MIAMI, Florida, enero, 173.203.82.38 -La exposición de los cinco espías cubanos presos Estados Unidos en una valla publicitaria de Miami repercutió en las noticias de la ciudad floridana. El lugar escogido para este evento resultó ser el Casino ubicado en el céntrico cruce de la avenida 37 y la calle 7ma del noroeste de la ciudad, antiguo cinódromo y sitio donde funcionó hasta no hace mucho el célebre Pulguero de la Pequeña Habana. La propaganda firmada por la organización Alianza Martiana, que aparentemente estaría visible solo por veinte y cuatro horas, apenas llegó al límite de tiempo fijado desde su montaje en la tarde del 11 de enero.
La presencia del cartel hubiera pasado desapercibida a no ser por la agitación que suscitó la nota sobre su aparición. No creo que muchos se fijaran en el detalle expuesto por la valla anunciadora. En Miami hay tantas, que ya nadie se detiene a observar lo que estas dicen. Cuando quise verificar con mis propios ojos lo acontecido, ya era tarde. Irónicamente debí haber pasado por el lado del cartel varias veces, porque mi tránsito por esa zona se hace obligatoriamente diario con frecuencia.
El revuelo provocado por la inscripción que pedía en inglés la liberación de los presos, determinó su pronto desmontaje. Pero a su vez consiguió el efecto que evidentemente buscaban los organizadores de la misión, haciendo que el cartel se mantuviera por mayor tiempo en los sitios virtuales de la noticia, esta vez de manera gratuita. La divulgación que difícilmente hubiera logrado la corta exposición de un día en el rincón de una calle miamense, fue multiplicada con la ayuda de los medios locales, incluidos los de exilio anti castrista que dieron cuentas del hecho, publicitando a su vez la foto de la dichosa propaganda.
Es significativo que las páginas de la prensa cubana dieran rápida cuenta del suceso. Sin ofrecer muchos detalles Granma puso un comentario en primera plana, con la foto y las señas del lugar, con una intención marcadamente promocional, más que noticiosa.
Según Max Lesnik, presidente de la agrupación que se atribuye la autoría de la valla, el contrato del espacio anunciador buscaba dos propósitos: promover la campaña por la liberación de cinco agentes cubanos, en su opinión condenados excesivamente por las leyes norteamericanas, y demostrar que Miami ha ganado en tolerancia. Para ello no dudó en desembolsar 1500 dólares para costear la empresa. Si alguien cree en la ingenuidad de este acto, debe comenzar por cuestionar su propia candidez.
Una vez más todo parece calculado y entrelazado. La aparición del cartel coincide con el juicio que se inicia en horas contra Posada Carriles. El objetivo, bien delineado desde el principio, era precisamente lograr su desmontaje antes del plazo para el que había sido considerado. El plan propagandístico estaba doblemente dirigido al lector norteamericano, a través del texto en inglés y mediante la reacción que se buscaba provocar con esta acción. El mensaje se traduce en la idea de que la condena contra los agentes castristas es injusta y en ella influye la irracionalidad e intolerancia del exilio cubano. Para demostrarlo nada mejor que caldear los ánimos, buscando el pronunciamiento verbal o activo de un grupo de exiliados, mejor si aparecen lanzando objetos contra el anuncio. El resultado de la imagen de odio sería mover la opinión concluyente de que si esto ocurre con un cartel qué pensar entonces de los juicios a los que fueron sometidos esos condenados.
Mientras las “cinco caritas” – como se le llama en la isla a la serie iconográfica de los agentes presos en Estados Unidos- causan furor momentáneo en los medios de Miami, otro detalle sugerente pasó ante los ojos de la comunidad emigrada sin provocar mucho escándalo. En su edición en español del primero y dos de enero, El Nuevo Herald, dedicó un amplio espacio para publicar un grupo de fotos “inéditas” de Fidel Castro. No eran poses comprometedoras del dictador y mucho menos críticas de su actuación como gobernante. Se trataba de momentos de gloria del Comandante en su temprana luna de miel con el pueblo cubano y en otra mucho más duradera que vivió con los timoneles del comunismo soviético y que le valió grandes ganancias. .
Amén de la dudosa exclusividad- algunas creo haberlas visto con anterioridad en algún material de aquellos que producía Santiago Álvarez- que justificó dicha publicación, lo llamativo en este caso es que el marco de una efeméride tan significativa para el exilio sea escogido para mostrar fotos de su verdugo con rostro radiante de héroe triunfador, pretendiendo vender que se mostrará lo contrario.
En La Habana siguen sacando lascas a su favor, tomando los espacios democráticos que tanto critican y persiguen. Lo hacen, quizás sin proponérselo, cuando la prensa libre coloca imágenes que en nada ofrecen el cuadro de un Castro tonto, convertido en el hazmerreír de la nomenclatura soviética. Lo consiguen con una valla momentánea, utilizando la aparente ingenuidad de algunos exiliados, que incluso costean la travesura. En este punto sería bueno comprobar si en verdad pagaron al Casino lo estipulado o en definitiva no tuvieron que hacerlo por incumplimiento del plazo para el que fuera contratado el espacio anunciador. De confirmarse lo segundo habrá una razón más para sospechar sobre la autoría de una idea que apunta a ciertos expertos en el arte de la trampa y la manipulación, enemigos de la democracia.
Valga este comentario que me hiciera llegar desde España el ex preso político Omar Rodríguez: “Lo que es la democracia. Se permite exhibir la foto de quienes fueron cómplices del asesinato de norteamericanos. Y lo peor es que se pide por su liberación y se le tilda de héroes a esos terroristas cuando ese país aún continúa enfrascado en la lucha antiterrorista. Quienes se crean que la dictadura dio un golpe de efecto, se equivocan. Paradojas de la política. Posiblemente los únicos que miren ese cartel sean los cubanos, porque esos espías no interesan a nadie.