LA HABANA, Cuba – Le había prometido a un buen amigo y a mí misma no escribir más sobre Fidel Castro, a pesar de no tener agotado el repertorio. Hoy, me veo forzada a hacerlo de nuevo.
Mis lectores se lo merecen.
Es posible que hayan olvidado cómo fue que a sus 19 años de edad, comenzó su carrera política y soñaba ya con ser dictador en su tierra.
Fue una verdadera carrera maratónica, aunque terminara catorce años después, en 1959, al obtener todo un país gracias a la retirada de Batista.
Uno de los mejores amigos que tuvo esos años de aventuras juveniles, fue Alfredo Esquivel, conocido como “El Chino”. El contó al colega oficialista Luis Báez que la historia de Fidel comenzó en 1945, cuando ingresó en la escuela de Derecho de la Universidad de La Habana.
“Cuando creó el grupo Los Manicatos”, dijo, “o ‘manos duras’, idea de Julio Antonio Mella en sus tiempos de estudiante, me di cuenta de que su verdadera vocación no era la abogacía, sino la política”.
Sigue contando Esquivel que, con gran astucia, el chico de Birán escogió la asignatura de Antropología Jurídica en busca de prosélitos, hizo una lista con los nombres de todos los estudiantes para aprendérselos de memoria y visitarlos en sus casas y así lograr ventaja en sus primeras elecciones.
El 8 de diciembre de 1946 fue elegido presidente de la Escuela de Derecho.
Otro de sus amigos que pertenecieron a Los Manicatos fue Walterio Carbonell, vigilado por orden de Fidel a través de su policía política en los años sesenta. El propio Walterio me contó muchas veces que Fidel se desesperaba por hablar en público, que escribía los discursos para aprendérselos de memoria y los recitaba poniendo énfasis donde era necesario, como los actores en sus guiones de cine.
“Yo supe entonces”, así me dijo Walterio en otra ocasión, “que esos discursos a la usanza de los políticos profesionales, iba a lograr la presidencia de Cuba”.
Para llegar al fin, Fidel Castro hizo lo indecible.
Cuando se percató de que a través de simples elecciones estudiantiles no llegaría al poder, se decidió por llamar la atención con hechos relevantes y peligrosos. Ingresó en la Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR), famosa por aparecer involucrada en actividades gansteriles y ver muertos a varios de sus líderes en tiroteos callejeros.
En el libro sobre Breve historia de Cuba, escrito por Jaime Suchlicki, uno de los investigadores más veraces de nuestros tiempos, dice uno de sus párrafos que los pistoleros de aquellos momentos, que se refugiaban en la Universidad de la Habana, como por ejemplo, Emilio Tro, líder de la UIR, gozaban de una posición de fuerza en el gobierno de Grau San Marín, ya que fueron nombrados en cargos importantes dentro de la Policía y que el claustro de profesores y el personal administrativo también fueron presa de este círculo de políticos, estudiantes profesionales y gánsteres.
Cuenta “El Chino” Esquivel que, en la Universidad, precisamente varios estudiantes trataron de matar a Fidel.
“Esa noche durmió en mi casa”, dice. “Temprano por la mañana se levantó pistola en mano y ya en la Universidad, el sargento Quintana, de la policía universitaria, le dijo que no puede entrar armado”.
“Me tienes que quitar la pistola por el cañón”, le respondió Fidel.
En otra ocasión forma parte de una expedición militar para derrocar al dictador Trujillo y un poco después participa del célebre “bogotazo” en Colombia.
Para andar más rápido en alcanzar el poder, el 6 de agosto de 1951 trata de secuestrar el féretro del líder ortodoxo Eduardo Chibás, desfilar con él hasta el Palacio Presidencial y usarlo para dar un golpe de estado.
Fracasa de nuevo y se decide por la vía pacífica: lanza su candidatura a representante para las elecciones que debían celebrarse en 1952.
El 10 de marzo de ese mismo año Fulgencio Batista se le adelanta y se convierte en el hombre fuerte de Cuba, algo que Fidel Castro no le perdonó.