LA HABANA, Cuba.- Uno de los puntos identificativos de los servicios comerciales cubanos radica en los engaños que los vendedores imponen con varios subterfugios al consumidor, un mal que se ha extendido por la corrupción imperante en Cuba, favorecida por la inercia de los dirigentes y la vista gorda de los inspectores.
Si no existe un control permanente, si los inspectores no son personas probadamente insobornables y están ausentes de aquellos lugares que, por las características de su labor tienen un fuerte impacto en la ciudadanía, no creo que el mal se erradique.
Menos de dos meses después de haberse adoptado las rebajas de precios a los productos agrícolas y a otros que venden las tiendas recaudadoras de divisas, las corruptelas, en vez de desaparecer, continúan.
Los pillos de Mercurio y los productos del agro
El pasado 3 de mayo se pusieron en vigor las resoluciones 157 y 162 del Ministerio de Finanzas y Precios (MFP), que delimitaron los precios máximos de los productos agrícolas de primera calidad con destino a la población y dispusieron una rebaja de un 20% para los productos de segunda y de un 40% para los de tercera.
Estos precios están indicados para todos los mercados agropecuarios, excepto los de oferta y demanda, pero cuando el cliente va a comprar no hay información para diferenciar cuáles son los productos de una u otra calidad. Tampoco en la tablilla se reflejan diferentes precios para un mismo producto, algo que favorece el engaño al consumidor pues éste puede comprar a un precio de primera productos de inferior calidad.
Otra corruptela es presentar un precio en la tablilla y cuando el cliente va a pagar el vendedor le dice: “Le falta tanto porque el precio de la tablilla no es el real”. Ante esta situación el cliente tiene tres opciones: paga lo que le exige el vendedor, lo denuncia o se marcha del lugar sin comprar. La primera casi siempre es acogida por quienes tienen mayores recursos y prefieren pagar antes que perder dos o tres horas en una cola para comprar el mismo producto a un precio uno o dos pesos inferior. La segunda es cada vez menos ejercitada pues tenemos tantos problemas que no siempre estamos dispuestos a buscarnos otro, mucho menos cuando si alguien denuncia a ese vendedor lo más seguro es que se busque un enemigo que casi siempre es recolocado en otra tarima. En caso de que sea reemplazado otro vendrá a suplantarlo para hacer lo mismo. El mal está en estos hombres pero también es sistémico.
En las tiendas recaudadoras de divisas
Las recientes rebajas de precios de algunos productos que se venden en las tiendas recaudadoras de divisas tienen el objetivo -según las autoridades- de fortalecer el valor del peso cubano (CUP).
Algunos de los productos incluidos en estas rebajas de precios tienen una alta demanda debido a que la menguada canasta básica es insuficiente para garantizar una alimentación adecuada, sobre todo para los ancianos, adolescentes y niños, todavía privados del famoso vasito de leche del que habló Raúl Castro hace diez años. Desde mediados de cada mes los cubanos tenemos que acudir a los mercados alternativos para alimentarnos, con la agravante de que en ellos el precio sobrepasa con creces el de los alimentos vendidos por la canasta básica.
En la Mesa Redonda del pasado martes 14 de junio el vice ministro primero del MFP, Alejandro Miguel Gil Fernández dijo que no se pueden hacer rebajas importantes en los precios pues cualquier modificación abrupta podría generar un sustancial aumento de la demanda, algo lógico si tenemos en cuenta que Cuba es un país de carencias.
Aunque la rebaja de precios no fue importante debió suponerse que aumentaría la afluencia de consumidores a las tiendas y, consecuentemente, quienes dirigen y los inspectores las colocarían como un objetivo importante a supervisar. Al parecer les resulta muy difícil salir de sus oficinas climatizadas para controlar el cumplimiento de lo que promulgan pues el 13 de mayo del 2016, dos días después de haberse aplicado los nuevos precios, el periódico Granma en su sección “Cartas a la redacción”, reprodujo una queja de Aymara Baganet Cobas sobre la diferencia de precios aplicada a la venta de pollos en el mercado de 5ta y 42, municipio Playa, La Habana.
Otras veces los empleados aducen un sinfín de razones para no pesar el producto, no registrarlo en la caja ni entregar el comprobante al cliente con el objetivo de continuar medrando para su bolsillo. También añaden agua a los productos cárnicos para aumentar su peso. Otros productos como los desodorantes, las bebidas, los dentífricos, helados Nestlé y los frascos de champú, sufren la extracción o adulteración de su contenido.
El desparpajo ha llegado al extremo de que existen fábricas clandestinas que adquieren etiquetas, envases, materias primas y hasta máquinas de las fábricas del Estado para falsificar productos que luego son vendidos en estas tiendas con pingües dividendos. ¿Qué hacen los gerentes e inspectores? Dirá el lector, si no han podido impedir la desviación de las jabas de nailon, ¿cómo van a poder con esto? Y conste que más del 90% de estas personas son militantes del partido único y “ejemplar”.