GRANMA, Cuba. – Los gestos de desdén o disgusto que muestran cientos de bayameses ante el mofletudo rostro de un “servidor público” que aparece a diario en programas de la televisión provincial ─por las calles sólo lo hace en temporada ciclónica, accidentes de tránsito, incendios, la inauguración de un hotel o en una efemérides local─ se convierten en burlas o sarcasmos que los ventrudos y cogotudos “líderes” de la nación no saben digerir.
En la ciudad de Bayamo, capital de la provincia Granma, al Primer Secretario del Partido en el territorio, Federico Hernández Hernández, muchos le llaman “El gran campeón”, y no precisamente por la eficiencia al frente de una gestión que ha convertido a una de las regiones más fértiles del país en el paraíso de la escasez, ni por su destreza en solucionar los problemas de la pobre alimentación, el abasto de agua, el pésimo transporte o la balita del gas para cocinar. El mote de “Gran Campeón” lo adquirió por la semejanza del diámetro de su cuello y la prominencia de su vientre con las de un toro que, por los resultados en ferias ganaderas a nivel nacional, alcanzó titulares en la prensa provincial y que fue sacrificado por cuatro matarifes casi a la vista de los habitantes de la ciudad.
Según muchos pobladores de la localidad, cada vez que se cumple un aniversario del sacrificio furtivo del animal, Federico Hernández sueña con imponer un año más de prisión a los rufianes que acabaron con el mito de inmortalidad del invencible toro cebú. A esos bayameses, la frecuente presencia del obeso dirigente en la programación del Telecentro provincial CNC Granma les recuerda a “El gran campeón”.
Pero no sólo en Granma la política gubernamental instrumenta prebendas que benefician a la cúpula de poder territorial, permitiéndoles darse la buena vida y engordar como chanchos frente a la crítica falta de alimentos y productos de primera necesidad de la población. No por gusto los secretarios del partido, gobernadores, el alto mando militar, la dirigencia de la ANAP (Asociación Nacional de Agricultores Pequeños) o la CTC (Central de Trabajadores de Cuba) a nivel provincial son objetos de burlas y sarcasmos en cada localidad.
Al caso de “El gran campeón” Federico, en Granma, se le puede añadir el de la gobernadora de Camagüey, Yoseily Góngora, bautizada por un joven escultor de Nuevitas como la Venus de Willendorf, debido a su desbordante masa corporal en medio de un contexto donde sus conciudadanos apenas tienen qué comer, pues los alimentos de calidad y otros productos se comercializan en dólares, moneda fuera del alcance de la mayoría de los camagüeyanos.
En agosto del pasado año, Góngora fue protagonista de un hecho que dejó un mal sabor entre los seguidores y detractores de su gordura y gestión gubernamental. Al activista José Luis Acosta Castellón lo detuvo la Seguridad del Estado por hacerle una caricatura y subirla a las redes sociales con el texto: “La gobernadora es tan gorda, que está buena para hacerla bistecs y darle de comer al pueblo hambriento de Camagüey”. El comentario fue considerado una amenaza de atentado por las autoridades de la ciudad.
De ahí que no quiera imaginar qué harían con quienes, cansados de hacer colas para comprar algo de comer, lavar, bañarse o vestirse, se insultan ante la obesidad de Marino Murillo y le llaman El Globo del ordenamiento; como mismo apodan a Ulises Guilarte El Capo de “la masa” sindical.
También los que pierden su tiempo en seguir las mentiras y unanimidades del Noticiero Nacional de la Televisión durante una reunión del Consejo de Ministros o una Sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular tienen tela suficiente por dónde cortar, de acuerdo al ancho del vestuario de quienes por su gordura ─militante─ parecen integrantes del cuerpo de baile de la compañía Danza Voluminosa, más que “servidores públicos” de la nación.
Por eso, si bien la calvicie, el color de la piel y otros rasgos personales de los dirigentes del país no son temas de burlas entre los cubanos de a pie, la gordura sí, porque, más allá de considerarse un lujo o un exceso, es sinónimo de corrupción, ventajas y deslealtad. Moraleja: en el país de los flacos y la escasez, el gordo “comunista” no puede ser el Rey.
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