GIJÓN, España, febrero, 173.203.82.38 -La última decisión del Gobierno cubano apostando por el partido único no debiera sorprender a nadie a la vista del agobio político de un régimen anclado en el pasado y sin visos de cambio. Todos esos movimientos seudopolíticos de apertura, como la posibilidad de comprar coches, casas, poner negocios privados, y otras soluciones, por llamarlas de alguna manera, no son más que el síntoma claro, por una parte, de una ineficacia política para resolver el grave problema económico del país, y por la otra, una forma de disimulo para dar la impresión de que la apertura política, tan solicitada, llega a la Isla, cuando no es cierto.
Vemos con frecuencia comentarios acerca de estos “logros” que modifican de una manera muy leve la convivencia cívica, pero donde el fondo de la cuestión sigue vigente, inamovible, imperturbable. No hay más que fijarse en los fallecimientos de disidentes en huelga de hambre, que han sido el escándalo general. La represión continuada. La absoluta carencia de libertad de expresión. El acoso público y por orden gubernamental contra ciudadanos opositores. La falta del más elemental derecho de movimiento dentro del país y para salir de él. Las detenciones por sorpresa en las propias casas, en la calle, con coches camuflados y policías de paisano. La situación de penuria en las cárceles, donde el mal trato forma parte de la condena.
El capitalismo, tan denostado por el régimen, es el que a fin de cuentas le está salvando de muchas críticas. Como la visita de la presidenta de Brasil, que ha dado prioridad a los intereses económicos por encima de los sentimientos sociales. Puro capitalismo a fin de cuentas.
Empeñado el régimen en unirse a lo más agreste del ideario mundial, léase Iran, Venezuela, Corea del Norte. Si no recuerdo mal, con luto general incluido por el fallecido presidente coreano. Me pregunto, qué clase de vara de medir sostiene el Gobierno cubano para unirse a tan dispares, distantes y disparatados regímenes políticos.
En Cuba envejecen a la vez los políticos del Gobierno y los edificios de Centro Habana y de Habana Vieja. Estos últimos ya no aguantan el paso inamovible de los años sin la compañía misericordiosa de una triste paletada de argamasa que los siga manteniendo en pie, siquiera malamente, y se derrumban poco a poco agotados de miseria. Los primeros han sorteado el primer paso entre hermanos en la jefatura del gobierno. Habrá que preguntarse: ¿qué nos deparará el próximo futuro cuando la ancianidad y las dolencias empiecen, de modo inexorable, a limitar la presencia política de los actuales mandatarios? ¿Habrá una nueva generación de vástagos a la vuelta de unos años? Porque, desengañémonos. Eso del traslado de la Primavera Árabe al Caribe no parece posible. ¿O sí?