LA HABANA, Cuba. — Yo tenía doce años cuando vi llorar a mi madre por primera vez, una mujer de recia personalidad, muy apegada al quehacer político mundial. Fue cuando murió Eduardo Chibás, el 16 de agosto de 1951.
Durante la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, fiel ella a aquella figura clave de la historia republicana, aseguraba que Chibás era el hombre que Cuba hubiera necesitado para curar los males de la nación.
Pero mi madre se equivocó. Murió sin saber quién era en realidad aquel líder ortodoxo, nacido en 1907, de ojos azules, miope, de piernas cortas y voz chillona. Demasiado inquieto y nervioso para ser un líder político.
La vida de Eduardo Renato Chibás, sobre todo su personalidad esquizofrénica y sus errores cometidos, nunca se han reflejado en los medios de prensa que controla el régimen castrista. Solo gracias a las investigaciones que realizó el escritor Newton Briones Montoto sobre este controvertido personaje, es que hemos podido conocer en detalles todo lo ocurrido en aquellos tortuosos años de 1930 a 1952, a través de su libro General Regreso.
Tal vez por eso, valga la aclaración, su interesante y amena narración no haya recibido la promoción merecida. Seguramente no es del agrado de Fidel Castro. Porque entre hechos reales y anécdotas inéditas, vemos a Eduardo Renato Chibás al desnudo, un buscador de pleitos, con andanzas tan descabelladas, que cualquiera pudiera ponerlas en duda.
Siendo menor de edad fue víctima de un atentado, del cual nunca se supo la razón. Fueron los años que dedicó ¨este hijo de papá¨, a viajar como turista por Europa y Estados Unidos.
A su llegada a Madrid, en 1923, lo primero que hizo fue asistir a una Plaza de Toros. Cuando vio que el torero estaba en desventaja con el animal, en un arranque pasional, Chibás se lanzó al ruedo, creando así una situación anormal en la que tuvieron que intervenir varias personas para sacarlo de allí.
En los periódicos españoles, al día siguiente, se destacó la noticia sobre un cubano loco que buscó la muerte en la Plaza de Toros de Madrid.
En 1939, Eddy, como lo llamaban sus amigos, realizó un auto atentado y se disparó un tiro a sedal como gancho electorero. Unos años después, en 1948, perdió la presidencia ante Carlos Prío, al ganar este por mayoría de votos. Chibás jamás lo perdonó y se convirtió en su enemigo para toda la vida.
Como Julio Antonio Mella, también Chibás fue expulsado de la Universidad de La Habana.
Sus seguidores, miembros del Partido del Pueblo Cubano Ortodoxo, defraudados ante la conducta de su líder, comenzaron a realizar reuniones a su espalda. Querían lograr que se sometiera a la disciplina del Partido. Chibás jamás lo aceptó. Ante las críticas, alegaba que su partido lo había hecho él y exigió fidelidad por parte de sus subalternos.
De esa forma, el político más popular del momento comenzó a caer en desgracia. Por aquellos días, un periodista que lo conocía bien, Carlos Lechuga, escribió un artículo titulado donde le señalaba ¨que debía de controlar sus arrebatos publicitarios y los insultos y fieros ataques que hacía contra sus adversarios en los actos políticos¨.
Unos meses antes de suicidarse, Aureliano Sánchez Arango, ministro de Educación del gobierno de Carlos Prío, denunció a Chibás de tratar como esclavos a los trabajadores cafetaleros de una finca de su propiedad, en la zona de Guantánamo. Pagaba a los campesinos sumas miserables en sus jornadas de labor.
Chibás respondió airado que poseía una maleta de pruebas contra el ministro, la que abriría para demostrar que era un corrupto ladrón.
Este suceso sirvió incluso como burla entre los cubanos y un estribillo musical se puso de moda: ¨Abre la maleta, Chibás, ábrela¨.
Eduardo Chibás no abrió maleta alguna. No existía en realidad, por mucho que haya dicho lo contrario la prensa castrista durante más de medio siglo.
Estaba tan desequilibrado mentalmente, que durante su comparecencia en el estudio radial de CMQ, ni siquiera se pudo percatar de que estaba fuera del aire y comenzó a gritar histérico: ¨Pueblo de Cuba, levántate y anda¨. Acto seguido se disparó un tiro en el vientre. Murió a los pocos días.
Con grandes posibilidades de llegar a presidente del país, él mismo evitó su victoria. Este es el hombre que, no sólo inspiró a la Generación del Centenario para atacar el Cuartel Moncada, sino que ha sido el guía espiritual de Fidel Castro a través de su más de medio siglo de dictadura totalitaria.