LA HABANA, Cuba. — Este viernes, una excelente crónica fechada en nuestra capital y publicada en este mismo diario digital, rememora Vampiros en La Habana y la saga del mambí Elpidio Valdés. El autor —anónimo, por desgracia— recuerda el lamentable deceso, hace tres años, de su brillante autor Juan Padrón.
En un párrafo digno de ser reproducido, el cronista destaca los indudables méritos del simpático personaje: “Sin sesgos ideológicos ni manipulaciones, Elpidio Valdés reivindicó la cubanía, el amor por la libertad y el respeto a los próceres de un modo más efectivo que cualquier perorata o discurso”. Padrón —creo— logró una verdadera hazaña intelectual: crear un material que es anticolonialista, pero no antiespañol.
Durante mis años de permanencia, como inquilino involuntario en las inhóspitas islas del “Archipiélago DGP” (Dirección General de Prisiones) castrista, tuve ocasión de constatar el extraordinario interés que la saga del coronel mambí despertaba en ese público tan problemático. Y conste que estoy hablando de los presos comunes que los carceleros castristas nos ponían como compañeros de infortunio.
Sucedía que esos ladrones, asesinos o violadores no sólo se ponían a ver sin falta los episodios creados por Padrón cada vez que los ponían por televisión. Es que se los sabían ya de memoria, y mientras se desarrollaba la aventura de turno, repetían en voz baja los diálogos que iban sosteniendo entre sí los diversos personajes de la serie.
Pero he aquí que en el asunto intervino el fatídico castrismo. Estamos hablando de una especie de Rey Midas, sólo que de signo inverso. Si el monarca original del mito griego transformaba todo lo que tocaba en oro, su grosero imitador de la tragedia cubana actual convierte todo aquello en lo que pone sus sucias manos en excremento.
Es el caso que, ante la popularidad de los episodios, a algún burócrata doctrinario del tenebroso Departamento Ideológico, en el Comité Central del único partido, se le ocurrió una idea peregrina: ¡hacer un largometraje en el que el coronel mambí, en alianza con determinados españoles, se enfrentaba a los yanquis! Fue así que surgió un bodrio asqueroso y antihistórico: “Elpidio Valdés contra dólar y cañón”.
Por supuesto que deploro que Juan Padrón haya prestado su talento, su pluma y los entrañables personajes de su autoría para esa cochinada; que haya cedido al chantaje comunista. Pero, para mí, ahí termina su responsabilidad en esa manipulación repulsiva. No me parece justo atribuirle a él toda la culpa de una trapisonda cuyos verdaderos ideadores son otras personas.
Ha querido la casualidad que, también este viernes, CubaNet haya publicado la noticia de unas declaraciones formuladas por un prominente anticastrista contra la farsa electorera que ha organizado el régimen de La Habana para el venidero domingo. En esta ocasión se trata del doctor Orlando Gutiérrez-Boronat, coordinador de la Asamblea de la Resistencia Cubana (ARC).
El dirigente del Exilio formuló su llamado en Montecristi, República Dominicana, ciudad memorable para nosotros los cubanos. Como se recordará, fue allí que, en 1895, los líderes político y militar de la Guerra de Independencia —José Martí y Máximo Gómez— firmaron el manifiesto en el cual se proclamaron, ante los cubanos y la opinión pública internacional, los fines de esa nueva campaña emancipadora.
En la nota informativa se recuerda una gran verdad: que lo que aspiraban a constituir nuestros próceres era “un país de hombres y mujeres libres que prosperaría por el arduo trabajar y la inteligencia de los cubanos”. Como puede apreciar cualquier observador objetivo, se trata exactamente de lo contrario a lo que, para desgracia de nuestra Patria, ha entronizado en ella el comunismo ateo y extranjerizante.
Durante estas últimas semanas se han sucedido los llamados de opositores y periodistas independientes a no acudir a los colegios electorales el domingo 26. Para ello se han esgrimido argumentos enjundiosos: el pantano maloliente en el que el castrismo ha sumido a Cuba, la catástrofe económica, la inflación insostenible, la emigración incontenible de jóvenes y de quienes no lo son, las lúgubres amenazas de “Continuidad”…
Pero, más allá de los argumentos políticos, esta vez yo quisiera retornar al difunto Juan Padrón. Me refiero a la deplorable anécdota de haber cedido a los planteamientos castristas y haberse prestado a perpetrar Elpidio Valdés contra dólar y cañón. Si reconocemos eso como una lamentable claudicación que empaña la valía de su obra, entonces es justo y necesario que los cubanos de a pie eviten imitarlo.
Pido a estos un acto sencillo: que no cedan al chantaje castrista. Ya señalé que este régimen convierte todo lo que toca en excremento. Las llamadas “elecciones de diputados” no pasan de ser otra faceta de eso mismo. Sería un contrasentido que un cubano decente y digno que esté en desacuerdo con lo que está pasando en su país, preste su nombre y su cara para convalidar esa mojiganga. ¿Por qué habría él o ella de meter sus manos en ese inmundo estercolero!
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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