MIAMI, Florida.- Las cifras, los números, las estadísticas no tienen el poder divino de retratar el dolor, ni la aspiración siquiera de definir los tormentos humanos. Sirven solo para cuantificar la miseria y dar una visión parcial, aunque efectiva y creíble, de los afanes represivos, por ejemplo, de una dictadura. Aquí tenemos, sin fuegos de artificio o una atmósfera rimbombante, esta información: a lo largo del mes de abril de 2018, el Gobierno cubano realizó 330 detenciones arbitrarias y 66 episodios de hostigamiento contra la población civil.
No aparecen por ningún lugar los temores, los sufrimientos y las fatigas de las víctimas de esos hechos. Lo que comunican los guarismos con sus signos rotundos es un clima represivo, una campaña de persecución y derribo, que mantiene a aquella Isla en otro puesto tan negativo como sobresaliente, el del régimen de mayor rigor y brutalidad del occidente cristiano.
La intención de esos arrestos masivos es deslizar en la sociedad el miedo, evitar manifestaciones públicas y mantener tranquilas entre comillas las calles de las ciudades y los poblados. De ahí que poco después de unas horas, la mayoría de los presos son liberados. Casi todos, porque en el caso del mes de abril, 10 de ellos han permanecido encarcelados “bajo condiciones infrahumanas”, según un informe de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN)
Ya se conoce la pobreza de las cifras para reproducir las agonías privadas, pero de todas formas, los expertos y observadores de los derechos humanos en Cuba tienen para nosotros el resumen de que en el año pasado, el 2017, se produjeron 5 mil 155 detenciones por motivos políticos en el territorio nacional. Y ofrecen también como un récord, por constituir el número más bajo de los últimos tiempos, que en el 2011 nada más que fueron arrestados intempestivamente un total de 4 mil 123 ciudadanos cubanos.
Los arrestos y agobios del mes de abril contra los grupos de opositores, los periodistas independientes y los artistas libres enseñan el mismo rostro de siempre de la dictadura. Y, lo que es peor, la copia idéntica de sus métodos para acosar y desgastar la rebelión de los hombres y mujeres que, en aquella enrevesada realidad, tiene el valor de enfrentarse a los gendarmes y a quienes dan las órdenes desde sus residencias de lujo y sus oficinas refrigeradas.
Se trata de la mano implacable y severa del castrismo y su más legítima y pura forma de proceder, aunque hayan hecho una maroma y un acto de magia para bobos y Raúl Castro siga presidiendo las reuniones y bajando las orientaciones oculto por la máscara y los gestos de un tal Miguel Díaz-Canel.
Este trabajo fue inicialmente publicado en la web de la Fundación Nacional Cubanoamericana