LA HABANA, Cuba.- Por más que me propongo dejar en paz a Harold Cárdenas, el bloguero de Joven Cuba, no lo consigo: me saca de quicio su catatónico empeño por lograr que reflote, para que no se acabe de ahogar en su propia mierda, el socialismo castrista.
Recientemente, aun con su frustración y su “dolor militante” a cuestas, no porque Cubana de Aviación lo trató como un trapo, sino por el triunfo de los retranqueros del inmovilismo en el VII Congreso del Partido Comunista, Harold Cárdenas, a propósito del aniversario número 88 del nacimiento de Ernesto Guevara escribió una empalagosa crónica titulada “El Che que nunca tuve”, donde lamentaba las facetas “heréticas” del argentino que no le enseñaron en la escuela, cuando era pionerito por el socialismo.
Antes de arribar a una conclusión en la que coincido plenamente, la de que “no hay peor educación que la impuesta”, decía Harold Cárdenas: “Dos generaciones de cubanos repetimos en la escuela que seríamos como él pero era más consigna que otra cosa, apenas lo conocíamos. Y las partes desconocidas son las mejores, las que nos hubieran llevado a seguirlo realmente. Pero ese Che no lo tuvimos, era demasiado subversivo para sacarlo a la luz. Y lo sigue siendo.”
¿Subversivo? ¿Hereje? ¿Por qué? ¿Por no seguir ciegamente la línea del comunismo soviético, como hacían los del PSP (Partido Socialista Popular)? ¿Por ser trotskista por carambola? ¿Por su fascinación por las largas marchas y los grandes saltos (al vacío) del maoísmo?
¿En qué herejías del Che prefiere reparar Harold Cárdenas? ¿En las herejías económicas? ¡Por favor! ¿Qué entendía de economía? Si el mismo Guevara reconoció que él no era economista, y que si respondió al llamado del Máximo Líder cuando buscaba uno, era porque estaba medio dormido y pensó que el Jefe había preguntado que quién era comunista. Que no sabía ni pitoche de economía lo demostró con creces con sus barrabasadas al frente del Banco Nacional primero y luego del Ministerio de Industrias.
Cuando Harold Cárdenas añora “el clima de construcción colectiva existente en los sesenta, cuando el Che y Carlos Rafael debatían en público fórmulas de país” se refiere a la polémica ocurrida en 1964 entre los criterios del argentino y los de Carlos Rafael Rodríguez y otros de los más ortodoxos seguidores de los lineamientos de Moscú acerca de la naturaleza de la organización de la economía socialista.
En aquel momento, se impusieron las visiones del Che. En 1965, cuando Guevara se fue de Cuba, dejó tras de sí una estela calamitosa en la economía. A partir de entonces, se impusieron las concepciones pro-soviéticas y también fueron desastrosos los resultados.
En 1987, como contracandela a la Perestroika, Fidel Castro echó mano de nuevo de las concepciones guevaristas para el llamado Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, cuando anunció “ahora sí vamos a construir el socialismo”, como si hasta entonces se hubiera estado jugando a la quimbumbia. De ahí para acá, la descacharrada historia de lo sucedido es harto conocida.
Ninguno de los bandazos ha dado resultado. Tampoco los recomendados por Che Guevara. Pero Harold Cárdenas lamenta: “Escuchar más a Moscú que al Che, ¡qué barbaridad! Los errores del último medio siglo fueron los que el Guerrillero advirtió…”
¿A qué aspirará Harold Cárdenas a estas alturas del campeonato? ¿Al trabajo voluntario y los estímulos morales? Que ni se le ocurra decirlo donde lo pueda escuchar un trabajador que con lo que gana en un mes apenas le alcanza para mal alimentar a su familia durante una semana…
Supongo que lo que más sedujo a Harold Cárdenas de los Apuntes Críticos del Che Guevara al Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias Soviética es cuando aconseja “huir del mecanicismo como de la peste” o cuando afirma: “Las masas deben tener la posibilidad de dirigir sus destinos, resolver cuanto va para la acumulación y cuanto al consumo, la técnica económica debe operar con estas cifras y la conciencia de las masas asegurar su cumplimiento”.
Ya sé: siempre habrá quien crea, como Harold Cárdenas, en utopías y cuentos de hadas rojas…
¿Qué otro Che no tuvo Harold Cárdenas porque no se lo mostraron? ¿El fusilador, el que aspiraba a que el combatiente revolucionario fuese “una fría máquina de matar”?
Se pregunta Harold Cárdenas qué habría pasado de seguir vivo en Cuba, qué errores se habrían evitado. Pues supongo que sería otro anciano comandante histórico, de los más resabiosos y reacios a las reformas. No se me ocurre qué errores hubiese podido evitar. Menos todavía imagino por cuál modelo económico apostaría hoy, si por los Lineamientos, porque con las armas melladas del socialismo asalariador y explotador, que es el que rige en Cuba, no hay quien pueda construir algo que valga la pena.
¿De veras creerá Harold Cárdenas que le hubiese caído bien su criticismo e inconformidad revoltosa a Che Guevara, con su férrea disciplina guerrillera y sus prejuicios contra los intelectuales, y que no lo hubiese enviado a un campo de reeducación o a la cárcel para que purgara sus problemas ideológicos?
Muchos cretinos que hoy llevan su rostro en camisetas y mochilas, o tatuado en los brazos, hubieran sido de los primeros en ser enviados por orden suya, para que los reformaran, a granjas de reeducación, rodeadas por alambradas de púas, custodiadas por guardias con bayonetas, al estilo de las UMAP, adonde, por cierto, no enviaban solamente a homosexuales y Testigos de Jehová.
No creo que Harold Cárdenas, a pesar de sus “dolores militantes”, o por eso mismo, hubiese salido indemne en aquellos tiempos que tanto lamenta no haber vivido de la mística castro-guevarista. Pero va y tan revolucionario como es, hubiera estado dispuesto a todo, siempre que fuera por la causa…