MIAMI, Florida, septiembre, www.cubanet.org -La reciente visita de varios integrantes del equipo de pelota Industriales concluyó con una extraña mezcla de sentimientos que van desde la nostalgia, pesar y esperanza. Tras una prolongada controversia sobre los terrenos donde se celebrarían juegos de exhibición de la emblemática novena habanera, los encuentros se pactaron finalmente en Tampa y Fort Lauderdale. Estas ciudades de la Florida sirvieron de escenario al reencuentro de figuras destacadas de Industriales y sus fanáticos al otro lado de la frontera que separa a cubanos de ambas orillas y que cada día se hace menos hermética.
Las cosas no auguraban un final feliz del evento tras la polémica que precedió a la cancelación del juego en predios de la Universidad Internacional de la Florida. Curiosamente en el otro lado surgían problemas con la salida de los ex deportistas que en Cuba enfrentaban los intentos de quienes buscaban frustrar la iniciativa. Una coincidencia en la que los extremos de cada lado siempre parecen tenderse la mano.
Finalmente pudimos ver en la televisión hispana de Miami a Armando Capiró y Pedro Medina, dos descollantes miembros de la pelota cubana. Capiró el cuarto bate que hizo estallar a las gradas con sus jonrones de leyenda. Medina el cátcher que unía a su valor defensivo la oportuna potencia ofensiva que le distinguieron. Una aparición impensable hace pocos años. Al verlos en la entrevista el primer sentimiento fue de tristeza al comprobar como los años han hecho mella en estas excelencias deportivas de calidad indiscutible. Una tristeza acentuada sabiendo que dieron sus mejores años de carrera en pos de casi nada, conquistando una gloria de la que apenas se acuerdan los que coincidieron con ellos en su época de brillantez. Cualquiera de esos jugadores hubiera ganado lo suficiente como para mantener un retiro económicamente digno de haber cobrado en metálico el equivalente de su condición deportiva. Aunque profesionales en la realidad cubana, donde recibían un salario por jugar pelota, ellos lo hicieron casi gratis si se compara con lo que en los finales de su carrera, ya en el profesionalismo, recibieron René Arocha o Pedro Luis Rodríguez.
Ignacio, un cubano de la Isla de visita en Miami no perdió la oportunidad de ver este encuentro inédito en esta parte del Estrecho. Él no se perdía los juegos del equipo habanero sobre todo aquellos en los que los leones de la capital disputaban la corona. Lo mismo iba a Pinar del Rio que a Matanzas y cierta vez se embarcó en una aventura hasta Holguín. Llevaba carteles de apoyo hechos a mano por compañeros de trabajo también fans industrialistas. Ahora repitió la experiencia pero en Fort Lauderdale. Allí fue testigo de lo acontecido. Le impresionó del homenaje que recibió cada uno delos visitantes. La entonación de los himnos de ambos países a la sombra de las respectivas banderas nacionales. La abrupta interrupción provocada por la lluvia y la no menos lamentable postura de quienes increpaban a jugadores y espectadores. La participación de las autoridades que frustraron el intento del ciudadano que quiso reeditar el episodio de Winnipeg, donde algunos deportistas y miembros de la delegación cubana asumieron el papel que no les correspondía ante un acto que tampoco era correcto. En Fort Lauderdale se hicieron las cosas como deben ser. Ignacio quedó con las ganas de ver en su totalidad un juego que anhela pueda continuar en mejores circunstancias y en la otra acera.
Valgan los comentarios suscitados por este encuentro que en el fondo tiene un gran significado. En Cuba como era de esperar todo quedó reducido a una nota en las páginas de Cubadebate, un medio que en la isla no es accesible para todos. Comentario escueto empeñado en reseñar la intolerancia de Miami: “La intolerancia en Miami es legendaria en esa ciudad y se ha caracterizado en los últimos años por quema de cuadros de pintores cubanos, el uso de aplanadoras contra discos de cantantes que se presentarían en la Isla o actos de repudio contra músicos cubanos que actuarían en Miami.”
El Miami Herald, calificado por los medios oficiales cubanos como el vocero de la mafia anti cubana en la ciudad floridana- visión contrastante cuando en la otra parte el rotativo algunos califican al rotativo de pro castrista e izquierdista- dio su versión particular concluyendo que: “…la visita de los Industriales a Miami tenía como meta terminar como un jonrón, pero finalizó más parecida a un roletazo por el montículo, luego de que la lluvia y las protestas empañaran los dos choques que iban a servir de punto de cierre a una experiencia repleta de contradicciones y puntos opuestos desde el mismo momento en que se anunció.”
Por su parte radio y televisión Martí ofreció las mejores fotos de este encuentro. Inimaginable la de Pedro Medina entrevistado por Eugenio Navas. El receptor señaló al reportero de Martinoticias su satisfacción por poder jugar en Estados Unidos y poder festejar “por todo lo alto” los cincuenta años de fundación del equipo insignia de la capital cubana. Por la parte exiliada el ex lanzador René Arocha calificó de positivos los partidos y manifestó esperanzas de que el Gobierno cubano le deje entrar a su país tras poco más de dos décadas sin permitírselo. Incluso que el próximo año se pueda efectuar un partido similar en La Habana.
Creo que el juego de Industriales celebrado en tierras de la Florida no ha terminado y que el cierre del partido por lluvia simboliza la continuación de un encuentro que no terminó con la carga emotiva de aquel histórico encuentro sellado por el bambinazo de Marqueti en el Latinoamericano. Hay jonrones de pierna que se hacen por un inocente roletazo. Un industrialista llamado Rodolfo Puente, segunda base del equipo azul, logró hacerse de las cuatro esquinas por conexiones de ese estilo saltarín que pasan justo encima de lomita, burlando a cuanto guante trata de atraparle. Lo suficiente como para que el pelotero apoyado en la velocidad consiga lo que los brazos no le hubieran permitido. Es el jonrón que estoy seguro llegará en un futuro próximo con este roletazo que recién empezó a rodar y que terminará en euforia de encuentros similares pero en el terreno vecino de nuestra casa grande, la que está al otro lado del Estrecho que cada vez se hace más angosto.