MIAMI, Florida, mayo, 173.203.82.38 -Aunque el sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba fue el colofón simbólico de la vida política activa de Fidel Castro al frente de la organización, este siempre encontró espacio para hacerse sentir. Lo hizo a través de las reflexiones escritas que casi a diario aparecen en los medios oficialistas de la Isla.
En uno de los artículos dedicados al cónclave comunista, Castro puso algunas notas interesantes. Para demostrar que su opinión todavía cuenta, el viejo dictador manifestó su satisfacción ante determinados criterios e ideas. En este sentido dijo sentirse complacido por el balance alcanzado en la membrecía partidistas basado en razones de género y color de la piel. Una manía de los porcientos tan característica del Comandante aplicada a la representatividad femenina y racial en el único partido permitido en Cuba, que ahora cuenta con 41, 7 por ciento de mujeres y 31. 3 de negros y mestizos.
El dato resaltado por Castro apunta al continuismo de una mentalidad donde no se sabe si la integración de féminas y cubanos de raza negra al órgano de máxima dirección está determinada por la capacidad del individuo seleccionado o se hace para cumplir requisitos estadísticos, cual puro formulismo para evitar criticas sobre prejuicios machistas y racismo subyacentes en el sistema. Al referirse a los cubanos no blancos, el comandante subraya dos aspectos: su descendencia de esclavos africanos y que ellos eran los más explotados por el antiguo sistema capitalista. Algo que no va a cambiar mucho en la realidad de este amplio sector de la población que es el que peor parte lleva frente al capitalismo de estado que se les viene encima.
Sobre la inclusión de los viejos líderes del proceso en la “renovada” dirigencia bajo el mando de Raúl, el ex secretario del PCC dejó entrever que por la mente de su hermano pasó la idea de sacarlos de la nómina debido a su avanzada edad. El Magnánimo deja claro que si se mantuvieron fue gracias a su intervención generosa, cuando pidió a su sucesor que no los excluyera de lista de los elegidos.
Pero la atención del Comandante en sus notas sobre el congreso no estuvo centrada en las decisiones económicas, que se aplicarán a manera de reformas. El tema del poder fue el que más le interesó. Castro elogió la aprobación de dos periodos de mando al frente del organismo comunista que gobierna el país sin competencias. Dice que ello es posible y necesario en unas circunstancias diferentes a las de aquellas primeras décadas de su régimen. El encomio resulta un sarcasmo ante la realidad que motivó la medida.
Sin censores que se atrevan a corregirle Castro va más allá cuando se expresa sobre el tiempo que se mantuvo en control absoluto de las máximas responsabilidades de gobierno, en todos sus ámbitos. Ese poder que tanta atención le provoca. “Debo confesar que no me preocupé realmente nunca por el tiempo que estaría ejerciendo el papel de Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros y Primer Secretario del Partido. Era además, desde que desembarcamos, Comandante en Jefe de la pequeña tropa que tanto creció más tarde. Fui casi obligado a ocupar el cargo de Primer Ministro en los meses iniciales de 1959. Desde la Sierra Maestra había renunciado a ejercer la presidencia provisional del país después de la victoria que desde temprano avizoré para nuestras fuerzas, bastante modestas todavía en 1957; lo hice porque ya las ambiciones con relación a ese cargo estaban obstruyendo la lucha.” Una burla a la inteligencia de la gente que deja abierta muchas interrogantes sobre la paradoja de que el único que no ambicionaba cargos quedó en posesión de todos. No subsistió ninguno de aquellos “ambiciosos” con capacidad de rivalizar con el austero líder y mucho menos disputarle su desprendido apego al timón de mando.
La enfermedad parece haber provocado un sentimiento redentor en la conciencia del dictador. Confiesa que el alejamiento obligado de la convalecencia cambió su percepción sobre la estancia ilimitada en la cima. “Me agradó la idea; era un tema sobre el que yo había meditado mucho. Acostumbrado desde los primeros años de la Revolución a leer todos los días los despachos de las agencias de noticias, conocía el desarrollo de los acontecimientos en nuestro mundo, aciertos y errores de los Partidos y los hombres. Abundan los ejemplos en los últimos 50 años.”
Leyendo estas reflexiones uno termina por preguntarse como es que no se percató de sus propios errores colosales, ni comprendió que dentro de esos ejemplos que menciona sobre el ejercicio despótico de gobierno, el suyo es uno de los que mejor sirve para ilustrar el mal totalitario. .
Por fin Castro llama a las nuevas generaciones a rectificar y cambiar sin vacilación todo lo que deba ser rectificado y cambiado. Pudo hacerlo él mismo cuando cayó se rompió el vínculo soviético. Pero decidió ratificar la línea de errores y horrores de tendencia estalinista, con la que atrincheró el destino de la nación cubana, a la que aplastó con retrógrados planes y consignas.
“¡Todo antes de que el mundo se acabe! “ Así concluye la plana reflexiva de Castro sobre el congreso concluido. El clamor satírico del autor proyecta la inquietud apocalíptica desatada en estos últimos años a nivel mundial, pero a su vez expresa una predisposición escatológica latente en su compleja personalidad. Algo de ello se aprecia en sus constantes citas discursivas, donde ofrece la muerte como alternativa, o en cuando durante una estancia en la ONU a mediados de los ochenta dijo que tras su desaparición física se produciría el diluvio, respondiendo la pregunta que en ese sentido le hiciera un periodista norteamericano. Es posible que aquella supuesta jocosidad ocultara la visión oculta de un designio que hoy se hace convicción. Tal vez Fidel Castro ha pensado seriamente que su inminente salida del mundo de los vivos será un anticipo del tiempo final.