LA HABANA, Cuba. — Este domingo fue noticia en Cuba la información sobre el traslado de varias cajas de pollo destinadas al consumo de la población en un camión de recogida de “desechos sólidos”. Este es el eufemismo ideado por los castrocomunistas para referirse a la basura doméstica, que —conviene aclararlo para beneficio de los lectores extranjeros—, debido a la miseria entronizada por el socialismo —que convierte en prohibitiva hasta la compra de una simple bolsa plástica—, suele ser trasegada “a granel” y sólo es recogida cada varios días, lo cual la hace especialmente apestosa y repulsiva.
Los amigos lectores pueden leer sobre la insólita novedad en este mismo diario digital. Para colmo de la ironía —y según Diario de Cuba—, los “agraciados” por esta nueva bajeza del régimen fueron los ciudadanos residentes en la calle que lleva el pretencioso nombre de Delicias, cerca de la intersección con la de Pocito, en la popular barriada habanera de Lawton.
Lo primero que hay que decir al leer sobre esta insuperable cochinada es que se trata de un fruto legítimo del monstruoso sistema socialista que el régimen dictatorial implantó en Cuba a sangre y fuego. Se trata del mismo sistema inviable que los castrocomunistas mantienen a ultranza, pese a las masivas muestras de hartazgo que cientos de miles de cubanos le han dedicado. Como las del glorioso 11 de julio de 2021 (que conmemoraremos en apenas unas horas) o la constante fuga masiva hacia cualquier otro país que los acoja.
Y conste que lo del “fruto legítimo” no es un insulto arbitrario o gratuito. Es que una asquerosidad como esa sólo cabe esperarla bajo un sistema inviable como el de Cuba, donde los comercios minoristas constituyen un monopolio estatal y a sus administradores y empleados les tiene sin cuidado qué piensan, con respecto al servicio que prestan, sus usuarios. A estos, cuando es mucha su inconformidad, sólo les queda la alternativa de trasladarse para otro comercio estatal, con lo cual lo único que ganarán será tener que ir más lejos para realizar sus compras.
Cuando existe el comercio privado no pasa lo mismo. Un hecho como el que ha dado lugar a esta crónica por supuesto que es inconcebible en un sistema de libre empresa. En este —resulta una obviedad— cada empresario está vitalmente interesado en conservar y aumentar su clientela. Para ello debe prestar un buen servicio, y barbaridades como la que nos narra la información simplemente no suceden.
Si se rompe el camión de reparto —que fue el pretexto esgrimido para perpetrar el desaguisado—, un empresario privado conseguirá otro, o enviará a un empleado en un taxi, una bicicleta o incluso a pie, pero ni le pasará por la cabeza recurrir al camión de la basura. ¡Y menos hacerlo a la plena luz del día, como sucedió este domingo en el Lawton habanero! Cosas como esa sólo pasan en tierras del socialismo burocrático.
Hasta el momento, todo indica que, en su búsqueda de un chivo expiatorio que pague los platos rotos, los mayimbes de papada y barrigón piensan cebarse en el administrador insalubre. Este último, según nos informa CubaNet, será procesado por el delito de “propagación de epidemias”. La Fiscalía decretó contra él la medida cautelar de “prisión provisional”.
Esta faceta de la noticia me hizo recordar al gran banilejo que encabezó nuestro glorioso Ejército Libertador: el mayor general Máximo Gómez. Uno de sus dichos más conocidos es aquel en el que califica y describe con frase lapidaria a nuestros compatriotas: “Los cubanos son un gran pueblo, pero tienen un defecto: o no llegan o se pasan”.
Comento, en mi condición de abogado, que también esta vez los represores castristas se pasaron. El delito mencionado está previsto y reprimido en el artículo 232 del vigente Código Penal. En su modalidad más grave (la del apartado tercero), está conminado con “privación de libertad de tres a ocho años”. Pero esto sólo es aplicable para “quien maliciosamente propague o facilite la propagación de una enfermedad” (que, obviamente, no es el caso).
Las modalidades menos graves del mismo delito admiten sanciones menos severas (“de seis meses a dos años o multa”). Estas, en puridad, no justifican la medida cautelar suprema de “prisión provisional”. Pero, además, ¿de qué “enfermedad transmisible” o de qué “epidemia” estamos hablando! ¡Hasta el momento, todo existe únicamente en los cerebros afiebrados de los fiscales castrocomunistas!
Como no deseo abrumar al lector con una árida argumentación jurídica, me limitaré a mencionar que en este caso podría pensarse en un delito de “otros actos que implican riesgo para la salud pública”, que también admite sanciones como las mencionadas en el párrafo precedente. Es decir, que tampoco justifican que el carnicero administrador, por mucho que nos desagrade su conducta, permanezca encarcelado mientras se sustancia su caso.
Parece evidente, por todo el contexto de este turbio y repulsivo asunto, que los castristas tienen algo que hacerse perdonar. Y para ello —insisto— han seleccionado, como chivo expiatorio, al administrador insalubre, sobre quien harán recaer en esta oportunidad todas las culpas (que en puridad son del sistema, y no de él). Sobre el mismo personaje caerá también toda la represión feroz que caracteriza al inoperante sistema.
Una propaganda comercial de la “Otra Era” (que nuestro pueblo ha bautizado sardónicamente como “la Época de los Malos”) predicaba las bondades de un agua natural: “Del manantial a sus labios”, era la frase utilizada. Ahora los castristas, si fueran honestos, podrían parafrasearla para referirse al pollo que les vende el “feroz enemigo imperialista del bloqueo recrudecido”: “Del camión de basura a sus labios”.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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