formulan denuncia, o lo hacen tardíamente — el pasado año en Las Tunas ocurrieron 3 098 de estos delitos contra el patrimonio ganadero, esto significa 704 ilícitos penales más que en 2020, “en todos los tipos de delito (hurto, hurto y sacrificio, robo con violencia, robo con fuerza y sacrificio ilegal)”, expresa el Periódico 26.
Atendiendo al medio oficialista, las referidas infracciones calificaron en todas las tipologías posibles concernientes a la posesión de ganado mayor y, según el derecho penal cubano, en los delitos contra los derechos patrimoniales (hurto, robo con fuerza en las cosas y robo con violencia o intimidación de las personas), vinculándose esos hechos delictivos de gravedad extrema a lo que en Cuba, de forma sui generis, es considerado como “delito contra la economía nacional”: el llamado “sacrificio ilegal de ganado mayor y venta de sus carnes”.
Según el artículo 240 del Código Penal, este último es un delito que, incuestionablemente, no califica hurto o robo cuando es el propio dueño quien sacrifica una de sus reses, pero, así y todo, constituye delito de “sacrificio ilegal de ganado mayor” penado de cuatro a diez años de privación de libertad.
Por unidad y pluralidad de acciones y delitos, vinculado el delito de sacrificio ilegal de ganado mayor y venta de sus carnes al robo con violencia o intimidación de las personas, es lo que en derecho penal se conceptúa como delito de peligro concreto, y el peligro no es abstracto, pues la violencia o intimidación, de por sí, constituye un peligro que se ejerce sobre un bien jurídico, que en este caso es el ser humano al que roban una res y no la res misma, lo que ya dice mucho del grado de criminalidad de una sociedad en que, para robar un animal, se ejerce violencia o intimidación sobre su dueño o poseedor. Útil es recordar que no pocos delitos iniciados cuales hurtos, robos con fuerza en las cosas o robo con violencia o intimidación de las personas, concluyeron como asesinatos.
¿Hasta dónde ha descendido la sociedad cubana como para que un ladrón de ganado, con tal de hacerse de un caballo o de una vaca con ánimo de lucro, ejerza violencia o intimidación sobre su dueño o fuerza en las cosas del sitio en que permanecen esos animales con peligro para la vida de las personas? ¿Hasta dónde descendió el Estado cubano que sanciona con la misma pena (10 años de cárcel) tanto al que sacrifica ganado fuera de las ordenanzas gubernamentales como al que mata a una persona y comete delito de homicidio? ¿Qué ha hecho a los cubanos, antes respetuosos de sus semejantes y de la propiedad ajena, hoy individuos agresivos, vociferantes entre sí, irrespetuosos de lo que no les pertenece, incluso, de las leyes y disposiciones de otros países cuando se encuentran en tránsito por ellos o para exigir que se les admita en esas naciones?
Con honrosas excepciones de civismo patrio y valor personal, hemos visto a muchos de estos ciudadanos aplaudiendo, cual fieles lacayos, a Díaz-Canel y al comisariado del PCC incluso instantes antes de huir de Cuba.
¿Por qué los mismos que levantan un machete contra un campesino o un vaquero luego tiemblan de miedo ante el tolete de un policía? ¿Acaso descendió Cuba al país de los cínicos?
Para el periódico del PCC en Las Tunas las “víctimas” no son las personas a quienes, a riesgo de sus vidas e integridad personal, los cuatreros robaron su ganado, sino vacas, bueyes, toretes, caballos o burros, el ganado mismo, y así se expresa en el artículo citado cuando dice: “Las víctimas ascendieron a 4 454 cabezas —993 más que el año precedente —, y fueron 2 378 equinos y 2 076 vacunos”.
Parecería un contrasentido confundir los bienes sustraídos con la persona perjudicada por el delito —en la lógica premura a la hora de entregar su trabajo y sin importar ideologías, cualquier redactor comete errores— pero este no es el caso, aunque quiera buscarse en la redacción un chivo expiatorio.
El asunto es de fondo, no de forma. Y si hoy demasiados animales vacunos o equinos son considerados “víctimas”, en tanto los cubanos son considerados meras cabezas y, en consecuencia, entre ellos se comportan a coz y mugido, no es porque quieran actuar cuales ovejas, sino porque así fueron amaestrados, y no por gusto de los caporales, sino por necesidad.
El régimen cubano sanciona el “delito contra la ganadería” como si de homicidios se tratara, mientras que, permisivo, como no lo es con las reses, se hace el de la vista gorda cuando, cuales ovejas descarriadas, los cubanos se extravían por los caminos del mundo.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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