MADRID, España. – Rómulo Betancourt Bello formuló el 13 de febrero de 1959 una Declaración, en ocasión de la toma de posesión para su segundo período presidencial, que quedó plasmada como texto de Derecho Internacional con el nombre de “Doctrina Betancourt”. Fue motivada por una decisión del presidente venezolano de romper relaciones con los gobiernos que llegasen al poder por vías no democráticas. El principal obstáculo para la aplicación de la Doctrina Betancourt y el argumento principal que utilizaban, y aún utilizan los dictadores, era y es el principio de la “no intervención en los asuntos internos de los Estados”.
El objetivo prioritario de esta doctrina era, en lo interno, consolidar el recién instaurado sistema de democracia representativa en Venezuela. El presidente se sentiría descorazonado al ver que su país no ha podido preservar su democracia, pero en otro orden de cosas, la comunidad internacional democrática, casi en su conjunto, se ha solidarizado con sus fundamentos y apoya abiertamente la causa del pueblo venezolano oprimido. El legado de la Doctrina Betancourt sigue vigente, ha conseguido aislar a Maduro y que no sea reconocido como presidente legítimo de su país.
Bajo la inspiración de la misma, Venezuela rompió relaciones diplomáticas a lo largo de la segunda mitad del siglo XX con las dictaduras regionales que, en distintas oportunidades, asolaron Cuba, Rep. Dominicana, Argentina, Perú, Ecuador, Guatemala, Honduras y Haití, entre las cuales la dictadura cubana ha persistido.
¿Por qué ha persistido la dictadura cubana? Una de las causas fue, realmente, que la Doctrina Betancourt no fue acogida en el seno interamericano en su momento, por lo que los mecanismos de sanción colectiva no funcionaron. Sin embargo, posteriormente su espíritu fue codificado en distintos instrumentos jurídicos internacionales bajo el nombre de “cláusula democrática” y ha inspirado los protocolos que se han formulado en la OEA en la historia más reciente en la defensa de la democracia.
Dictadura y Doctrina nacieron en 1959 y probablemente el presidente Betancourt quiso adelantarse a la inoculación, desde Cuba, de “su régimen”, ese que finalmente han conseguido imponer en Venezuela y que ha sumido al país en un crisis humanitaria, política y social sin precedentes.
El próximo 24 de febrero el gobierno cubano ha convocado un referendo para votar su reforma constitucional, reforma que viola todos los estándares democráticos, no respeta el recto entendimiento del estado laico (a saber la defensa de las ideas creencias y valores morales de los individuos y el derecho a vivir según sus normas), mantiene la supremacía total del Partido Comunista como “único “, en detrimento de cualquier otro, no contempla las propuestas de sus oponentes políticos, fomenta el capitalismo de Estado, no respeta los derechos de los trabajadores y no permite entre otras, la libre y transparente concurrencia de sus detractores en la campaña en igualdad de condiciones.
Nosotros los cubanos nos congratulamos de que la comunidad internacional haya apoyado el proceso de transición que se pide para Venezuela. El origen del mal que vive este país reside en La Habana y en su injerencia nociva en este país hermano. Desde aquí, queremos hacer un llamado de atención sobre el sufrimiento longevo del pueblo cubano que ha vivido sojuzgado, durante más de medio siglo, con escasísimos apoyos internacionales.
En este mundo globalizado, en el que las noticias fluyen casi instantáneamente, nadie puede escudarse ya en falta de información. Esperamos la solidaridad y fraternidad demostrada en Venezuela, y defendida por tantos, que han hecho, y hacen oídos sordos al sufrimiento del pueblo de Cuba.