HARRISONBURG, Estados Unidos. — La frase que titula este artículo no es mía, se la escuché a la joven Ana Álvarez Guerrero en la sección “La mira”, durante la última emisión del controvertido espacio oficialista Con filo.
Con filo sería un programa objetivo si propiciara un debate inclusivo y heterogéneo al que tuvieran acceso todos los interesados, incluidos aquellos a los que trata de ultimar mediáticamente. Lamentablemente, como todo programa (des)informativo de la dictadura, no es así.
A pesar de los malabarismos lingüísticos y el buen uso del humor, sus presentadores destruyen apenas iniciado el programa debido a sus manipulaciones, el andamiaje destinado a exportar una inteligencia usada para prolongar el sufrimiento de la patria.
Cierto es que muchos de los que hoy se presentan en el exilio como furibundos patriotas no le tiraron ni una trompetilla a un mural de un CDR, pero todo hombre tiene derecho a cambiar y a asumir una posición cívica, a rectificar sus errores. Negarle a esa parte del exilio el derecho a incitar un cambio democrático en su país natal solo puede hacerlo un agente de la dictadura.
Cuando Ana Álvarez Guevara se refirió a hablar e incitar a los cubanos de adentro, desde la “comodidad del exilio”, demostró nuevamente el cinismo que guía como perenne colimador a los realizadores del programa. Porque la frase lleva implícita una subliminal pero inocultable connotación peyorativa al pretender criticar a quienes viven en el exilio por la presunta cobardía de incitar a un cambio en Cuba sabiendo que no están expuestos a nada. Bueno, a casi nada.
La frase que Ana Álvarez Guevara envió al auditorio lleva implícita esta otra lectura subliminal: “Es aquí donde deberían hacerlo para creer en ellos”. Esta interpretación, para nada desacertada, revela otra costra de cinismo, porque, ¿qué le ocurre y ha ocurrido por décadas a quienes allá se han enfrentado al poder descomunal del castrismo?
Ana sabe muy bien que quienes en Cuba han protestado por algo, ejerciendo un derecho constitucional cubano y universal, han terminado expulsados de sus centros de trabajo, encarcelados con penas que en muchos casos sobrepasan los diez años de privación de libertad, reprimidos brutalmente por la policía o exiliados. Y también sabe —porque, a pesar de su carita, ya no es una niña— que el ejercicio de ese derecho en Cuba es unidireccional, se considera legítimo solo cuando se ejerce para apoyar a la dictadura. Por haberlo ejercido en sentido contrario, muchos cubanos forman parte de ese exilio del que tanto se mofan ella y quienes forman parte del programa, olvidando que, muy a su pesar, ese grupo poblacional es tan cubano como ellos —yo diría que más— y que el sufrimiento y el destino de la patria también están consustancialmente vinculados a su existencia. No es nada loable proclamarse gallito de pelea cuando se actúa respaldado por la dictadura.
Desde hace años los medios oficialistas intentan marcar como odiadores y violentos a todos los que se le oponen y, sobre todo, al exilio cubano. Pero no es este el culpable de los apagones, la ineficacia económica, la epidemia de dengue hemorrágico, la falta de medicamentos, el deterioro creciente de los sistemas de educación y salud pública, la crítica situación del transporte público, la carencia de combustible y los apagones. No fue el exilio cubano el que golpeó a los manifestantes del 11 de julio (11J) ni el que los detuvo, desapareció forzosamente por semanas y los condenó de forma cruel. Tampoco es el exilio el que hoy reprime a los familiares de esos presos solo por organizarse y pedir justicia en las redes sociales.
El único responsable de todo eso es el castrismo. También son responsables quienes defienden una continuidad que se niega a escuchar los reclamos de cambio que cotidianamente hace una parte cada vez más creciente de la población.
En su tozudez, los continuistas olvidan hasta aquella frase de “cambiar todo lo que debe ser cambiado” del propio concepto que, de su revolución devenida dictadura, hiciera el principal responsable del desastre nacional. Es precisamente esa actitud retardataria de la clase dirigente cubana la que engendra odio e incita a la violencia.
En el propio programa, Michel E. Torres Corona se jactó de que Con filo no ha dicho jamás una mentira. Confieso que al escucharlo por poco caigo del asiento debido a la serenidad con la que este joven ha llegado a asumir su cinismo.
Mentir no consiste únicamente en hacer afirmaciones puntuales dando como cierto algo inexistente, también lo es reafirmar en el imaginario colectivo ideas como esas de que Cuba es un país democrático, un Estado de derecho y un ejemplo de justicia social. Y en eso Con filo lucha por la medalla de oro junto al Noticiero de Televisión, Granma, Juventud Rebelde, Cubadebate y un sinfín de publicaciones oficialistas.
Michel mintió también de forma indirecta cuando presentó como presuntamente falsos algunos acontecimientos que por estos días han tenido relevancia en las redes sociales y evadió referirse a otros, como el triste fallecimiento de un joven debido a la inexistencia de un servicio de ambulancia o la detención violenta, ante su propia familia, de un joven deportado por las autoridades estadounidenses.
Y es que para estos jóvenes afiliados a la dictadura las protestas son injustificadas debido a que su causa se debe al “bloqueo”. Para ellos, los gritos de libertad y las frases soeces que en esas protestas se escuchan son de “personas confundidas” o “marginales”.
La mayor debilidad de Con filo ha sido precisamente defender lo indefendible. Si doloroso resulta constatar como una persona inteligente usa ese don para atacar a un contrario privado del derecho a réplica, lo es más cuando esa inteligencia también se pone del lado de quienes oprimen al pueblo.
Se me ocurre que en esa competencia “revolucionaria” para alcanzar alguna migaja dictatorial, Ana Álvarez Guerrero tiene, entre otras muchas, a una contrincante nada desdeñable en eso de la práctica del cinismo. Obviamente me refiero a su tocaya, la española Ana Hurtado, cuyas acciones indican que no está dispuesta a renunciar a la medalla de oro de fidelidad a la dictadura.
Como dice el refrán: “Dios los cría … ¡y el diablo los junta!
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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