LA HABANA, Cuba. – El pasado viernes fueron noticia las elecciones presidenciales en Irán. De acuerdo a los resultados oficiales, entre los cuatro candidatos cuyos nombres figuraron en la boleta, la mayoría de los votantes optó por Ebrahim Raisí, quien se desempeñaba como Jefe del Poder Judicial del país y ha sido cuestionado desde hace años por sus vínculos con las ejecuciones de miles de opositores.
Esta realidad sirvió de pretexto a la Agencia EFE para asegurar: El ultraconservador Raisí gana de modo aplastante las presidenciales de Irán. Aunque esta afirmación parece estar respaldada por el 62 por ciento de los votos válidos obtenido por el represivo candidato, en realidad, parece exagerada. El que triunfó en esa votación (quizás no de modo “aplastante”, pero sí claro) fue el abstencionismo.
Conviene hacer aquí una pequeña digresión sobre el sistema electoral de la teocracia persa. En ese contexto resulta oportuno señalar —ante todo— una diferencia notable con los regímenes como el cubano. A pesar de su autoritarismo, las elecciones que organizan los ayatolas iraníes sí merecen ese nombre, pues el elector tiene cierta escogencia.
El problema central —en este caso— radica en las limitaciones a las candidaturas. Ejemplo de ello fueron las recién concluidas elecciones. Una noticia de Infobae aclara esta realidad: “Más de 180 aspirantes fueron rechazados por el Consejo de Guardianes de la Revolución, el cuerpo religioso que se encargó de verificar la elegibilidad de quienes deseaban medirse este viernes para llegar al Poder”.
Dentro del engendro antidemocrático que es el actual sistema constitucional de Irán, destacan “la Asamblea de Expertos” (de 88 miembros) que se encargan de elegir al “Líder Supremo”, un clérigo que es Jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas. Este personaje, a su vez, nombra a la mitad de los “Guardianes” (la otra mitad es designada por el Poder Judicial con la aprobación del Parlamento).
Con un sistema de esas características no llama la atención que, a pesar de la diversidad de candidatos, muchos ciudadanos no se sientan identificados con el sistema en su conjunto ni con uno cualquiera de los diversos aspirantes a la Presidencia. Esto determina la permanente campaña que hace el régimen por que los iraníes acudan a votar.
En este caso, acudió a sufragar el 48% de los ciudadanos con derecho al voto, lo cual representa el porcentaje más bajo en la corta historia de la “República Islámica”. A ello debemos sumar los más de cuatro millones de boletas anuladas por quienes sí acudieron a las urnas (conviene aclarar que muchos ciudadanos participan en las elecciones para evitar represalias y molestias diversas).
El actual presidente Hassán Rohaní (quien no podía aspirar esta vez por haber ocupado el cargo durante dos períodos consecutivos), al enfrentarse en 2017 a un Raisí al que entonces derrotó, lo caracterizó como alguien que sólo sabía de “ejecuciones y encarcelamientos”. Este sábado se limitó a felicitarlo.
En todo ese contexto no debe asombrarnos que desde la Casa Blanca se haya afirmado que el “el pueblo iraní debería ser libre para elegir a sus propios líderes”. Desde Israel, el flamante premier Neftalí Bennett, nuevo líder de la única democracia verdadera del Cercano Oriente, aprovechó la victoria electoral del represor para describir al régimen iraní como uno de “verdugos brutales”.
El señor Raisí posee el dudoso honor de ser el único presidente iraní que ha recibido sanciones de Estados Unidos antes de su elección para el cargo. En sus primeras declaraciones, se ha explayado en el reclamo de la normalización de las posturas de la Superpotencia hacia la nación persa.
Retóricas aparte, en este momento no parece que las políticas de don Ebrahim, que anuncian la lucha contra la corrupción, la reducción del desempleo y el alivio de las sanciones estadounidenses (que tanto han complicado la situación económica de su país) tengan perspectivas serias de alcanzar el éxito.
Todo parece indicar —más bien— que bajo su presidencia Irán continuará en su estancamiento actual. Y las actividades de Raisí se dirigirán más bien a asegurar que, en su día, los 88 “expertos” lo elijan como sucesor del actual “Líder Supremo” Alí Jamenéi, cargo para el cual —se afirma— es hoy mismo el candidato favorito.
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